Empezó hace unos 20 años, tras leer un libro que cayó en sus manos. Luego se ha formado de manera autodidacta. Hoy tiene cinco telescopios pequeños, para los viajes, y otros cinco grandes, cada uno para distintos cometidos. Incluso tiene su propio observatorio astronómico en Aras de los Olmos, que controla por ordenador desde casa cuando no puede o no necesita desplazarse. Colabora con las revistas más prestigiosas del sector. Ha analizado y publicado algunos de los asteroides que nos visitan periódicamente. Incluso algunos grandes observatorios profesionales le envían material inédito para que Amadeo los analice. Fotografiar estrellas es una vieja afición.
-¿Cómo comenzó tu afición a observar las estrellas?
-Hace veinte años, durante la carrera de Administración y Dirección de Empresas, encontré un libro de la editorial Muy Interesante sobre cosmología, andaba perdido en casa de mi madre, y me pasé el verano leyendo. Me enganché y me compré mi primer telescopio, que es lo que no se debe hacer.
-¿Por qué no se debe comprar un telescopio al principio?
-Primero hay que aprender y luego invertir en equipamiento. El primer paso es hacer Astronomía a ojo descubierto: buscas un espacio alejado de la ciudad, oscuro, donde por la noche puedas ver la Vía Láctea. Hoy en día habría que ir más allá de Buñol, porque cerca de Valencia el cielo contaminado lumínicamente reduce la visión.
De todas formas un cielo contaminado no es un impedimento para iniciarse, porque te permite identificar las estrellas básicas. Si vas a una zona oscura a ojo se pueden ver entre 3.500 y 4.000 estrellas, eso hace muy difícil identificar las estrellas de referencia de cada constelación.
Aprendí hace 18 o 20 años en Casas de Bárcena Valencia: dejaba a mi novia en su casa y me perdía por los naranjos; como había mucha contaminación veía pocas estrellas pero las básicas, las 20 o 30 claves, sí podía identificarlas.
-Tras la Astronomía a ojo desnudo, ¿cuál es el siguiente paso?
-Comprar unos prismáticos, que nos permiten multiplicar nuestra capacidad de visión, que es de unos milímetros según la pupila de cada uno. Así pasamos de los 4 o 5 milímetros de nuestra pupila a los 8 o 10 centímetros y además observamos con 7 o 10 aumentos que ofrecen la mayor parte de los prismáticos normales.
No hace falta una gran inversión para iniciarse en la Astronomía: primero a ojo y después los prismáticos de la Comunión, que valen para iniciar al hijo y también al padre, llegado el caso.
-Y como colofón, a comprar el telescopio.
-Sí, el tercer paso sería ese. Pero cuando comienzas es tan romántico y tan chulo tener un telescopio, que te vas a la tienda a comprártelo.
Además, el telescopio también tiene sus fases. La primera es mirar la Luna, que todo el mundo la mira al comenzar, porque es muy fácil verla y descubres cosas.
La segunda fase es observar planetas, que son puntos luminosos hacia los que es sencillo dirigir el telescopio. Basta con identificar cada uno y cuando se hace de noche los identificas fácilmente: por ejemplo, ahora en marzo Júpiter está sobre el mar a la hora de la puesta de Sol y se puede localizar durante prácticamente toda la noche.
Y la tercera fase es la búsqueda de nebulosas, galaxias, cúmulos de estrellas… pero esto es muy complicado desde zonas urbanas. Hay que desplazarse a unos 20 o 30 kilómetros de Valencia para encontrar zonas oscuras desde las que poder observar estos objetos celestes.
Los mapas de contaminación lumínica están publicados y Valencia es la tercera más contaminada de España, tras Madrid y Barcelona. Hay que huir de ellas para disfrutar de la Astronomía. Dificultan mucho el trabajo.
-¿Cuál fue tu primer telescopio y cuánto costaba?
Mi primer telescopio fue un refractor acromático de 90 milímetros de abertura. Me costó 80.000 pesetas hace unos veinte años.
-¿Qué telescopios tienes en la actualidad?
-En la actualidad tengo cinco telescopios grandes, dos de ellos en la terraza de mi casa en Puçol, para utilizarlos en el día a día.
Los que tengo guardados los uso cuando hago una actividad pública para que la gente observe la Luna o los planetas. De hecho en dos ocasiones he montado algún telescopio grande en la plaza del País Valencià, para que los amigos de mi hijo y sus padres puedan ver la Luna.
Además, tengo cinco telescopios pequeños para cuando hago viajes. Son portátiles. Cada uno tiene una cualidad y según lo que vaya a hacer de Astronomía me llevo uno u otro.
Esto es como las cañas de pescar, no existe la caña perfecta. Lo normal, cuando consolidas la afición, es tener varios equipos.
Pero de todos los equipos, el que más alegrías me ha proporcionado es de mi observatorio, el Observatorio Isaac Aznar, ubicado en el Centro Astronómico del Alto Turia, en Aras de los Olmos. Este fue el primero por control remoto de la Comunitat Valenciana y uno de los primeros de España. En este observatorio tengo instalado un telescopio LX200 de 35 centímetros de diámetro con una cámara CCD de gran formato y sistema de óptica adaptativa. Además, este equipo se complementa con otros dispositivos gracias a los cuales el observatorio funciona de manera autónoma.
-¿Cuál es la operativa de trabajo con un observatorio tan sofisticado?
-Cuando cae la noche programo en el ordenador del observatorio todas las tareas que debe ejecutar durante la noche y mientras duermo el telescopio las ejecuta. Al amanecer el telescopio se apaga y la cúpula se cierra sin mi intervención. Por la tarde analizo los datos y reporto los resultados. Si en el transcurso de la noche hace viendo o se nubla un sistema de seguridad cierra el observatorio de manera automática. Obviamente, para trabajar de esta manera es imprescindible conexión a internet, lo que me permite hacer Astronomía incluso cuando estoy de viaje.
Source: Comunitat Valenciana