Los miembros de las desaparecidas secciones deportivas del Valencia protagonizaron historias de leyenda
Acostumbrados a contemplar al Valencia desde una perspectiva de absoluta centralidad futbolística, frecuentemente olvidamos que el club fue, hasta fechas relativamente recientes, una entidad polideportiva de gran prestigio. Entre 1924 y 1936 y, con posterioridad, entre 1959 y 1994, la marca Valencia Club de Fútbol amparó y alentó el desarrollo de equipos asociados en un buen número de disciplinas que iban desde las más populares, como el baloncesto o el atletismo, hasta deportes que hoy se nos antojan tan exóticos como el bolopista.
Nacidas en una época de efervescencia deportiva con el romántico objetivo de extender la práctica de la actividad física, las secciones proporcionaron resonantes triunfos al club de Mestalla a lo largo de su medio siglo de vida. El Valencia pudo así presumir de unir a su palmarés futbolístico un buen número de títulos y campeonatos, así como de contar con una nómina de deportistas de alto nivel como Leonardo Banacloches, Dionisio Bru, Rafa Blanquer, Antonio Campos, Enrique Melo, José Antonio Chico o Jesús García Bragado. Todo ello duró hasta que en el verano de 1994 Paco Roig, entonces presidente del club, estimó que el patrocinio de estas entidades (y el apoyo económico al Mar Valencia, el extraordinario equipo de balonmano femenino), que suponía una nimiedad en el presupuesto del club, era un «despilfarro». Y así, en el transcurso de una junta general celebrada en la Fonteta, liquidó cincuenta años de historia de la peor manera posible. Meses después, el presidente justificaría el cierre en una cena navideña con los peñistas argumentando que «no había un duro» en la caja de la entidad. Sí lo había, sin embargo, para rocambolescos fichajes futbolísticos de escaso resultado. O para la polémica ampliación del estadio en la que, algún tiempo más tarde, se embarcaría el presidente contra viento y marea. O, en definitiva, para autoasignarse un porcentaje del presupuesto del club como sueldo, netamente superior a lo que hubiera costado subvencionar a algunas secciones deportivas.
La sección más longeva de la entidad, la de mayor y mejor recuerdo entre los valencianistas veteranos y la que proporcionó al club los mayores éxitos deportivos (el último, el campeonato del mundo de 50 kilómetros marcha conseguido por García Bragado en 1993) fue la de atletismo. Nació a partir de los triunfos cosechados por el hijo del conserje del camp d’Algirós, el popular Pepe Andrés El Roget, único deportista del Valencia, si no me equivoco, que tiene dedicada una calle en la ciudad. Junto al Roget formaban parte de aquel grupo inicial de corredores Luis Archelós y Manuel Lora, llamados a hacer historia, junto a Vicente Cucarella, en la Vuelta a España a Pie de 1926.
Más allá del indudable carisma del Roget, Lora me parece el personaje más interesante de cuantos formaron parte de la primera hornada de atletas del Valencia. Es, de hecho, uno de tantos tesoros semiocultos en los cien años de historia del club, oscurecido por los grandes nombres del equipo de fútbol. Su espléndida trayectoria contempla hazañas deportivas como la ya mencionada Vuelta a España (en la que recorrió 3353 kilómetros en 80 etapas) o el Raid París-Valencia, que emprendió con la única compañía de Archelós. Sus peripecias, sin embargo, solo habían merecido unas pocas líneas en nuestra historia. Por eso, cuando publiqué mi libro 25 historias del Valencia CF que quizá no conozcas me propuse rescatar del olvido uno de sus mayores hitos: el viaje a pie a Menton, recién proclamada la República, para llevar banderas y flores a la tumba de Blasco Ibáñez.
La preciosa historia tuvo una resonancia espectacular en su momento pero hoy casi la hemos olvidado. Apenas finalizadas las celebraciones del 14 de abril, Lora y El Meló, un popular corredor alicantino (de ahí el «corres més que El Meló» que se sigue oyendo en tantos pueblos valencianos) realizaron su particular homenaje a Blasco Ibáñez como mejor sabían: corriendo. Cubrieron el viaje (1200 kilómetros junto al Mediterráneo) en 24 etapas recibiendo el calor de los aficionados durante todo el recorrido. Fueron acogidos por autoridades españolas y francesas, vitoreados por valencianos expatriados e, incluso, merecieron la atención de las grandes cabeceras internacionales como el New York Times. Al llegar a Menton la viuda de Blasco los colmó de atenciones, al tiempo que se refería a ellos como «valerosos y excelentes patriotas».
Posteriormente, tras la guerra, Lora sería represaliado y encarcelado por su militancia izquierdista y su carrera deportiva quedó difuminada. La recuperación de sus gestas, como las de tantos y tantas integrantes de las secciones deportivas del Valencia Club de Fútbol, sigue siendo una de nuestras asignaturas pendientes.