Corazón de alcachofa

Tras el anticiclón gustativo navideño regresa la atención a lo esencial y el rechazo a lo superfluo. Porque la gastronomía también ha de ser sostenible y saludable. El consumo de la alcachofa se percibe como un arte que hay que cultivar.

Los comensales se echan en brazos de su consumo tras observar su mera presencia. La inercia y las tradiciones culinarias son muros que pocos se pueden saltar. La alcachofa vuelve a escena. Siempre presente en la esfera gastronómica invernal, su llegada rompe el silencio culinario.

Hortaliza hacedora de platos con matices, verdura reversible, de extremos carnosos comestibles y corazón deseado. La alcachofa desata el fervorín de proclamas y manifiestos culinarios. Nos empuja hasta la apostasía gustativa mientras hace brillar su rastro con una fosforescencia hostelera general. La recalificación de la alcachofa como hortaliza de lujo no conoce ya límites.

Hortaliza de culto, familiarizada con la cocina tradicional y vanguardista de igual manera. Platos exclusivos y cotidianos. La alcachofa se nos hace cercana. Nuestra verdura obtiene la posteridad, año tras año. Llegado el mes de enero, el corazón de la alcachofa es materia sensible. Su consumo es plenamente hegemónico.

La alcachofa apuesta por un «look» gustativo cómodo y versátil. Verdura comprometida y entregada es el mejor ejemplo de los conceptos de hortaliza elegante y atemporal. La sombra creativa es muy alargada. A estas alturas sabe ganarse el respeto de cocineros y comensales. Aunque como es el caso, mantenga una sinceridad de sabores inflexible que no todo el mundo es capaz de sacárselo. Su consumo «gana…peso» mientras incrementa su poder saludable.

En Benicarló nos acercamos a su figura donde sus jornadas la convierten en icono de la gastronomía invernal.

Source: Comunitat Valenciana

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