Torra: «Voy a por todas. Si fracaso, me voy al exilio»

El pleno del Parlament de ayer dejó claras las divergencias entre Torra y ERC. La contundencia de la respuesta republicana equiparó el ultimátum de Torra con el agua de borrajas. Sin embargo, el presidente de la Generalitat sigue en sus trece como buen activista. Su máximo deseo es llegar a «convertirse en mártir de la causa. Es su máxima aspiración», afirman, convencidos, fuentes independentistas. De hecho, no es extraño oírle decir en sus círculos más cercanos: «Voy a por todas. Si fracaso, me voy al exilio». De momento, no cuenta con los apoyos suficientes para llevar a cabo su reto, pero sigue siendo el presidente.

La actitud de Torra deja perplejos a propios y a extraños, menos a su Ejército de «hooligans», que defienden a capa y espada que «en cuanto peor, mejor, porque una situación de colapso obligará a Europa a dar pasos, a que se nos oiga», argumentan los suyos. Sin embargo, la unidad en el mundo de Junts per Catalunya no es tal. Torra sigue controlando el grupo parlamentario con el vicepresidente del Parlament, Josep Costa, el portavoz Albert Batet o la diputada Aurora Madaula, otrora íntima amiga de Elsa Artadi. Un ejemplo de la actitud del activista-presidente: «Intentó evitar el acuerdo de 1.500 millones con el Gobierno de Sánchez. Pretendió que no fuera a esa reunión el vicepresidente Pere Aragonés. No quería porque eso era política autonomista, nos dijo. Pretendía que pasará desapercibido cuando fue el primer gran acuerdo de los últimos 10 años», explican fuentes cercanas al vicepresidente de la Generalitat.

Torra abrió ayer también una puerta: «Si no lo consigo, dimitiré». A esto se agarra su teórica número dos, Elsa Artadi, ahora muy distanciada. Artadi juega «a entenderse con el “establishment” de Madrid y de Cataluña para presentarse como gran alternativa». Pero la portavoz del Gobierno no controla el grupo parlamentario, tiene pésimas relaciones con Puigdemont y no se habla con Torra. A pesar de este negativo escenario, se postula como posible alternativa. «Si Torra dimite, Artadi podría ser elegida presidenta», afirman fuentes conocedoras de sus movimientos. El problema es que para ser presidenta, Artadi debería someterse a un pleno de investidura y no tendría garantizados los votos de Junts per Catalunya, y menos los de Esquerra Republicana. Tampoco los diputados fieles al PDeCAT la ven con buenos ojos porque abandonó el partido por la puerta de atrás.

La tensión y las divergencias políticas son el pan de cada día, con una cita importante la próxima semana. El 12 de octubre «será el paso del Rubicón» para Puigdemont y los suyos, con Joaquim Torra a la cabeza. La Crida per Catalunya se constituirá como partido en el Día de la Hispanidad. Todo parecería un camino de rosas a esta nueva aventura que pretende acoger bajo su bandera a todo el independentismo, aunque ni ERC ni, mucho menos, la CUP hayan mostrado ningún interés en sumarse a un proyecto que «se conforma en el espacio de la derecha de siempre, de la derecha que representa lo que fue Convergència i Unió».

Sin embargo, las aguas bajan revueltas porque en el PDeCAT los tambores tocan a rebato. «El PDeCAT es un partido, queremos estar en la Crida porque es un movimiento, pero si la Crida se convierte en partido, que no cuenten con nosotros. No nos vamos a disolver en la Crida.». Esta sentencia se está oyendo desde hace varías semanas en la sede del PDeCAT al tiempo que surge la gran duda: «La cuestión es saber si la dirección del partido se plantará».

El presidente del partido, David Bonvehí, ha movido pieza nombrando como hombre fuerte del PDeCAT a Ferran Bel, alcalde de Tortosa, diputado en el Congreso y desde este lunes secretario de organización del partido. El motivo de este movimiento de Bonvehí es parar los pies a la vicepresidenta Miriam Nogueras, personaje impuesto por Carles Puigdemont en la Ejecutiva del PDeCAT, que se muestra orgullosa de que se califique a su organización como PDeCUP.

Según las fuentes consultadas por LA RAZÓN, «el PDeCAT se plantará porque David –Bonvehí– está fuerte, conoce el partido, y tiene el apoyo del mundo municipalista, muy revuelto por los últimos acontecimientos». Sin embargo, el nerviosismo cunde en el partido que fuera el representante de la moderación y el seny porque se está calibrando «los costes de lo que será una ruptura en toda regla. La única ventaja que tenemos es que, si hay ruptura, los derechos electorales los tiene el PDeCAT, no la Crida». Los partidarios de dar un puñetazo sobre la mesa se escudan en una especie de mantra: «Bonvehí no es Marta Pascal, tiene el partido más cohesionado y más ascendencia. Y el Puigdemont de hoy no es el Puigdemont de hace unos meses».

Los dirigentes consultados tratan de poner sordina a este movimiento que puede poner en crisis a la derecha independentista catalana: «Ya se verá». Pero está claro que la posible ruptura con Puigdemont y Torra está encima de la mesa: «Ni siquiera Torra es militante del PDeCAT», espetan. En el fondo de la discusión está que los dirigentes del partido temen un «tremendo revés en las municipales. Hace cuatro años no tuvimos buenos resultados en el área metropolitana de Barcelona, tampoco en Barcelona, ni en Lérida. Sólo Gerona se salvó. Con el cartel de la Crida esto puede empeorar. Podremos ganar en pequeños municipios pero el fracaso en la zona más poblada podría ser una evidencia».

Fuente: La Razón

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