Tiene historia secular el actual Teatro Talía, al que los veteranos hemos conocido como Casa de los Obreros que a esta asociación solidaria sigue perteneciendo el local y que pasó por diferentes sistemas de muestra teatral al correr del siglo XX y primera década del tercer milenio.
En las décadas de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, los jóvenes de entonces recordamos que en aquel salón y escenario de la calle Caballeros vimos los comienzos de nuestra afición teatral como espectadores, siempre en fines de semana. Porque la Casa de los Obreros ofrecía cada domingo reposiciones teatrales, con repertorio que, aunque no muy lejano, ya resultaba clásico. Y la organización de la compañía resultaba curiosa. Porque aquellas grandes actrices y actores no vivían de ese trabajo. Todos los días de la semana, a primeras horas de la noche, ensayaban una comedia para el domingo, y durante el día tenían su trabajo fuera de la escena. Por ejemplo, el que era primer actor y director, José Codoñer, tenía su estanco en la calle del Conde de Altea; y el galán Enrique Hurtado estaba al frente de su propia óptica, en la esquina de Caballeros y plaza de Manises; o José María Masiá y Ramón Juan, dos actores cómicos, eran empleados de banca.
Completaban el elenco actrices como Amparo Marqués, Amparo Ferraz o Clotildes Roca, y la Casa de los Obreros ofrecía el resultado de los ensayos nocturnos con representaciones en la tarde del domingo. Y las familias disfrutábamos de un sistema de abono muy curioso: se contrataba gratuitamente, y nos aseguraba tener la reserva de las entradas que se debían adquirir hasta el sábado por la tarde.
Quien esto firma ahora más de medio siglo después recuerda que teníamos abonado un palco para los padres y cinco hermanos, y allí nos entró la afición siguiendo la representación de títulos salidos de las plumas de Muñoz Seca, los hermanos Álvarez Quintero, José María Pemán, Alfonso Paso, etcétera.
Un hecho curioso surgió de esta compañía, en la que en tiempos anteriores habían trabajado figuras que luego fueron estrellas, como Queta Claver, Adrián Ortega, Lola Cardona, y otros que después brillaron en ámbitos nacionales. Y aquí conviene recordar el salto que dio el citado primer actor y director, José Codoñer. Y fue que en el año 1954 vino la compañía Lope de Vega para estrenar en el Eslava la obra de Joaquín Calvo Sotelo «La muralla», en un reparto que encabezaba Manuel Dicenta; pero el segundo actor se puso enfermo horas antes y José Tamayo, director, pensó que era necesario suspender. Pero el empresario del Eslava, Vicente Barber, le dijo que en Valencia había un actor que era capaz en una noche de estudiar el papel y ensayar por la mañana. Total que fue Codoñer quien hizo esta aventura, y Tamayo quedó sorprendido, de manera que le convenció para que viajase con su compañía, y Pepe Codoñer terminó de primer actor e incluso encabezó unas representaciones en el Teatro Español de Madrid.
Pero ya al llegar la década de los sesenta, la Casa de los Obreros pensó que era una lástima tener un escenario y salón aprovechado solamente los domingos. Y surgió un hombre de gran capacidad teatral, el maestro e impresor Mariano Guillot, que se hizo cargo de la empresa, cambió el nombre del local por el de Teatro Talía, y empezó a trabajar tarde y noche diariamente, con una serie que encabezó el actor valenciano Salvador Soler Mari, con Ramón Cebriá, Isabel Tortajada y otros. Estuvo al frente un tiempo el ya citado Ramón Juan conocido popularmente como «Juanet», pero la llegada de Valencia 2000 hizo que cambiara la fórmula.
Después, como ha sucedido con tantas cosas en este país, las entidades oficiales se hicieron cargo de la Casa de los Obreros ya estaba asentado como Talía, pero, al igual que ocurre con casi todo, las administraciones públicas no pudieron sostenerlo porque resultaba deficitario. Y el Talía pasó hace meses del pasado año a ser regentado por la misma empresa del Olympia, que sabe montar este negocio y esta actividad con resultados positivos.
No olvidemos que eso ha ocurrido siempre. Por ejemplo, el teatro Principal, propiedad de la diputación, en los años cuarenta, cincuenta y sesenta, se alquilaba a empresarios, como Muñoz Lusarreta, que además de pagar ese alquiler, ganaban dinero y eso que había ocho teatros funcionando en la ciudad; pero cuando los negocios vuelven a la administración pública, ya sabemos lo que pasa. La antigua Casa de los Obreros después y ahora Teatro Talía está otra vez en manos privadas. Y que siga así.
Articulo de Rafael Brines en 2014