Hosam encadena cigarrillo tras cigarrillo. Está nervioso porque es la primera vez que se separa de su familia. Hace seis llegaron al Líbano huyendo de la guerra en Siria. Por aquel entonces eran él, su mujer Rabieh, dos de sus hijos, y la suegra, y ahora regresan a Homs, en el centro de Siria, con cinco hijos. Los tres últimos nacieron en Beirut. A Hosam le quedan deudas que pagar y tampoco ve que vaya a encontrar trabajo en Siria. Así que ha decidido quedarse en Líbano trabajando para ahorrar y enviar dinero a la familia que vuelve a casa. Nur, de 14 años, coge en sus brazos a su hermanito, de 9 meses, mientras la madre vigila al tropel de hijos pequeños y sus bártulos. «Estoy contenta de regresar a mi casa, pero dejo a mis amigos aquí», explica Nur.
En Beirut, la niña ha estado yendo a la escuela con otros refugiados pero ahora no podrá volver tan fácilmente al colegio en Siria. El problema al que se enfrentan muchos estudiantes retornados es que cuando huyeron de Siria no llevaban consigo los certificados escolares y se han perdido. Para poder validar los estudios, el Ministerio de Educación debe reconocer los cursos escolares que han estudiado en Líbano, Turquía u otro país de acogida y recuperar los documentos extraviados. La abstención escolar es otra de las dificultades.
Muchos menores refugiados no han asistido a la escuela, lo que se traduce en una generación perdida de niños sirios. Además, muchas de las escuelas han sido destruidas durante la guerra, por lo que no hay centros donde poder estudiar. Según UNICEF, más de siete años de guerra en Siria han dejado una de cada tres escuelas fuera de uso.
Homs es, después de Alepo, una de las ciudades más dañadas por el conflicto armado. Si bien hay zonas que se han rehabilitado, partes de la urbe siguen en escombros. La reconstrucción, junto con el retorno de más de cinco millones de refugiados, es el mayor reto al que se enfrenta Siria. «No podemos vivir en nuestra casa ahora porque está parcialmente destruida y necesita al menos siete meses para estar lista. Así que estaremos en casa de unos familiares mientras la arreglamos», indica Rabieh, la esposa de Hosam.
Los retornados se han convertido en una especie de forasteros en su propia patria. Muchos de ellos no tienen hogar al que regresar y tienen que alquilar una vivienda o repartirse entre casas de familiares.
El cabeza de familia suele quedarse en el país de acogida por trabajo o deudas que pagar, o bien por miedo a ser llamado a filas, a pesar de la amnistía que declaró recientemente el presidente Bachar al Asad para aquellos que desertaron. Mariam, sus dos hijos pequeños, Asil y Khaled, y su madre Fatma, regresan a Alepo, pero Mohamed, su marido, seguirá en Beirut. «Mi yerno se queda. Tiene muchas deudas, y primero tiene que resolverlas. En unos meses se unirá a nosotros en Alepo», explica Fatma, de 65 años. Cuando se marcharon de Siria en 2013, Mariam estaba embarazada de Asil y nació en Líbano. Al año siguiente, llegó Khaled. Ninguno de los dos niños fue inscrito en el registro al nacer. Asil y Khaled regresan a un país que no conocen y al que legalmente no pertenecen. Devolver la nacionalidad a los sirios que han nacido apátridas es otro de los grandes desafíos en este país en guerra.
El Estado libanés sólo otorga la nacionalidad a los hijos nacidos de padre libanés, incluso si la madre es libanesa pero el padre extranjero, el bebé obtendrá la nacionalidad del padre. Teniendo en cuenta que gran parte de los refugiados sirios están viviendo ilegal en el Líbano –ya que tiene que pagar una cantidad de dinero que no pueden permitirse la mayoría para obtener la residencia–, muchos recién nacidos no han sido inscritos en el registro civil por miedo a la situación ilegal de los padres y regresan a Siria sin la partida de nacimiento. Poco a poco van llegando más familias a la Ciudad Deportiva de Beirut –punto de retorno– con enormes bolsas de viaje llenas de trastos. Las Fuerzas de Seguridad libanesas a través de la oficina de la Seguridad Nacional han organizado puntos de retorno coordinándose con el Gobierno sirio, que fleta autobuses urbanos para recoger a los sirios que quieran volver a casa.
Según el Gobierno libanés, más de 50.000 sirios en el Líbano han regresado ya a su país. Los refugiados que se marchan han sido previamente investigados por Fuerzas de Seguridad de ambos países y sólo regresan aquellos que han recibido el visto bueno del régimen de Asad.
Uno a uno son llamado por un agente de la Seguridad Nacional, que revisa sus papeles y después suben al autobús urbano. Un vinilo con el rostro del presidente Al Asad en la luna delantera les da la bienvenida.Con la mirada perdida en el horizonte, pensativos y en silencio o sollozando por haber dejado atrás al padre o al esposo, los sirios comienzan el camino de regreso sin esperanzas de una vida mejor que la que dejaron siendo refugiados.
Fuente: La Razón