Quizás por la «memoria cortoplacista» de hoy en día, una de las sorpresas de «El naufragio» (editorial Península) es el reencuentro del Artur Mas protagonista. Cuando el foco está puesto en Puigdemont y Torra, el president y todopoderoso hombre de Convergència emerge en el centro del procés, origen y final de un relato que navega entre 2011 y 2017, entre los indignados y la declaración política de independencia del 27 de octubre. ¿Qué ha pasado en los últimos seis años? Lola García ofrece algunas respuestas a través de un análisis de pluma fina, en el que desvela varias de las claves para entender la mayor crisis política desde el inicio de la Transición.
«Con su apoyo, Mas dio a este movimiento la credibilidad que necesitaba. El independentismo, gracias a Mas, deja de ser algo que defienden unos cuantos radicales», explica la periodista sobre la enorme influencia que ha ejercido el líder de la extinta Convergència en el soberanismo catalán. El relato empieza con el entonces president de la Generalitat accediendo al Parlament en helicóptero: en plena crisis, los indignados habían rodeado la Cámara Catalana coincidiendo con el debate presupuestario, unas cuentas que incluían severos recortes y que CiU había pactado con el PP.
Un año después irrumpe la primera gran Diada soberanista. «Hay que remontarse a un momento muy difícil en Cataluña. Lo que se ve en aquella manifestación es un malestar en la sociedad impresionante por la imposibilidad de encontrar soluciones a los problemas económicos de la gente», resume Lola García en una charla con este periódico. «Mas prefiere estar al lado de la gente en lugar de decirle a la gente que no tiene una solución», asegura.
– ¿Recurre Mas al independentismo para tapar los recortes?
«No sé si para tapar, pero sí para impedir que esa oleada de gente e indignación se lo lleve por delante. Se autoconvence de que tiene que ser la voz de la calle en la política. Mas piensa: ‘Esto es un tsunami, o me pongo al frente de él y lo canalizo yo o me va a llevar por delante’ Y lo consigue en buena parte: el independentismo sigue gobernando, electoralmente consigue triunfos importantes».
La figura de Mas comparte protagonismo con la de Rajoy antes del 9-N de 2014, cuando los contactos entre Ejecutivos se intensifican y afloran algunas propuestas de la llamada tercera vía. Lola García revela una en concreto, la que Alfredo Pérez Rubalcaba hace llegar a Rajoy y que pasa por redactar una disposición adicional transitoria que incluya el blindaje del reconocimiento nacional de Cataluña. «Si no prosperó fue porque Rajoy no quiso poner sobre la mesa ninguna propuesta que conllevara cambios constitucionales por tímidos que fueran, le tenía bastante alergia, creía que no se conseguiría llegar a un acuerdo».
«Por aquel entonces, Rajoy se concentra en la economía y piensa que el conflicto en Cataluña tiene un motivo económico, que bajará cuando se salga de la crisis. Un diagnóstico erróneo». Lola García explica así el desfase entre La Moncloa y la plaza Sant Jaume: «Los tiempos van muy rápido rápido en Cataluña y muy lentos en Madrid. Cuando aquí se habla de derecho a la autodeterminación, en Madrid se habla de revisar el sistema de financiación».
Eso sí, a su juicio, «la peor responsabilidad la tienen que compartir Puigdemont y Rajoy porque en el último momento [se refiere al 26 de octubre, cuando Puigdemont decidió no convocar elecciones y seguir adelante], a pesar de que el barco estaba muy mal, tenían la posibilidad de que no se hundiera» ¿Cómo? «Cogiendo el teléfono y hablando para establecer un canal de confianza mutua y evitar el desastre final».
Aquí entra en juego la figura de Puigdemont, a quien Mas designó como su sucesor «casi sin conocerle», otra de las revelaciones más sorprendentes de «El naufragio». «Que Mas accediera al chantaje de la CUP fue un gravísimo error, casi conceptual. No puedes poner la presidencia de la Generalitat en manos de un grupo de 10 diputados», explica Lola García. Eso sí, las diferencias entre ambos son notables: «Si hubiera estado Mas, no hubiera habido declaración de independencia, quizás sí el 1-O pero después se hubieran convocado elecciones.. Puigdemont, en cambio, no tiene esa visión tan institucional, es más activista de la independencia»
Del libro también se desprende la ascendencia del llamado Estado Mayor del procés sobre Puigdemont y su Gobierno; las profundas diferencias entre Esquerra y el Pdecat; la negativa del president a «ser el president de una república inexistente» antes del 27 de octubre; y la huida por sorpresa a Bruselas cuando la orden a sus consellers era acudir al Palau de la Generalitat a resistir la aplicación del artículo 155.
– Y después del «naufragio», ¿qué?
«Estamos en un ‘impasse’, en una transición a la espera de que ocurra el juicio a los políticos que están presos, eso lo va a determinar todo».
Quim Torra, el «vicario» de Puigdemont
«Torra es un vicario de Puigdemont, él está para hacer lo que Puigdemont decida. La mayor parte de la gestión del día a día está en manos de ERC, el papel de Torra se limita a la defensa de los presos y a mantener vivo el discurso», asegura la periodista.
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Fuente: La Razón