Son muchas las personas que, ya no por la crisis sino por determinadas circunstancias, están en riesgo de exclusión social y de marginación en la sociedad. Por ello, existen asociaciones que ayudan a este tipo de gente para reintegrarse y les dan una formación y una asistencia para que vuelvan a ser «válidos» entre la ciudadanía.
En la Comunitat Valenciana hay varias: «Proyecto Hombre», «Pastoral Penitenciaria», «Piso Claver» y por último el «Casal de la Pau», que, con los valores de acogida, autonomía, respeto, acompañamiento y libertad, pretende atender a aquellas personas que se encuentran en una situación de extrema vulnerabilidad e indefensión social y que, en la mayoría de los casos, fueron reclusos. En palabras de su presidente y fundador, Jose Antonio Bargues, «la incondicionalidad y el acompañamiento han guiado el trabajo de esta asociación desde su fundación en 1972».
Entre los objetivos de Casal destacan la integración en la sociedad de aquellos que no puedan hacerlo por sí solos, la cobertura de las necesidades de manutención y alojamiento, atención a los inmigrantes y la proporción de asistencia sanitaria.
La gente a la que acogen es diversa tanto en edad (entre 19 y 70 años), raza y religión. Por desgracia, la mayoría tienen un punto en común y es la infección del virus VIH. También reciben a personas con deterioro físico o psíquico, drogadictos o alcohólicos y, sobre todo, a individuos que provienen de largos periodos de internamientos, ya sea en reformatorios, orfanatos o prisión: anualmente atienden a 400 exreclusos.
El día a día de esta asociación sería inviable sin el equipo de trabajadores: abogados, enfermeras, cuidadoras, etcétera., y los voluntarios y voluntarias, más de 80, que acuden cada día a ayudar en las labores de la asociación. Sin embargo, uno de los objetivos es rejuvenecer el voluntariado ya que actualmente es muy mayor. Por otro lado, el presidente «afirma que la ventaja de esta vejez es que tienen mucho tiempo libre, mucha experiencia y mucho cariño que dar».
Felicidad Folguera, coordinadora del voluntariado y cuidadora, confiesa que los «acogidos» reflejan tristeza y desconfianza en cuanto llegan, pero poco a poco «vamos apreciando el cambio y descubrimos que sí saben sonreír, pero para ello deben percibir cariño».
Las actividades que realizan a diario para perseguir los objetivos, afirma Felicidad, son muy amplias. «Les damos atención jurídica, les proporcionamos un lugar donde dormir, actividades de ayuda mutua y de autoayuda a enfermos crónicos, entre muchas otras».
Pero una de las labores fundamentales que tienen como asociación es crear conciencia social de que el delincuente y su delito, los jueces con sus juicios y los funcionarios de prisiones y los encarcelados, son cosa de todos y no puede quedar al margen de la responsabilidad de cada uno como persona.
Source: Comunitat Valenciana