El deshielo con Corea salta por los aires

Rodeados por el trinar de los pájaros en el patio del hotel Metropole de Hanói, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el líder norcoreano, Kim Jong Un, configuraban la estampa perfecta que hacía presagiar un final feliz para la cumbre que mantuvieron ayer y el miércoles. Pero finalmente no hubo acuerdo y sí una abrupta interrupción de la cita. Trump ya había dicho que no tenía prisa y, aunque tampoco esperaba marcharse con las manos vacías, había insistido en los primeros minutos del encuentro en que la meta era lograr un buen acuerdo y no estropearlo por un falso sentimiento de urgencia.

A las nueve de la mañana, ambos líderes se vieron de nuevo las caras y dieron comienzo a la segunda jornada de negociaciones. Tras una primera reunión a solas de unos 45 minutos que Trump calificó de «muy buena y amistosa», la atmósfera que se respiraba era más de éxito que de fracaso. «Hemos recorrido un trecho. Estamos en posición de producir algo bueno después de décadas», había afirmado el magnate con anterioridad. Kim, preguntado por sus perspectivas de la cumbre, había respondido de manera espontánea con un «es demasiado pronto para decirlo, pero no puedo decir que sea pesimista. Tengo el presentimiento de que veremos buenos resultados».

Tras ese primer cara a cara, tocó el turno de reunirse con sus respectivas delegaciones. Sin embargo, esa sensación de euforia que se percibía en el ambiente se borró de un plumazo cuando el diálogo se interrumpió de manera repentina y ambas delegaciones abandonaron el hotel a la 13:25. Ya no había ni almuerzo de trabajo, ni mucho menos acuerdo que firmar. Las razones no se supieron hasta más tarde. La portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders, informó en un comunicado que «volverán a reunirse en el futuro» y tildó las reuniones de «muy buenas» y «constructivas».

Pero no fue hasta que Trump dio su rueda de prensa cuando se supo la verdadera razón del descalabro. Según explicó, Pyongyang pretendía que se levantaran las sanciones económicas por completo a cambio de un desmantelamiento parcial de sus instalaciones nucleares, «y no podíamos hacer eso», añadió. Pese a que Kim había dejado claro que su presencia en Hanói mostraba al mundo que su país estaba listo para la desnuclearización, de nuevo ambas naciones chocaron en el forma de entender el proceso. Corea del Norte había aceptado desmantelar el complejo nuclear de Yongbyon, pero se había negado a incluir otras instalaciones como Washington, diferencias insalvables entre ambos y, como algunos analistas apuntaron, un error de cálculo de los equipos negociadores.

«Estaba claro que había riesgos sobre el buen resultado de la cumbre. Los dos actores se acomodaron alrededor de la mesa de negociación con definiciones poco claras y comunes sobre los objetivos y los medios», declaró a LA RAZÓN la experta en Corea del Norte, Maria Rosaria Coduti. Para la analista, la oferta de Corea del Norte era «buena», pero EE UU no supo negociar sobre ella. «La desnuclearización es el punto final de un proceso largo y EE UU ha confirmado que no entiende eso, puesto que sigue pidiendo que la desnuclearización ocurra primero», afirmó.

Aun con este panorama, las delegaciones encargadas de preparar la cumbre de Hanói volverán a reunirse para tratar de ponerse de acuerdo. Al menos eso es lo que los americanos aseguraron mientras Trump insistía en que pese a que «hay una cierta distancia, estamos más cerca de lo que estábamos hace un año». Razón no le falta y, echando la vista atrás, se puede comprobar cómo desde que comenzó el deshielo de las relaciones entre Washington y Pyongyang las pruebas de misiles han cesado. Un tanto que Trump no dudó en volverl a apuntarse: «[Kim] dijo que no habría más pruebas de misiles, cohetes o de nada nuclear», admitió el magnate.

Fuente: La Razón

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