«Os pido que os unáis a mí como parte de una campaña popular sin precedentes e histórica que comenzará con al menos un millón de personas de todo el país». Con estas palabras, entre el eslogan publicitario y la llamada al combate, vuelve Bernie Sanders. Su carta, enviada por correo electrónico a cientos de miles de seguidores, fue el epílogo de una entrevista a una emisora de radio. Inmediatamente repetida en todos los medios, abría las compuertas a la gran confrontación por la Casa Blanca. Antes, durante su charla con Bob Kinzel, de la radio VPR, prometía recorrer el país en un «tour» para promocionar «la fe en la justicia, en la comunidad, en la política de base y en las reuniones de los ayuntamientos de los que nos enorgullecemos en Vermont». Tras detallar los aspectos esenciales de su programa, y principalmente la sanidad universal y gratuita, el salario mínimo y la drástica reducción de las tasas universitarias, dedicó su atención a Donald Trump. «Creo que el actual ocupante de la Casa Blanca», dijo, «es una vergüenza para nuestro país. Es un mentiroso patológico».
Tampoco ahorró munición en la entrevista que concedió a al programa CBS «This Morning». Racista, sexista, homófobo y xenófobo fueron algunos otros de los epítetos que le dedicó. También subrayó que Trump usa a las minorías, «a menudo inmigrantes indocumentados», para promocionar sus propios intereses electorales. El suyo, añadió, es un «movimiento de base de personas preparadas para ponerse de pie y luchar».
El senador por Vermont provocó un seísmo en el Partido Demócrata en 2016. Disputó la candidatura de Hillary Clinton en las primarias y, con su campaña, destapó la honda polarización de una formación que oscila entre el sector más tradicional o «mainstream» y el auge de los más radicales. No parece exagerado afirmar, por tanto, que, una vez perdió aquellas primarias, la desafección de sus partidarios contribuyese sobremanera a la derrota de Hillary en las presidenciales. Dice la gente de su oficina de prensa que llevaba meses indeciso, e insiste en que a pesar de su edad, tendrá 79 años en noviembre de 2020, se encuentra más robusto y entusiasta que nunca:«Tenemos que juzgar a los candidatos no por el color de su piel, no por su orientación sexual, su género y su edad. Debemos tratar de movernos hacia una sociedad sin discriminación, que mire a las personas en función de sus capacidades, en función de lo que representan». Unas frases que ya le han granjeado las primeras críticas desde su propio campo.
En su comunicado publicado a los pocos minutos en «The New York Times», Sanders explica que «hace tres años, durante nuestra campaña de 2016, cuando presentamos nuestra agenda progresista, nos dijeron que nuestras ideas eran ‘radicales’ y ‘extremas’». Pero, sostiene, muchas de las reivindicaciones de entonces han sido asimiladas por buena parte de la sociedad. Tres años y medio después de aquella campaña histórica, considera que «millones de estadounidenses se han levantado y contraatacan en favor de estas y otras muchas propuestas con el respaldo de la mayoría de los estadounidenses». Como escribió Benjamin Wallace-Wells en la revista «New Yorker», hace tres años y medio Sanders parecía una voz discordante, casi marginal, mientras que hoy parece haber alcanzado una posición de insospechada centralidad.
Según la secretaria de prensa de la incipiente campaña de Trump, Kayleigh McEnany, Sanders «ya ha ganado» en la arena demócrata «porque todos los candidatos están adoptando su marca de socialismo». Pero, añade, «el pueblo estadounidense rechazará una agenda de elevadas tasas impositivas, atención médica administrada por el Gobierno y mimos a dictadores como los de Venezuela». «Solo el presidente Trump», añadió, «mantendrá a EE UU libre, próspero y seguro».
Fuente: La Razón