Ciudadanos consumó ayer el «plan Arrimadas». Un movimiento estratégico con el que el partido de Albert Rivera deja claro que apuesta todo a La Moncloa. En la sala de máquinas de la formación naranja son conscientes de lo ajustado que, casi con toda seguridad, será el resultado del próximo 28-A. En esa lucha por cada voto, con el PP y Vox hacia la derecha y con el PSOE en el flanco del centro-izquierda, el «fichaje» de la primera candidata que fue capaz de derrotar en Cataluña al secesionismo pretende marcar un punto de inflexión. Su impacto lo medirán las próximas encuestas, pero lo que parece indudable es que el anuncio confirmado ayer por la propia Arrimadas en Madrid permite a Ciudadanos recuperar la iniciativa política en torno a una cuestión, la catalana, que será el eje de la campaña por dos razones: por haber sido el desencadenante de la convocatoria adelantada de los comicios y por su desarrollo en paralelo al juicio a los líderes del «procés».
El consenso casi unánime en las encuestas sitúa a los de Rivera y Arrimadas por encima ya de los 4,5 millones de votos. Con el PP y el PSOE a un millón de votos. Todas las formaciones trabajan con la hipótesis de que ganará el 28-A aquella fuerza que más se aproxime a los seis millones. Es éste un objetivo aún lejano pero la volatilidad electoral y el alto porcentaje de indecisos hacen que sea imposible descartar cualquier escenario. El «plan Arrimadas» es una muestra más de ello, de hasta qué punto Ciudadanos luchará por ser la primera fuerza o, cuando menos, por buscar el «sorpasso» al PP, lo que situaría a Rivera más cerca de la Presidencia del Gobierno mediante la articulación de una mayoría alternativa a la coalición PSOE-Podemos.
En que el «sorpasso» a Casado es el objetivo, insistió ayer Arrimadas nada más confirmar que se presentará su candidatura a las primarias para ser la número uno por Barcelona: «Sería justicia poética que el próximo presidente de España fuera Albert Rivera, un catalán que se ha dejado la piel defendiendo el constitucionalista en Cataluña. Caminaremos juntos hasta el Gobierno de España». Reconoció que su salto a la arena política nacional ha sido una decisión «difícil». Sin embargo, el «momento dramático» que vive España y el «reto histórico» que constituyen las elecciones generales son los dos elementos que la motivaron a dar este paso adelante. «Voy a dejarme la piel para que Albert Rivera sea el próximo presidente de España». Rivera correspondió a su compañera de cartel electoral con elogios. Arrimadas es, según el presidente de Cs, una «amiga y la mujer más valiente y preparada de la política española». A su juicio, no podría tener una «socia y aliada mejor» para ganar las elecciones generales.
Durante su puesta de largo, Arrimadas cargó duramente contra el Gobierno socialista: «¿Os imagináis cuatro años más de Sánchez en Moncloa con los separatistas? Yo no quiero ver esos cuatro años de negro futuro». Porque tal y como aseguró, la prioridad el 28 de abril no puede ser otra que «sacar a Pedro Sánchez de La Moncloa y a Torra y el separatismo del Gobierno de España». Arrimadas insistió en que ha llegado el momento de que España «tenga un Gobierno liderado por Ciudadanos, por un partido limpio que sabe distinguir a Torra y a Puigdemont del resto de catalanes».
En clave catalana y ante las críticas de quienes la acusan de abandonar el Parlament tras haber sido la líder de la fuerza más votada en las autonómicas de 2017, aseguró que su incorporación a las listas de las generales no es ni mucho menos una despedida: «Voy a seguir defendiendo el constitucionalismo allí donde es más difícil». Como prueba de ese compromiso, su primer acto tras el acto de ayer tendrá lugar a las puertas de la mansión de Puigdemont en Waterloo. Viajará hoy hasta esta localidad belga para recordarle al ex jefe del Govern catalán que «la república no existe» y que «él no es presidente de nada». Junto a ella viajarán a Waterloo su número dos en Cataluña, Carlos Carrizosa, y la diputada autonómica y senadora, Lorena Roldán. Precisamente las dos personas que están llamadas a pilotar la nave naranja en el Parlament, con el reto nada sencillo de consolidar un proyecto asociado desde hace años a la figura de Arrimadas.
Fuente: La Razón