Àlvar Monferrer habló en el Salón de Actos del Edificio Hucha de la Fundación Caja Castellón de Bruixes, dimonis i misteris (Brujas, demonios y misterios) explicando, como hace en el libro homónimo, una colección de curiosas historias del acervo popular que hacen referencia a tales fenómenos.
El autor afirma que la Comunidad Valenciana “tuvo también sus brujas, claro está, pero quizá con mejor suerte que las de lugares donde los moralistas inquisidores no se avenían a respetar el talante de la gente” y añade que “por fortuna aquí no se quemaron tantas”.
Àlvar Monferrer y Monfort (Las Useres, 1940) es doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Barcelona. Fue Jefe de la Sección de Asuntos Generales de la Conselleria de Economía y Hacienda en Castellón de La Plana y del Servicio de Gestión de la Delegación Territorial de Servicios Sociales. Fue profesor de Psicología en la Universidad de Barcelona; de Antropología y Sociología en el Centro de Estudios Mater Dei de Castellón de La Plana; y de Psicología en el Centro Asociado de la UNED a Vila-real.
Aparte de publicaciones sobre servicios sociales, educación y psicología educativa, Monferrer ha centrado su trabajo en el campo de la Etnología, sobretodo, de la religiosidad popular y temas derivados con numerosos libros publicados y una quincena de artículos en varias revistas. De entre los libros publicados destacamos Las cofradías en Castellón y sus comarcas desde la Edad Media hasta finales del Antiguo Régimen (2008: Castellón, Universidad Jaime I) Las fiestas de los Niños (2009, Valencia, CVC), Los endemoniados de la Balma (1997, Valencia, CVC), Els Pelegrins de les Useres (1991, Valencia, CVC), o El Romancer valencià (Antologia) (2004, Picanya, Ediciones del Bullent) con el que también ganó el Premio Bernat Capó el año 2003. Monferrer es miembro del Instituto Municipal de Etnología y Cultura Popular, del Consejo Asesor de la Universidad CEU – Cardenal Herrera, de Valencia y del Patronato de la Fundación Caja Castellón.
“Brujas, demonios y misterios”
Actualmente es bien conocido qué es eso de la Santa Compaña gallega, o que los muertos de las tribus indias van a parar en el cielo del gran Manitú. De estas historias tenemos tantas como los gallegos, los pueblos oscuros de la Europa del norte y del centro, o los indios americanos. Àlvar Monferrer nos explicará algunos de estos elementos de la cultura popular propia, ya sea por que el autor los ha vivdo en carne propia (hechiceras de les Useres) o de otros informantes, los ha recogico de fuentes literarias o de documentos de siglos pasados. A caballo entre la imaginación, la literatura y la vida diaria leeremos casos de sanadoras, sabremos qué se encontraron a los siglos XIV y XV cuando hicieron investigaciones por nuestra casa, conoceremos de la existencia de una silla abacial endemoniada, y mucho más.
Monferrer destaca que “la práctica de la magia en la religiosidad popular y la atribución de brujería ha estado considerada una actividad principalmente protagonizada por mujeres al considerarles la atribución implícita de tener poderes ocultos tanto benignos como malignos. Frente al papel que en las antiguas religiones mistéricas y no mistéricas desempeñaba la mujer como sacerdotisa, profeta, vestal… la mujer cristiana es sistemáticamente discriminada como resultado de una manera de entender la religión nacida más de los fantasmas machistas que de las Escrituras en las que se sublima en la figura de la Virgen María el gran ideal femenino del hombre religioso, pura y sin ninguna mancha”.
Sin embargo, recuerda “existían mecanismos mediante los cuales las mujeres discriminadas podían encontrar un camino que las hiciese sentir miembros de la sociedad. Monjas, beatas y devotas, es decir, mujeres que, al menos institucionalmente, cumplían un ideal de santidad”.
Entre las distintas modalidades brujeriles fue la erótica tipo Celestina la más enraizada, cuya actividad se vinculaba al funcionamiento de los burdeles valencianos que en el siglo XV fueron los más grandes de Europa, pasmo y recreo de los forasteros y visitantes.
Entre las numerosas pruebas sobre la existencia de las brujas valencianas que cita Monferrer se encuentran los escritos del historiador Ricardo García Cárcel. “En sus obras sobre la Inquisición recoge testimonios de las brujas juzgadas en nuestros tribunales del Santo Oficio», dice. Brujas autóctonas con nombre propio: Felipa la Negra, Esperanza Cafabregues, Violante Mascó, Juana Torrelles la Paridera, Catalina Ruíz, Tecla Sirvent, Mari Cabello, Úrsula Navarro, Esperanza Ramón y un largo etcétera. Algunas eran esclavas, otras moras o judías. Las vidas de todas ellas argumentos de otras tantas novelas”.
Monferrer recuerda que “la posición social de la mujer a la edad media y moderna era tal que, a pesar de que se veía obligada a trabajar sin descanso, nadie reconocía la importancia de su trabajo. Entonces, una de las escasas posibilidades que se le abrían para llamar la atención era comportarse de una manera extraña. Así presentaba convulsiones y otras conductas con el objetivo de salir del anonimato aplaste”.
A ello hay que añadir que “Existía también la creencia extendida de que las mujeres eran más proclives a la posesión diabólica por lo que no hay que insistir en la realidad de la discriminación de género a la cultura occidental. En general, se trataba de mujeres de clases populares, es decir, gente que unía a la discriminación por el género la discriminación por la ignorancia y el bajo poder económico”.
Aunque también son conocidos casos del género masculino al recordar «algunos brujos que ponían una vela a Dios y otra al diablo: Juan de Chaves, Damián Andrés, Pedro Sancho, el tintorero Pedro Gregorio, el presbítero Nicolau Gerni, el canónigo turolense Miguel Maestro y el fraile menor Antonio Rodríguez, entre otros», concluye Monferrer.