[wp_ad_camp_2]Tal día como hoy del año 1584, se concluyó en Valencia la edificación de la nueva casa de comedias situada en el Vall-Cobert, conocido a partir de ese momento con el nombre de la Olivera.
El Corral de la Olivera fue un corral de comedias que funcionó entre finales del siglo XVI y comienzos del XVII, momento en que tras ser destruido por un incendio volvió a levantarse como Casa de comedias o Teatro de La Olivera.
Se comenzó a construir este local estable a partir de 1582 con la colaboración de la cofradía de San Nicolás. Dicho local, próximo a la Universidad, llegaría a ser conocido como «Casa de la Olivera», por encontrarse en la plaza de la Olivera (que luego se llamaría de las Comedias, en la manzana que siglos después delimitan la calle de la Tertulia y la calle del Vestuario).
El Corral del la Olivera se mantuvo vivo hasta 1715. Tras un periodo de decadencia, el coliseo fue derribado en 1748 con la prohibición de las comedias por el arzobispo Mayoral.
El moderno coliseo abierto en 1619 disponía, además de la sala de representación, de casas para conserjes e inquilinos, en cuyo corral o patio se emplazaba el teatro propiamente dicho, y con dos fachadas principales que daban a la plaza de la Olivera (con un escudo labrado con las armas de la ciudad) y a la calle del Vestuario.
Como todos los teatros de este tipo, constaba de escenario y «ochavo», distribuido en plata baja y dos galerías superiores sostenidas por diez pilares de piedra de Godella con capitel toscano, cuatro de ellas de ladrillo y cemento desde el primer piso a la techumbre. A la altura de la segunda galería, por encima del escenario, un arco de fábrica unía dos grandes pilares que soportaban el techo.
El “corredor de les dones” (la «cazuela» de los antiguos corrales de comedias), instalado en el primer piso, disponía de escalera, pasillos y entrada especiales, incomunicados con el resto del teatro, en función de la rigurosa separación de sexos entre los espectadores. En el segundo piso se encontraban los “camariles” o palcos para las clases más pudientes.
Administrativamente, la Olivera estaba regida por un alcaide, residente en el edificio del teatro, dueño del monopolio de refrescos y golosinas (avellanas, piñones, peras, membrillos, dátiles, anís, horchata helada y aloja) y con un grupo de “agentes del orden” a su servicio.
En las imágenes vemos un fragmento del Plano de Valencia del P. Tosca (1704) en el que puede apreciarse con el número 96 la ubicación del corral de la Olivera y en la siguiente un plano muy curioso con la distribución de las localidades abonadas para las familias más pudientes de Valencia.