A estas alturas no escondemos nada si confirmamos que una de las debilidades de los clientes en la hostelería actual son las nuevas bodegas. Las modernas vinotecas consiguen, diariamente, la inscripción continua de nuevos aficionados al catastro vinícola.
Arrastrados por la onda expansiva de las sinceras recomendaciones, vis a vis, nos dirigimos a Bodega Albarizas (Antonio Suárez, 29) donde al parecer, totalmente confirmado, quieren devolverle la «Grandeur» al consumo del vino.
La decoración es toda una declaración de intenciones, el espacio interior simula una acogedora barrica. Nos introducimos en una coqueta tina que armoniza semejante escenario. El madrugador apostolado del fantástico vermut casero, camuflado de uva bobal y hierbas de Chelva, se fusiona con los actos previos a la sobremesa. Un público cosmopolita e idólatra del vermú casero se concentra para adorar la pequeña barrica que guarda el tesoro líquido.
Presentadas las credenciales encontramos acomodo en el interior. Ni siquiera el pequeño aforo puede sabotear el entendimiento en plena hora punta. Como en los buenos misterios hosteleros, no hace falta fabular para conocer el porqué de su éxito: Alentados por las referencias ofrecidas, las utopías vinícolas no resultan insignificantes, se abre una ventana de oportunidades. Aconsejan sin gesticulación y con eficiencia. Al ver las tapas de cecina y quesos ofrecidas en la mesa de al lado, reconocemos que disfrutar será fácil y fracasar imposible. Hasta te enseñan a manejar el palo… cortado de Jerez.
Atracción vinícola
A cata consumada surgen conclusiones ventajistas, vamos con ellas. Toda la fraseología que se emplee desemboca en plena satisfacción por la calidad de los productos. Dicho de otra manera, las conservas ofrecidas son un guiño de cortesía «gourmet». Hasta la obsequiosidad cualitativa de los embutidos y quesos responde a un criterio «delicatessen». Al probar el tomate con ventresca de atún, los espárragos cojonudos y las anchoas del cantábrico, atestiguamos la calidad entre pellizcos de incredulidad gustativa.
Bodega Albarizas es un espacio ideal, de atracción vinícola, donde no lleguen los conocimientos del cliente actuará el efecto igualador y excelso del binomio sumiller-enóloga de Alba Sánchez, propietaria del local, y su estrecha colaboradora Mery Moreno
La relación entre los clientes y el servicio predispone a un acuerdo «vinoneurálgico» de mayor relevancia, cada día conocen una referencia más o redescubren una denominación que tenían olvidada. En la barra se construye un eje de alianzas que incluye una línea de interlocución, preferente, de consejos vinícolas y achampanados, donde la sumiller y la enóloga se convierten en consejeras áulicas.
Por más que los silogismos hosteleros casi nunca sean lineales, pensar que la elección de un determinado vino no tiene consecuencias en los paladares es forzar demasiado las premisas. Déjense aconsejar.
En este pequeño enclave hostelero se dirime, de manera habitual, un duelo entre las denominaciones de España, Francia y Portugal. Un atlas vinícola que extrema la tutela al aficionado y ejerce un efecto centrífugo entre todos los clientes. Ortodoxia sumiller, como figura instrumental, a beneficio de la doctrina del culto al vino.
Los aficionados al universo del vino y del champán, tan necesitados de sitios diferentes, tienen aquí una oportunidad. Y si tienen su propio manual de estilo y ambicionan conocer el mejor vino posible, este es su lugar sin necesidad de carta real.
Sin nostalgias
Aunque no hay ninguna nostalgia hostelera más profunda que añorar el ambiente de las antiguas bodegas, desaparecidas de manera natural por los cambios de hábitos y el implacable efecto franquiciador, no nos precipitamos al atribuir un resurgimiento de las tascas modernas donde cerrar filas en busca de la autenticidad vinícola.
Llamamos bodega a este establecimiento, con púdico eufemismo, cuando es en realidad una vinoteca Premium, de largo recorrido, con un maridaje sin tabúes.
No necesita focos comerciales potentes que la alumbren, en tan solo catorce meses se ha convertido en un proyecto consolidado. El discurso alambicado de esta vinoteca brilla mientras reluce en paralelo la sencillez hostelera, sin ningún grado de contaminación lumínica en forma de estrella.
Al despedirnos apalabramos con el mismo sentido de oportunidad y urgencia un futuro regreso a la bodega Albarizas…hasta mañana. No se lo pierdan.
Fuente;: La Razón