Buteflika desoye a la calle y mantiene su candidatura

En un giro importante de los acontecimientos, el presidente de Argelia, Abdelaziz Buteflika, anunció ayer a través de una carta que mantiene su candidatura a las presidenciales del 18 de abril, pero que, de ser elegido, organizará una conferencia nacional seguida de nuevos comicios en los que él no participará. Asimismo, el «rais» también se comprometió a llevar a cabo una reforma constitucional que deberá ser ratificada en referéndum.

La batería de promesas de Buteflika, que lleva en el poder desde 1999, se produjo tras más de una semana de movilizaciones masivas por todo Argelia en contra de que concurriera a las elecciones en busca de su quinto mandato. En su carta, Buteflika se dirigió por primera vez a los manifestantes y aseguró haber comprendido las protestas de unos «argelinos que le interpelaron sobre el futuro del país».

Aunque la carrera electoral de Buteflika sigue en marcha, su oferta supone un giro del régimen, que hasta el momento se había mostrado impasible. Sin embargo, la ola de protestas que estalló el viernes 22 de febrero se ha transformado ya en una denuncia estructural el sistema de gobierno vigente en Argelia, cuyo régimen está actualmente controlado por una élite formada por miembros del Frente de Liberación Nacional, como Buteflika, el Ejército y grandes empresarios. Por ello, no está claro cómo reaccionarán los manifestantes ante la oferta del presidente.

La carta de Buteflika fue difundida a última hora de la tarde después de que Argelia pasara un día sumida en el suspenso. El plazo oficial para presentar candidaturas electorales se cerraba a media noche y, según medios suizos, Buteflika aún se encontraba hospitalizado en Ginebra. Finalmente, fue su flamante director de campaña, Abdelghani Zaalane, quien hizo acto de presencia ante el Consejo Constitucional para depositar las firmas que se habrían recogido a favor de la candidatura de Buteflika. El hecho de que fuese Zaalane, y no Buteflika, quien presentara la documentación levantó polémica legal, ya que Abdelwahab Derbal, presidente de la Comisión Electoral, observó que los documentos para oficializar candidaturas «deben ser presentados por el propio candidato». La agencia estatal APS, en cambio, aseguró en un artículo que la ley electoral «no exige la presencia física del candidato» en cuestión.

A sabiendas de la importancia de la jornada, decenas de miles de personas, en su mayoría jóvenes, se volvieron a movilizar ayer por numerosas ciudades de Argelia para exigir que Buteflika, que el sábado cumplió 82 años, renuncie a sus aspiraciones de seguir al frente del país, una responsabilidad para la que creen que no está capacitado. Desde que Buteflika sufrió un derrame cerebral en 2013, solo ha hecho comparecencias públicas en contadas ocasiones y su estado de salud es un misterio, por lo que nadie duda de que quien dirige el país es su círculo cercano.

El número de manifestantes movilizados ayer en Argel, donde de nuevo hubo un fuerte despliegue policial, estuvo cerca de la cifra registrada el viernes durante las mayores protestas que ha vivido el país en años, según Reuters. Como es la tónica general desde el inicio de las movilizaciones, las marchas fueron mayoritariamente pacíficas.

Por otra parte, varios partidos anunciaron ayer que renunciaban a su voluntad inicial de concurrir a las elecciones como forma de protesta, un movimiento que busca restar legitimidad a los comicios. Las figuras más destacadas en oficializar su renuncia fueron Abderrazak Makri, presidente del partido islamista moderado Movimiento por la Sociedad de la Paz, y Ali Benflis, antiguo jefe de gobierno y actual presidente del partido Vanguardia de las Libertades. Todas las renuncias, sin embargo, se produjeron antes de la carta de Buteflika.

De esta manera, el ex general del Ejército Ali Ghediri figura ahora como el contendiente de más renombre. Aunque la principal oposición que el «rais» encontrará en las elecciones, en el caso de que sigan adelante, no estará en las urnas, sino probablemente en la calle.

Fuente: La Razón

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