Dos carreras en una. Más allá de los gobernadores, y muchos renuevan su asiento, la lucha por el legislativo. La pelea para saber si los republicanos mantienen su mayoría en el Senado y el Congreso. O si los demócratas retoman al menos una de las dos cámaras. Sería lo habitual. Lo que dictamina la tradición. A los dos años de ganar las elecciones, el presidente al mando suele ver como los electores castigan su gestión en la Casa Blanca. Con una previsible derrota del partido en las Cámaras. Pregúntenle al Obama de 2010. Las encuestas dicen que la historia podría repetirse. Los expertos en demoscopia hablan de una ola azul, el color asociado a los demócratas. Pero los supuestamente favorecidos no quieren ni oír hablar de una hipotética victoria abrumadora. No sea que la euforia, las sonrisas anticipadas y las previsiones teñidas de rosa desincentiven al electorado.
Por su parte, los republicanos confían en una reactivación final. Empujados por la fortaleza de algunos de sus candidatos y, por supuesto, por el instinto político, digno de un killer, de un presidente tan locuaz e irresponsable como hábil a la hora de fijar los términos del debate.
Tampoco olviden que el Cinturón Industrial, el Belt Rust, deparó una de las grandes sorpresas de las últimas presidenciales. Allí donde los electores habían votado mayoritariamente a Obama en 2008 y 2012, se decantaron por Trump en 2016. El vuelco fue una de las claves para explicar su victoria. Sin embargo, y aunque el presidente conserva allí buena parte de su carisma, los sondeos dicen que los demócratas podrían ganar con holgura. Es el caso de senadores como Tammy Baldwin, en Wisconsin, Sherrod Brown, en Ohio, o Bob Casey, en Pensilvania. Los pronósticos se repiten en Michigan e Indiana. De fondo, la complicada aritmética de extrapolar las simpatías y odios que despierta Trump a unos comicios que votan al mismo tiempo en clave local y nacional. Territorios en precario, que sufrieron abrumadoramente la quiebra de muchas industrias tradicionales, con las comunidades y en su entramado de afectos aproximándose a la bancarrota, acuciados por la epidemia de opiáceos, el paro y la falta de oportunidades, y que contrariamente a lo que sostenían tantos analistas no renuncian a su fervor por Trump y, al mismo tiempo, votarán demócratas en las legislativas.
Fuente: La Razón