Alemania, entre la necesidad y el odio al extranjero

Firas Al Kafahji tiene 40 años y en 2016 llegó a Alemania desde Irak como refugiado. Todavía pasa serios apuros con el alemán pero, sin embargo, hace tan solo unos días, y tras terminar su formación en una escuela para solicitantes de asilo, fue capaz de presentar ante sus profesores y el resto de compañeros su trabajo de fin de curso. Al Kafahji ya está listo para empezar a trabajar. El suyo es uno de los miles de casos de éxito que en los últimos días se ha destacado en los medios alemanes para subrayar que la integración de los refugiados en el mercado laboral avanza mucho mejor de lo que muchos esperaban tras la llegada masiva de peticionarios de asilo en el año 2015.

No obstante, su caso también sigue alimentando la efervescencia de un populismo que en los últimos años no solo ha llevado al partido xenófobo Alternativa para Alemania (AfD) a ser el principal grupo de la oposición en el Bundestag, sino a dotarle de una fortaleza que podría darle aún más impulso de cara a las próximas citas electorales.

Por primera vez desde que Angela Merkel instaurase su política de puertas abiertas, Berlín está ante la tesitura de salir en defensa de la esfera económica, auspiciando su mano de obra, o de salvar un proyecto político y colmar las peticiones de un electorado que, en detrimento del tradicional mensaje de los principales partidos, se ha visto seducido por el que, en contra de los refugiados, se proclama sin escrúpulos desde AfD.

Es un hecho que Alemania envejece y que necesita de mano de obra cualificada. De ahí que esta pasada semana el Consejo de Ministros aprobara dos proyectos de ley para reglamentar la inmigración de trabajadores de países de fuera de la UE y cubrir las principales carencias de mano de obra que afectan al país. Un desafío que se plantea en un momento en el que la extrema derecha ha convertido la migración en un asunto políticamente ultrasensible y muy rentable.

El primero de los dos proyectos abre la posibilidad a ciudadanos de países de fuera de la Unión Europea de buscar trabajo en Alemania, aunque con importantes requisitos: deben tener conocimientos del idioma, una formación laboral o universitaria que haga pensar que puedan integrarse en el mercado laboral y el dinero suficiente para permanecer en el país por sus propios medios durante al menos seis meses para buscar trabajo.

El segundo proyecto apunta a los solicitantes de asilo cuya petición haya sido rechazada pero que por diversas razones no pueden ser expulsados del país y hayan hecho progresos en su integración. Con el cumplimiento de ciertos criterios –haber trabajado al menos 18 meses, no haber delinquido y que no haya dudas sobre la identidad–, a esas personas se les otorgará un permiso temporal de trabajo que, tras 30 meses, se puede convertir en definitivo. «Necesitamos mano de obra de terceros países para asegurar nuestra prosperidad y ocupar los puestos vacantes», llegó incluso a admitir el ministro del Interior, Horst Seehofer, conocido por su política de línea dura con la inmigración. No obstante, distintos analistas subrayaron que la legislación probablemente sea enmendada cuando sea tratada para votación en el Parlamento.

La falta de mano de obra es una de las mayores preocupaciones de los empresarios alemanes, según revelan las encuestas, sobre todo en algunas regiones del sur del país y en polos industriales en el norte. Alemania registra una tasa de desempleo del 4,8%, la más baja desde la reunificación del país. Las cifras del Instituto para la Investigación del Mercado de Trabajo y el Empleo (IAB), dependiente del Ministerio de Trabajo, indican que hay 1,2 millones de puestos de trabajo vacantes en el país. Sectores enteros de la industria alemana dependen de la mano de obra aportada por la inmigración. También la pequeña y mediana empresa, que en Alemania es el corazón de la economía.

Pero incluso con estas cifras sobre la mesa, no faltan los escépticos. El director de la Asociación Alemana de Ciudades y Municipios, Gerd Landsberg, advirtió ayer contra las «ilusiones» de los planes aprobados por el Gobierno. «La escasez de trabajadores cualificados en Alemania no se resolverá con la nueva ley», aseguró. Unas palabras que fueron recogidas inmediatamente por la extrema derecha que, personificada en la figura de AfD, no se cansa de reiterar su visión de este fenómeno recordando, por ejemplo, que tres de cada cuatro refugiados subsisten a base de ayudas públicas sin formar parte de los numerosos cursos de idiomas o profesionales que les facilita el Estado.

La llegada de refugiados a Alemania ha polarizado a un país que en un primer momento les recibió con los brazos abiertos, pero en cuya opinión pública, con el paso del tiempo, la cuestión del asilo ha creado importantes grietas, lo que ha resucitado a la extrema derecha y desbaratado los equilibrios políticos existentes hasta ahora.

Fuente: La Razón

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