El efecto Valls radicaliza a Colau

«A Pablo Iglesias le ha salido un grano enorme». Esta frase la pronunció hace tres años Xavier Doménech, poco después de ser elegida alcaldesa de Barcelona una activista callejera, Ada Colau. Como una premonición hoy Doménech, entonces su mano derecha, está totalmente fuera de la política, Colau ha roto su pacto con Podemos, radicaliza cada vez más su discurso y se aproxima al soberanismo. Cuando queda poco para las próximas elecciones municipales, que en la Ciudad Condal se presentan muy reñidas y ajustadas, la actual regidora cambia su estrategia ante un nuevo fenómeno: la irrupción de Manuel Carlos Valls Gafetti, un brillante político barcelonés forjado en Francia, que ha descolocado a muchos, pero sobre todo a Ada Colau. Su invocación a los «ciudadanos de Cataluña», atención al matiz que en su día hizo suyo el presidente Josep Tarradellas tras regresar del exilio, pone en peligro los once concejales de En Común Podem, la marca que aupó al sillón municipal a quien el líder de ERC, Oriol Junqueras, definió como «la nueva Pasionaria».

Según fuentes de su entorno, Ada Colau prepara ya a toda mecha las elecciones bajo un claro mensaje: acercamiento al independentismo radical como lo demuestra su reprobación al Rey en el Parlament, la celebración del Día de la Hispanidad con los retratos del Monarca cabeza abajo o retirada de los nombres de las calles barcelonesas con referencia a la Monarquía, y una especie de campaña «boca a boca» en los barrios, similar a la que hizo cuando era líder del movimiento okupa que le dio tan buenos réditos. Apartado ya Xavier Doménech, quien era el auténtico enlace con Pablo Iglesias, la alcaldesa se rodea ahora de un nuevo núcleo duro, los diputados en el Parlament Joan Josep Nuet, Jéssica Albiach y Elisenda Alemany, y los coordinadores territoriales de Barcelona en Comú, la marca municipal del partido, Beatriz Martínez y Enric Bárcena. Todos ellos trabajan en el futuro político de Colau cercano al soberanismo, dónde a tenor de la división interna piensan atraer votantes.

La plataforma de Manuel Valls bajo el lema «Barcelona, capital del sur de Europa», puede según los expertos integrar no sólo a Ciudadanos sino también a votantes moderados del PSC y catalanistas de la antigua CIU. Por ello, los asesores de Colau trabajan en un mensaje radical de izquierdas y separatista, en clara competencia con el PDECaT y Esquerra Republicana. Aquí se enmarca la iniciativa de los Comunes con su reprobación de abolir la Monarquía, respaldada por los grupos independentistas menos la CUP, que la consideró demasiado blanda. Tras la votación la diputada Elisenda Alemany publicó un tuit con la imagen de Felipe VI boca abajo, naturalmente con el permiso de Ada Colau. Cabe recordar que estas afrentas al Rey son también realizadas por el presidente de La Generalitat, Quím Torra, que ha convertido al Jefe del Estado en blanco de sus ataques y estandarte del independentismo. Los Comunes, el partido de Colau, alimentan ahora esta estrategia.

Ello tira por la borda, al menos de momento, la sombra de un nuevo tripartido entre el PSC, ERC y los Comunes, algo que sonó con fuerza en los últimos días. La reprobación del Rey tuvo una primera respuesta del gobierno central muy enérgica, que anuncio medidas legales ante el Tribunal Constitucional, pero la respuesta más tibia de Pedro Sánchez durante la recepción de la Hispanidad arroja muchas dudas. El presidente del Gobierno confesó a los periodistas que se están estudiando medidas, pero no vio fácil su penalización jurídica por encuadrarla en una mera «declaración de intenciones».

Esto ha levantado enormes críticas en los partidos constitucionalistas, Ciudadanos y el PP, que no ven a Sánchez con suficiente energía en su defensa de Felipe VI. El tema estuvo muy candente en los corrillos del Palacio Real el pasado Doce de Octubre, máxime ante el error de protocolo protagonizado por el presidente del Gobierno y su esposa. La campaña que los asesores de Ada Colau diseñan para la cita electoral de mayo pasa por mucha «actividad callejera» y un «puerta a puerta» con los vecinos. Para ellos, el objetivo es consultar sus inquietudes ciudadanas, mientras que para Cs y PP supone un intento de coacción. Colau ve como claro adversario a Manuel Valls, y en menor medida al aspirante del PSC, Jaume Collboni, que fue su socio y primer teniente del alcalde hasta romper su pacto. Frente al voto moderado y catalanista, Colau quiere robar protagonismo al candidato de Esquerra Republicana, Ernest Maragall, respaldado por el independentismo. Erigida en una zarina separatista, ha decidido una estrategia al estilo peronista: la patria y la revolución juntas. Es decir, Cataluña soberana y las demandas sociales de izquierda al tiempo. Un objetivo que pretende arañar votos en el área nacionalista de izquierdas en detrimento de ERC y Podemos. Toda una trampa para Pablo Iglesias que no consiguió la autonomía de un grupo parlamentario propio de los Comunes en el Congreso de los Diputados. Su hombre fuerte en Madrid, Xavier Domenech, se marchó harto de Ada Colau, que les ha salido respondona.

De manera que la activista vuelve a sus orígenes, bajo su más fiel consejero, su marido Adrian Alemany Salaterra, un profesor de filosofía activista contra lo deshaucios que cambió su vida y de quien se dice manda más que la propia alcaldesa. Procedente de Argentina, dónde había trabajado varios años bajo gobiernos peronistas, Adriá es su compañero, mentor y padre de sus dos hijos, Luca y Andrea. El único, reconocen en su entorno, que tiene la mayor influencia sobre ella. Ambos fundaron la llamada PAH (Plataforma antidesahucios), que les lanzó al poder. Con una cuidada estrategia mediática, que diseñan Alemany y su lugarteniente argentino Carlos Pisarello, forjan una candidatura de independentista y de izquierdas. El enrarecido escenario electoral permite ahora a Ada Colau, una antigua actriz, activista sin ninguna trayectoria profesional brillante y cuyo único mérito es el demérito de los demás, jugar una nueva carta.

Fuente: La Razón

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