Bolsonaro, el trumpista del trópico

Cuando yo quería entrar en la Escuela Diplomática, aprendí que Brasil era el país del futuro. Transcurrido medio siglo, la quizás quinta nación más poblada de la tierra continúa siendo el país del futuro. No acaba de codearse con los grandes como ya ampliamente logró China y lo empieza a conseguir India.

Y ahora, en un sorprendente escenario va a hacer presidente a un ultraderechista, casi con certeza en la segunda vuelta, a un político nostálgico de la dictadura militar que rigió el país con mano dura hace treinta años.

Las comparaciones con Trump son inevitables: Bolsonaro es misógino, racista, autoritario, enemigo de lo políticamente correcto. Pero más significativas son las similitudes de las razones, no personales, que van a llevar a la Presidencia a un persona de sus características. Antes debemos subrayar lo que han hecho mal los anteriores gobernantes. Dentro del hastío creado por esos políticos los brasileños están hartos de la corrupción de los últimos años y que salpicó al carismático Lula –«este es mi hombre», exclamó Obama en un congreso– y su partido el PT. Lula cumple una condena de doce años por corrupción en una sentencia que llegó hasta el Supremo y su sucesora, Dilma Rousseff, también fue inhabilitada por un motivo parecido. Si bastantes brasileños desconfían de Bolsonaro, un número aún mayor detesta al PT y, sin entusiasmarles el ultraderechista, confiesan que todo menos la gente de Lula. Una encuesta de Latinobarómetro indica que sólo el 8% tiene confianza en el Gobierno, ni en el de Lula ni en el actual de su opositor Temer, el porcentaje inferior de todo el continente, y casi un 50% manifestaba hace meses que no le importaba que volviera la Junta Militar si eso significaba que acababa la corrupción. En Estados Unidos ocurrió otro tanto, mucha gente se inclinó por Trump no solo porque estaba en contra de los poderes establecidos y rompía moldes, sino por el rechazo que producía en amplias capas de la población la más inteligente, mejor preparada y mejor financiada Hillary Clinton. Una parte importante de la población pensaba que «no era digna de confianza». La gente quiere, pues, un cambio.

Otra causa de que Bolsonaro haya logrado un sorprendente 46% es la seguridad. Aunque las estadísticas brasileñas no son totalmente fiables, algunas indican que en Río de Janeiro hubo el año pasado miles de asesinatos, el Ejército patrulla algún barrio, de otros la ley está ausente, las violaciones han aumentado considerablemente y un agente del orden muere violentamente cada día. Una de las promesas de Bolsonaro es que no vacilará en llevar a la cárcel a un abundante número de delincuentes que ahora se pasean por la calle. La promesa es quizás un brindis al sol porque las prisiones están ya saturadas con el doble de inquilinos que la cantidad para la que fueron diseñadas. Imitando a Trump ha avanzado que será mucho más fácil obtener una licencia de armas.

En la campaña parecen haber jugado un papel importante las redes sociales, donde han proliferado las noticias inventadas por ambos bandos, con más profusión y habilidad las difundidas por el grupo del vencedor. Una propagada por la derecha es que Haddad, candidato del PT, haría cosas como Maduro. Algún estudio apunta a que unas 50 de estas «fake news» pueden haber hecho mella en el electorado. Los medios tradicionales han perdido influencia. Otro calco de Estados Unidos, donde los importantes no han podido, a pesar de sus esfuerzos denodados, impedir la elección de Kavanaugh al Supremo.

Al iconoclasta marcadamente derechista lo han votado mayoritariamente en el sur y en suroeste y considerando todo el país fundamentalmente, los hombres, la gente con estudios y los que viven con un cierto desahogo. Su programa es vago aunque si repite su victoria habrá una catarata de privatizaciones para enjugar la deuda.

Promete una bonanza económica como la de la dictadura, esa imagen, solo parcialmente cierta, de prosperidad con los militares ha calado y el interrogante es si mantendrá la democracia en el país. Sus partidarios defienden enconadamente que sí. Como en EE UU hay contrapesos judiciales y legislativos. Ahora bien, agradable noticia para Bolsonaro, es cierto que el Congreso estará asimismo lleno de personas, de muchos partidos, inclinadas a la derecha.

Fuente: La Razón

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