Un total de once españoles, dos de ellos conversos al islam, J. M. G. LL. y J. F. J., y el resto mayoritariamente nacidos en Ceuta, formaban parte del «Frente de Cárceles» yihadista que ha sido desmantelado por la Guardia Civil con el apoyo de Instituciones Penitenciarias. Entre los 25 detenidos figura Abderrahmane Tahiri, «Mohamed Achraf», que ya lideró una red de captación yihadista en la cárcel de Topas (Salamanca), por lo que fue condenado a 14 años de prisión, y que según las fuentes consultadas estaba secundado por dos condenados del 11-M: Jamal Zougam, autor material de los atentados (que cumple una pena de casi 43.000 años de cárcel) y Hassan el Haski, a quien la Fiscalía consideraba uno de los «cerebros» de la matanza pero que finalmente no fue condenado como autor intelectual del 11-M, sino únicamente como integrante de la célula terrorista, a 14 años de prisión.
Según esas mismas fuentes, entre los miembros de ese incipiente «Frente de Cárceles» yihadista también figura Ahmed Samsam, danés de origen sirio que combatió con el Daesh en Siria, adonde viajó tres veces entre 2012 y 2014, participando incluso en la toma del aeropuerto de Raqqa.
Llama la atención que varios de los integrantes de la red pertenecían a las mismas células en las que operaban cuando fueron desmanteladas por las Fuerzas de Seguridad del Estado, lo que demuestra que supuestamente trataban de mantener los vínculos que entonces tenían con fines ilícitos. En concreto, al menos cuatro de ellos pertenecían a la que fue neutralizada por los Mossos d’ Esquadra en la «operación Caronte», que trataba de cometer atentados en Cataluña y decapitar a un «infiel». Asimismo, otros tres formaban parte de la primera célula española de Estado Islámico (EI), radicada en Ceuta, cuyos once integrantes fueron condenados a penas de diez a doce años de cárcel por la Audiencia Nacional en 2015 por reclutar combatientes para enviarlos a Siria. Otros, por último, pertenecieron a la célula que lideraba en Melilla Mustafá Maya Amaya, que entrenaba a yihadistas para enviarlos a combatir a Siria, Malaui y Libia.
Otro de los aspectos importantes de la «operación Escribano», que así ha sido denominada, es que se ha podido demostrar que Al Qaeda y Estado Islámico (Daesh) habían unido sus fuerzas para crear dicho «frente» en las prisiones españolas. Según fuentes de la investigación, ambas bandas terroristas habían decidido, pese a los enfrentamientos que mantienen en el exterior, confluir en el «fin común de la yihad» (lucha) dentro de los centros penitenciarios.
Para ello, habían elaborado un proyecto de conexión entre cárceles, que pretendían hacer más sofisticado con el paso del tiempo, para coordinar las acciones destinadas a la radicalización de los reclusos musulmanes más «tibios» e incluso intentar que ciudadanos ajenos a esta religión se hicieran creyentes. Dada la mayor publicidad y repercusión mediática de Daesh, habían decidido trabajar bajo este «paraguas», aunque los cabecillas pertenecían a Al Qaeda en sus distintas ramas.
El «jefe» era , según las mismas fuentes, «Mohamed Achraf», cuyo verdadero nombre es Abderraman Tahiri, detenido en la operación «Nova». Obsesionado con diversos magistrados de la Audiencia Nacional, entre sus planes figuraba estrellar un camión cargado con 500 kilos de explosivos contra la sede de este tribunal. Sin embargo, no fue condenado por el delito de conspiración para atentar pues los magistrados concluyeron que se trató de un «plan individual sin desarrollar» que se limitó a unas «simples pesquisas».
El grupo estaba ya bastante estructurado y, para transmitir los mensajes de una cárcel a otra utilizaban a las personas que iban a visitarles y a presos comunes. También recurrían al correo normal, aunque con unas claves que sólo ellos conocían.
Otro de los investigados es Karim Abdeselam Mohamed, «Marquitos», nacido en Ceuta y condenado a doce años de cárcel como dirigente de la primera célula del Daesh en suelo español. Karim Abdeselam, preso en Mallorca, fue noticia en julio del pasado año por enviar una cucaracha por carta al juez central de Vigilancia Penitenciaria de la Audiencia Nacional para denunciar la abundancia de insectos en su celda.
La red liderada por «Mohamed Achraf» también habría captado a delincuentes comunes como e argelino Abdelghani Zarrouri, condenado por asesinato y que se habría radicalizado durante su estancia en la cárcel.
En la «operación Escribano» han sido revisadas las celdas de presos yhihadistas de las cárceles de Albolote (Granada); Córdoba; Villabona (Asturias); Las Palmas II; Teixeiro (La Coruña), Estremera y Soto del Real (Madrid), Villena (Alicante), Algeciras y el Puerto de Santamaría III (Cádiz); Ocaña I (Toledo); Zuera (Zaragoza); Mansilla de las Mulas (León); Huelva; Murcia II; Mallorca y Valencia.
La mayoría de los individuos investigados, lejos de alcanzar los objetivos de reinserción social que pretende el cumplimiento de la pena, se habían mantenido activos en la militancia yihadista y su proceso de radicalización se habría acentuado en prisión.
Fuente: La Razón