El regreso de la inventora de la Ofrenda

Paquita Pérez, a los 92 años, revive el festejo del que ella fue pionera hace 75 años – «Tenía muchos ramos, propuse llevarlos a la Virgen, organizamos un desfile y así empezó todo»

Es, seguramente, una de las ideas más brillantes de la historia de la fiesta. Sobre todo, por lo simple que fue y la consecuencia que tuvo a lo largo de los años. «Era fallera mayor y me encontré con que tenía muchos ramos de flores. Pensé que tenerlos en casa no tenía mucho sentido. Desde que tomé la Primera Comunión tenía mucha devoción a la Virgen de los Desamparados. Así que planteé en la falla por qué no nos acercábamos a la Basílica y los llevábamos para dárselos a la Mare de Déu». A los falleros de, entonces, San Vicente-Falangista Esteve, les pareció muy buena idea. «Y nos fuimos todos allí. Me recogieron y desfilamos por San Vicente hasta la Basílica acompañados de la banda de música. Nos encontramos la puerta cerrada. Llamamos y el párroco de guardia nos abrió y le entregamos los ramos. Los fue poniendo en los lugares que le pareció más convenientes y nos marchamos con la satisfacción de lo que habíamos hecho».

Esto sucedió hace ahora 75 años. Y de aquella idea surgió la Ofrenda de Flores de Fallas. Las autoridades falleras tomaron nota de lo sucedido, les gustó, lo absorbieron y lo convirtieron en festejo oficial. Ese que ha sobrevivido a las épocas sin disminuir su participación (todo lo contrario, cada vez hay más) y en el que, con devoción, pasión o, simplemente, sentimiento, es el gran acontecimiento de la fiesta, más allá de levantar y quemar obras efímeras.

Esa mujer es Francisca Pérez Pérez. Paquita Pérez. Y a sus 92 años, 93 en mayo, volvió a la plaza para contemplar lo que, en gran medida, es su obra: una imagen de la Mare de Déu convertida en tapiz tridimensional y miles de personas acercándose a verla, aunque hayan pasado tres días desde que se finalizó su confección gracias a la aportación de 42.295 ramos de otras tantas falleras. Y 151 canastillas. Aquel pequeño desfile se ha convertido ahora en un megafestejo de 18 horas de duración, durante dos días, en el que participaron más de 105.000 personas.

El traje era alquilado
«Es que la Virgen es muy querida en Valencia. Es la madre de todos» dice Paquita, que conserva una lucidez extraordinaria. «Durante algunos años seguí desfilando como componente de la corte de honor de mi falla». Aunque vivía en la propia demarcación, pertenecía a una familia humilde. «Había mucha hambre. Mi madre se había quedado viuda con 22 años y pocos recursos». Y cuentan que la comisión la eligió a ella por encima de otra candidatura con más recursos económicos. «El traje fue alquilado y me lo pagué a costa de comer mal más de una vez». Quien tiene poco comparte y quizá por eso decidió compartir las flores con la Patrona.

Le da la vuelta a la imagen y no deja de emocionarse. «¿Me permite hacerme una foto rezándole?». Recuerda que, durante un tiempo, se desvinculó de todo «porque perdí un hijo y me deprimí ». Pero ahora sigue acudiendo con cierta regularidad a la Basílica a hacer una visita. La osteoporosis la ha postrado en una silla de ruedas, pero se obliga a levantarse un poco cada día para ejercitarse. Y es admirable lo bien que le funciona la memoria. «La gente decía que era muy guapa». De hecho, cuentan que tenía a los jóvenes enamorados. Se casó, tuvo dos hijos, Victorio y Esperanza, tres nietos y dos biznietos. Desde que tuvo el problema en los huesos vive en la residencia Fortuny «y me tratan muy bien». Su hija y su yerno acuden a diario y ayer la acompañaban a la experiencia.

«Me encantaría volver a desfilar-
«La Ofrenda la veo por televisión. Me enorgullece que sea un acto tan grande y tan bonito», aunque admite que esta idea ha postrado casi al olvido al patriarca. «Espero que San José me perdone». Este año, la comisión ha celebrado la efemérides, de la misma forma que lo hizo a los 25 y 50 años. En la comisión no pudieron invitarla porque le habían perdido la pista. De hecho, al comentarlo no ocultaban su asombro y un punto de frustración de no saberlo. Gustosamente la habrían invitado a participar. Es la única superviviente de aquel grupo humano de hambre, falla y esteraperlo.

Pero Paquita les lanza una idea, aunque sea pra el 76º aniversario. «¿Volver a desfilar? Si tengo salud lo haría encantada».

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