El presidente del PP, Pablo Casado, presidirá esta mañana por primera vez la reunión del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso de los Diputados, antes de que arranque el primer Pleno de la Cámara en el nuevo periodo de sesiones. Pero la posible vuelta a la escena política y a la vida de partido de la ex vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría genera más atención que la imagen que deje la dirección renovada del grupo parlamentario, en aplicación de los resultados del Congreso Nacional del PP que decidió la sucesión de Mariano Rajoy.
Aunque Casado ya ha reunido a las direcciones de sus grupos parlamentarios en el Congreso y en el Senado, la de hoy es la primera convocatoria de todos los diputados, y afecta también, por tanto, a la ex vicepresidenta, rival de Casado en la carrera de la sucesión. Lo lógico es que al formar parte del órgano convocado, Santamaría acuda a la reunión con la que arranca un curso político en el que la dirección del PP tiene por delante el reto de resolver en este mismo mes la decisión de designar a sus candidatos por Madrid, para el Ayuntamiento y la Comunidad. No son las únicas «plazas» electorales pendientes de que se oficialice a sus «cabeza de lista», pero sí las más simbólicas.
Dentro del PP hay quien alienta la posibilidad de que Sáenz de Santamaría pueda reorientar su futuro político como candidata a la Comunidad de Madrid. Y ante estas especulaciones, el discurso oficial de Génova es que tiene la puerta abierta para lo que quiera. Ahora bien, detrás de este mensaje hay evidentes recelos en parte de la nueva dirección popular hacia la ex vicepresidenta y lo que representa. Sin olvidar que la batalla congresual acabó finalmente convertida en un frente común de todos los aspirantes a la Presidencia del PP, comandados por la ex secretaria general María Dolores de Cospedal, para anular la candidatura de Santamaría.
Casado aún no ha fijado posición. Y todo lo que cabe son interpretaciones a partir de los recelos en su entorno hacia la ex vicepresidenta, cruzados con la demanda de una parte del partido de que se hagan «fichajes» con tirón electoral para reforzar las posibilidades del PP de Madrid en los comicios de la próxima primavera.
El partido regional ha sufrido el desgaste de los casos de corrupción que vienen de la etapa de Esperanza Aguirre y también de la crisis por el «caso Cifuentes». Y Casado se la juega en estas elecciones en este feudo por el simbolismo y la lectura en clave nacional de lo que ocurra en él.
Hasta hoy la ex vicepresidenta ha jugado a mantener el misterio sobre sus intenciones. Ayer, por ejemplo, nadie de su entorno contestó a las preguntas que hoy se hacen en el PP sobre qué quiere hacer quien fuera la «mano derecha» de Rajoy en sus gobiernos y en su etapa de oposición.
A la espera de que quienes tienen poder decisorio muevan o no ficha, lo cierto es que las semanas que han pasado desde el Congreso de la sucesión han servido para ir menguando la trascendencia de la decisión que pueda tomar Sáenz de Santamaría. Tiene su morbo, pero ahí se queda, porque no tiene detrás una corriente de partido con aspiraciones de alternativa al nuevo PP. El malestar de su equipo con Génova sigue estando vivo, eso es un hecho, pero también lo es que tiene un componente personal y no de contramovimiento frente a la nueva dirección. Sáenz de Santamaría ha dicho hasta ahora que está para lo que quiera su partido, pero es de sentido común que valore las consecuencias de su estatus como diputada rasa, situación poco cómoda de manejar después de haberlo sido todo en la etapa de Rajoy. Como diputada de base, salvo que cambien las tornas, su función es validar las decisiones de su grupo y tendrá que lidiar al principio con el interés mediático, aunque se irá rebajando con el tiempo, por su opinión sobre las posiciones fijadas por Casado y su equipo.
El relevo en el PP se materializará este curso parlamentario en otros cambios como la salida de la ex ministra Celia Villalobos de la Diputación Permanente del Congreso, después de casi 30 años ocupando ese puesto.
Fuente: La Razón