En el nombre de la paella

Durante esta última semana se nos acumulan asuntos relacionados con el (de) venir y el (por)venir de la paella valenciana. Aunque la paciencia todo lo alcanza, la política de avestruz o mirarse al ombligo tienen sus diferencias, hay que defenderse de la volátil ligereza culinaria de algunos chefs extranjeros a la hora de tratar los platos clásicos de la cocina nacional.

La lupa culinaria que hay sobre la paella no encuentra fácil par en la gastronomía internacional. En esta época, dónde la sensibilidad se halla en paradero desconocido a la hora de respetar el recetario clásico, hay que aprender a relativizar las osadías gastronómicas y los atropellos gustativos del televisivo cocinero inglés Jamie Oliver. Su última propuesta, paella con chorizo, es un claro ejemplo ilustrativo de felonía culinaria.

«Jamie se inspira frecuentemente en platos tradicionales y ama la paella», según un portavoz del chef. Menos mal. Ni siquiera las hordas de turistas extranjeros que visitan nuestras costas demuestran el mismo nivel de ignorancia sobre el tema. De vez en cuando, los maestros cocineros se sacuden el tutelaje del recetario clásico para ofrecer reinterpretaciones, pero este no es el caso.

Conocida la ignominia gastronómica, somos convocados por un buen amigo amante de la paella valenciana. La sobremesa se convierte en una reunión de capitanes de una renovada armada invencible que diseñan una estrategia de acoso y derribo ante tal humillación que nos lleva a cierta esquizofrenia. Frente al enfado de algunos surge la indiferencia y el buen humor con los que se obtiene un cuerpo de ventaja deslegitimando tamaña osadía. Dentro de la inveterada afición de apropiarse de recetas universales, con locas versiones, a veces, se cometen atropellos culinarios sin mediar lógica alguna.

Espoleados ante tamaña tropelía las consecuencias no se hacen esperar. Desde el primer minuto pretenden infligir una escabechina a la cocina de la Pérfida Albión. Desde el centro de mesa nos indican que este acto constituye una clara violación del derecho internacional gastronómico y por lo tanto un crimen de guerra gustativa. Las risas se apoderan de la sobremesa. Los desaires culinarios hacia nuestros platos universales son recibidos con un saludable desdén gastrónomo.

Arroz con lo que sea

Desgraciadamente no hay que ir tan lejos para encontrar precedentes de discutidas versiones en territorio propio. La luctuosa propuesta nos ha hecho recordar otras trifulcas internas. No hay comensales con paladares de doble alma. Ni extremistas, ni pragmáticos.

Se da por sobreentendido que esta versión es fruto de una torpe reflexión culinaria ecléctica. Sin ningún atisbo de rencor gastrónomo proponen rescatar de la ignorancia al gurú que ha elevado la paella a los altares del desconocimiento, con el particular sacrilegio creado, mediante una invitación durante las próximas Fallas.

En estos días se incuban polémicas y discusiones (no) estériles tras descubrir el enésimo extravío gastronómico que multiplica los daños al honor culinario patrio, por apropiación indebida. No es paella… es arroz con lo que sea o con lo que haya en la nevera.

Fondeados en la mesa recibimos un último «touché» sin previo aviso. Nos dicen que ha abrevado su comentada versión del consejo de una abuela durante una visita a España. La rebelión ya sofocada es avivada. Lo que faltaba, primero la paella y ahora… ¿Pero qué broma es esta? No contento con el disgusto provocado, traslada la autoría de su atropello a una abuela española. ¡Menudo «gentleman»! No será fruto de una psicofonía salida desde la cenefa de la cocina instalada en los estudios de televisión.

En el nombre de la paella, salvemos a Jamie. El problema es que Oliver no se va a dejar ayudar. Las futuras diligencias sobre la cocina española, capitaneadas por su criterio, nos amedrentan ante posibles disparates. Tras el ultraje a la paella, la ficción catódica gastronómica nos permite aventurar nuevos capítulos alejados de la lógica.

Source: Comunitat Valenciana

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