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El 8 de agosto de 1917 se inaugura la Estación del Norte de Valencia. Justo poco después, el 13 de agosto, la Federación Nacional Ferroviaria proclama la 1ª huelga general revolucionaria de España, a la que se unen la CNT y UGT. El motivo de su inicio es la negativa, por parte de la Compañía del Norte, de readmitir a una treintena de obreros despedidos en el anterior paro del 19 de julio; además se pide que se cree un Gobierno provisional que asuma los poderes ejecutivo y moderador, para preparar elecciones reales y que formen unas Cortes Constituyentes. El paro es total en Valencia y se extiende a otras muchas ciudades de España. El día 14, justo un día después, el comité de huelga es detenido y encarcelado en prisiones militares.
En esta época los avances en la construcción cobran, en esta Estación, su más vistosa utilidad. Los usos del hormigón armado y del acero, en lugar del hierro, junto a la idea de recrearse en aspectos intelectuales y artísticos, aprovechando todos los avances industriales y tecnologías nacientes, dotan a esta estación de gran funcionalidad a la par que belleza.
Pero lo que más llama la atención de esta bella obra del modernismo valenciano es la antigua cantina, hoy conocida como “Sala de los Mosaicos”
El 5 de julio de 2008, y después de 20 años cerrada, se vuelve a abrir al público esta sala de la Estación del Norte obra del pintor y ceramista Gregorio Muñoz Dueñas, que tuvo en su día la colaboración de Azulejos Antonio Bayarri Hermanos de Burjassot, pionera por aquel entonces en esmalte y cocción de cerámica. Ha pasado por un exhaustivo proceso de restauración que ha durado cuatro años y ahora luce en toda la plenitud de sus colores y hermosura. El realce del artesanado es espectacular, las tallas de madera, la forja de los complementos, sus mosaicos pintados, cerámicas vidriadas y el trencadís convierten este espacio en un deleite para los sentidos.
Pero ¿Quién es la mujer vestida de indumentaria valenciana que se esconde tras aquel precioso mosaico dispuesto?, queremos contaros la historia de una señora que hasta ahora era una completa desconocida entre nosotros. A partir de hoy ella tomará cuerpo y esencia para ser siempre recordada.
Esta es la historia de la mujer vestida de indumentaria valenciana del mosaico situado en la antigua cantina de la Estación del Norte.
Corren tiempos de paz, un inmenso cielo azul sonríe a la mañana y lanza soplos de brisa para extender la fragancia de los naranjos en flor. El dulce perfume del azahar, que ahora inunda mis sentidos, junto al acre de la pólvora, que se respira en tiempos de fallas, son los aromas de mi madurez y los que me hacen sentir viva y vibrar de placer.
Desde lo alto de la pared donde me hallo, antes sentía el bullicio de la cantina que me mantenía distraída todas las horas del día; la algarabía de las voces, el entrechocar de las cucharas, tazas y platillos de desayunos y meriendas, los pasos apresurados en busca de ese tren que no se debía perder, los abrazos y sonoros besos de fugaces despedidas y de reencuentros interminables, junto al eterno jolgorio de la chiquillería, hacían de este lugar un espacio lleno de historias mundanas, de recuerdos queridos y que, en un futuro, seguro conformarán nuestra Historia.
Algo ha cambiado durante estos años transcurridos; desde ese lejano pasado este rincón se ha abierto ahora a andares sosegados, a silencios y susurros muestra de admiración y respeto. El espacio ha quedado vacío de sillas de madera y de mesitas de mármol y forja como si se quisiera acrecentar, aún más si cabe, la belleza de las flores, los paisajes, las guirnaldas y los colores del Modernismo en su más amplia expresión o la de los símbolos que definen a este trocito de tierra, a nuestra Comunidad Valenciana de orillas del Mediterráneo, y que han convertido a mi humilde persona en embajadora de aquellos tiempos en esta nueva Valencia cosmopolita y elegante.
Me llamo Josefina Momblanch Llopis y soy la valenciana, vestida con traje de indumentaria valenciana, que aparece retratada en el mosaico de la antigua cantina de la Estación del Norte de Valencia, hoy llamada Sala de los Mosaicos.
Natural de Alicante, una de ocho hermanos, cuatro mujeres y cuatro varones: Josefina, Victoria, Cándida, Juana, José, Bartolomé, ¿Juan, Rafael? Mi padre era notario en Alcoy. Me casé con Francisco Ribes Marco, Catedrático de Filosofía y escritor, y hermano de Demetrio Ribes Marco, arquitecto de dicha Estación del Norte. Juntos tuvimos cuatro hijos: Venturita, Francisco, Juan y Demetrio, siendo este último bautizado con el nombre de su tío además de ser su ahijado. Mi cuñado Demetrio escoge mi imagen como representante típica de la mujer valenciana y esa es la emotiva razón de mi presencia en el mosaico.
Paso la guerra civil y parte de la posguerra entre Alicante y Játiva, en casa de mis hermanos, en concreto en la de Bartolomé, que era abogado. Al ser viuda voy a vivir con mi hijo Demetrio y su esposa quienes tienen cuatro hijos: Josefina Victoria, Rosa María, María del Carmen y Francisco Antonio; son todos ellos la compañía de mis días y los que me atienden, menos el menor al que no llegué a conocer, y son, hoy por hoy, Josefina Victoria y Rosa María las guardianas de la memoria de mi historia.
Al ponerme enferma pasan a cuidarme las otras mujeres de la familia, en concreto viajo a casa de la otra abuela de mis nietos, Martina se llamaba, natural de Calamocha (provincia de Teruel), en donde mi hijo Demetrio se había enamorado perdidamente de Trinidad (a día de hoy dicen en el pueblo que se casó con ella por guapa) cuando va a hacer la estación del tren y llevar el ferrocarril a Calamocha. Fallezco a la edad de 68 años, en 1947, y me entierran en Calamocha, en donde aún recibo las visitas de mis nietos, bisnietos y tataranietos.
Mis últimos días de cama los paso entretenida, ya que mi pequeña y querida nieta Josefina se empeña en alegrarme la visión, de tanto techo y paredes, asomando, de vez en cuando, por la puerta de mi habitación, a la vaca y las cabras que pasan por el corredor hacia el corral, o salen de él hacia la calle de esta villa que compartió mis últimos tiempos.