?¡Dos pardalets, una aguileta!?

Este personaje se hizo popularísimo en Valencia en las primeras décadas del siglo XX. Vendía pajaritos por la Plaza Redonda, y su cancioncilla la conocía todo el mundo: ¡dos pardalets i una aguileta, d’eixes que van en bicicleta!

La Valencia medieval y foral no se puede describir sin la gran Plaza del Mercado. Los pregones de los vendedores ambulantes fueron la sintonía que acompañó el siglo XIX y principio del XX

E stán en las crónicas y en las ?aucas?…, pero menos en los volúmenes de la historia académica, siendo como son la urdimbre sobre la que se construye la trama, y como me decía el maestro Vidal Corella, para conocer la historia, hay que contemplar, además de las mayúsculas, las minúsculas… de las historias de los hombres comunes…, los tipos y costumbres, haceres y sentires de la calle, donde se fragua y padece, donde empieza y acaba, la historia con mayúscula.

Hoy, recordamos aquí unos personajes, usos y costumbres que forman parte de la corporeidad vital de nuestro pueblo, de nuestra intrahistoria, de la memoria colectiva ?y en muchos casos, aún viva? de los valencianos.

Cuando era niño y me enfurruñaba porque no me daban algo, mi abuelo me embromaba con el pregón de un vendedor callejero popular en la Valencia de finales del XIX, principios del XX, ?el pardalero?, que vendía pajarillos de barro cocido con un ?xiulet? ???¡Dos pardalets, una aguileta!??…, cinco céntimos?: ??¡Xiquets ploreu, que pardalets tindreu!??. 

La ?corte de los milagros? 
Tenía ?el pardalero? su centro de operaciones en la Plaza Redonda, el viejo ?Clot?, llamado así desde siglos atrás por su desnivel, y que era el lugar de venta de la volatería. Hay una ordenanza de 1665 en que ?almotacén? ?notable figura del mercado establecido por privilegio del propio Jaime I en 1261, que vigilaba pesos, medidas y calidades? establecía que ?Ningu que vena perdius ó altra cuasevol volateria (…) que no presumisquen vendre en ninguna part de la ciutat sino en lo Clot del Mercat?.

El Mercado de Valencia, cuya fama de abundancias ?y vitalidad humana? es citada de antiguo, y por fuentes de autoridad, como es el caso de Luis Vives, que escribía desde Brujas sobre su ciudad natal y se detenía en el ?grande mercado, donde se goza el visitante del buen orden, distribución y aseo de sus mercaderías (…) ¡Qué olor el de sus frutas!,¡qué variedad, cuanta hermosura! (…)?

Como hemos dicho, viejas crónicas y dietarios memoriales recuerdan también la multitud colorista que poblaba el gran Mercado de Valencia, centro neurálgico de la ciudad, mentidero y ?corte de los milagros?. ?Todo era bullicio ?describe Vidal Corella?, junto a los labradores alabando sus productos a los vendedores que a su vez pregonaban sus mercancías, recitaban los ciegos sus coplas, deambulaban los estudiantes en busca de galanteos, hacían colecta los legos de las órdenes mendicantes, perseguían los alguaciles a los pilluelos, parásitos del Mercado, a quienes se les llamaba humorísticamente ?canonges del mercat?… 

?… Otras veces aquel bullicio se apagaba cuando aparecía el lúgubre cortejo de ?morro de vaques?, como era llamado el verdugo de la ciudad, que entre frailes y cofrades, conducía algún reo a la horca, fatídicamente levantada en la epoca de la Valencia foral en el propio Mercado? ?y que, añadimos, duró allí hasta entrado el siglo XVII, en una esquina de la plaza del Mercado?. Pero también era la plaza escenario de celebraciones y festejos, como ?còrrer e acanysar bous?, y, así, hay constancia de que ya en 1373 se efectuó allí un ?corro de bous?.

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Pregones populares 
El comercio popular en el exuberante y variopinto Mercado, y en torno a él, ha trascendido a todas las épocas y está fijado en la memoria colectiva de los valencianos ?como el citado caso del ?pardalero? o en negro sobre blanco: el mercado de Arroz y tartana de Blasco Ibáñez.

Tipos pintorescos, que nacieron del caldo de cultivo del Mercado y fraguaron en un comercio popular, ambulante y callejero, nutren también la historia tradicional y popular de Valencia. Deambulando por la ciudad, ellos y sus pregones ?reflejados en antiguas publicaciones y grabados: la espléndida Auca del Mercat, de la que entresacamos dos estampas para ilustrar esta página? formaron parte intrínseca de la sociedad valenciana y la apostillaron. Estos personajes alcanzaron su apogeo en el mil ochocientos hasta principios del pasado siglo. Y si la Valencia medieval no se puede describir sin la Plaza del Mercado, el ?entresiglos? ochocentista y preindustrial de la ciudad quedaría sin color sin la referencia a esos protagonistas del comercio popular, cuya existencia y actividades dan cuenta por si mismas del tipo de sociedad de ese tiempo.

¿Cómo se va a entender esa Valencia sin hablar, por ejemplo, del ?femater?, con su somero carro o con burro y serón, ofreciéndose en su pregón ???¿Ama, hi ha fem???? para recoger la basura de las casas, a cambio de algún producto huertano, tradicionalmente calabazas o boniatos para los dulces de Navidad?

Vidal Corella hace un recorrido a partir del Auca del Mercat y rescata esos pregones que son el eco en el que resuena todavía, y fielmente, una época de la historia de Valencia. Así, nos habla del ?cocoter?, con su cesta de ?cocotets de peix?, empanadillas de pescado, y una bota de vino, lanzando al viento su pregón: ??¡Cocots y vi, cavallers!??; el ?cafetero?, que calado en la babeza su ?barret?, en sus manos una cafetera y una estufa y un ancho platillo de vasos, pregonaba su ¡café calentet!; la ?carabassera?, con su calabaza asada ofrecida a los compradores en apetitoso pregón: ??¡Carabassa com la mel!??; el vendedor de ?arrop i tallaetes?, la confitura popular valenciana; el ?horchatero? que se acercaba a la ciudad ?cuando aún quedaba alguna distancia con la huerta metropolitana? con sus heladeras de corcho con la horchata y el agua de cebada:??¡gelà y dolça!??… 

Los artesanos recorrían las calles de una ciudad, social y económicamente todavía entre la menestralía y una clase media emergente, en su coexistencia final, y ellos ?retrataban? ese tránsito en curso, el lapso de un tiempo que se iba y otro que llegaba trabajosamente, como, por ejemplo, el ?foguerer?, que fabricaba hornillos a domicilio…