Cuatro días después de celebrarse en Suecia unas elecciones que no han dado a nadie la mayoría para gobernar, se mantiene el bloqueo político. Sin embargo, en lo que sí están de acuerdo tanto la derecha como la izquierda suecas es en que los ultraderechistas Demócratas Suecos (DS), que fueron la tercera fuerza más votado con el 17,6% de votos y 63 escaños, no van a decidir el futuro del país nórdico.
La jornada de ayer arrancaba en Estocolmo con una comparecencia de Ulf Kristersson, el líder del Partido Moderado (conservador) junto a los jefes de las otras tres formaciones que componen la Alianza de derechas (democristianos, liberales y centristas). Con 142 diputados, dos menos que el bloque de izquierdas (socialdemócratas, verdes y ex comunistas), Kristersson presentó a su coalición como “la alternativa conjunta de gobierno natural, la más grande” e insistió en pedir la dimisión al primer ministro en funciones, Stefan Löfven. Para los moderados, no es cierto que la izquierda fuera las más votada el domingo, ya que el Partido de la Izquierda (ex comunistas) no formaron parte del Gobierno rojiverde anterior, al que solo respaldaron en puntuales votaciones parlamentarias. Así, la izquierda sumaría 113 escaños, frente a los 142 de la derecha y los 63 de los populistas.
Sobre un posible acercamiento a los DS para permitir un Gobierno de la Alianza, Kristersson se mostró tajantemente en contra. “Lo dijimos durante la campaña y lo decimos ahora: no vamos a formar un Gobierno que dependa de DS. No va a tener ninguna influencia en la política del Ejecutivo”, aseguró. Arrojaba un jarro de agua fría así a la invitación del líder ultra, Jimmie Akesson, a moderados y democristianos para gobernar juntos.
Horas después, desde el Palacio de Rosenbad, el primer ministro socialdemócrata reiteró su negativa a dimitir en tanto en cuanto los socialdemócratas fueron el partido más votado (28,4%) y junto a sus aliados suman el 40,6% frente al 40,3% de la oposición. “Somos el partido más grande y, de momento, el bloque más grande. No sería razonable que otro sea primer ministro”, aseguró Löfven. Y es que los resultados finales no se conocerán hasta que se recuente el voto por correo y en el extranjero, cuyo escrutinio comenzó este miércoles.
En consecuencia, el líder del SAP, que gobierna con los ecologistas desde las elecciones de 2014, tampoco piensa dejar el camino libre a la derecha para gobernar. “Es una idea que se puede descartar completamente. No tenemos pensado darle respiración asistida a la Alianza”, zanjó Löfven. En cambio, hizo un llamamiento para buscar entre todos los partidos “decentes” una solución al “impasse” político y conseguir así que “los Demócratas Suecos nunca puedan tener el poder de decidir el futuro del país”.
Hace cuatro años, cuando tampoco ningún bloque obtuvo la mayoría absoluta en el Parlamento (175 de los los 349 diputados del Riksdag), la derecha se abstuvo en la investidura de Löfven. En 2014, como ahora, derecha y populistas suman la mayoría absoluta, pero prefirieron tolerar un Gobierno de izquierdas en minoría.
A diferencia de sus vecinos nórdicos, donde los populistas ya forman parte del juego político e incluso tienen ministros en los Gobiernos de Finlandia y Noruega, la clase política sueca es reacia a integrar a una formación como DS con raíces neonazis que, sin ir más lejos, llevaba en sus listas de estas elecciones a una docena de candidatos con vínculos con organizaciones radicales. Este cordón sanitario, advierten los expertos, puede hacer que los electores empiecen a ver a los Demócratas Suecos como la única oposición al sistema de partidos tradicional. “Si la izquierda y la derecha llegaran a una cooperación de bloques cruzados para excluir a los Demócratas Suecos, estos serán vistos como el único partido de la oposición”, advierte Anders Sannerstedt, politólogo de la Universidad de Lund.
En cambio, Anna Lena Lodenius, periodista experta en movimientos de extrema derecha, considera que si los populistas, que pensaban cosechar el 9 de septiembre un resultado mucho mejor en las urnas, “no obtienen la influencia que quieren, existe un claro riesgo de que se radicalicen” “Entonces -concluye- Sannerstedt- crecerán o sus votantes se cansarán de ellos”.
Fuente: La Razón