La noticia, adelantada por «The New York Times», provocó nuevas ondas sísmicas en Washington. El diario neoyorquino corroboraba que el espía Sergei V. Skripal, que sobrevivió junto a su hija a un intento de envenenamiento en Reino Unido, habría colaborado habitualmente con los servicios secretos españoles. Veterano del espionaje ruso, el antiguo coronel, especialista en la lucha contra el crimen organizado, estaba teóricamente jubilado. Pero habría seguido trabajando en países como la República Checa y, sí, España.
Su caso recuerda mucho al de otro ex agente ruso, Alexander Litvinenko, asesinado en Londres, en el año 2006, tras estar en contacto con el isótopo radiactivo polonio 2010. Al parecer Litvinenko también trabajó junto a los servicios secretos de España en la luchar contra la mafia rusa. Organización criminal cuyos tentáculos se extienden por buena parte de Europa. Incluidos, claro está, determinados enclaves de la costa española.
Por supuesto Skripal había vivido en España, durante los 90. Fue en esa época, asegura «The New York Times», cuando el coronel fue captado por los servicios secretos británicos. Convertido en agente doble, fue detenido en Rusia en 2004 y posteriormente, el 2010, liberado en un intercambio de espías. El rotativo, que cita las palabras del especialista español Fernando Rueda, explica que a partir de entonces Skripal reanudó sus visitas a España. La sospecha, inevitable, es que a Skripal lo intentara asesinar la mafia. Ésta, con muchos contactos con las agencias de inteligencia del Krenlim, tenía el motivo y los medios para hacerlo.
Jeremy Fleming, director del servicio secreto de escuchas británico, acusó de nuevo a Rusia de trabajar para minar la estabilidad de las potencias occidentales y el orden internacional. Hay que recordar que el llamado caso Skripal torpedeó de forma inevitable las hasta entonces idílicas relaciones de la nueva Administración con el Kremlin. Hasta el punto que el pasado 26 de marzo la Casa Blanca firmó la orden de expulsión de hasta 60 diplomáticos rusos: 48 de la embajada de Rusia en Washington y doce destinados en la ONU. También anunció el cierre del consulado ruso en Seattle. No le quedó otro remedio al presidente Trump, acuciado como estaba por la implacable investigación del fiscal Robert S. Mueller sobre la posible colisión de su campaña con el espionaje ruso. Una reacción inevitable luego de que países como Reino Unido, Italia, Francia, Alemania, España, Noruega, Ucrania, Dinamarca y Letonia anunciaran que ellos también expulsarían a diplomáticos rusos. En aquel día la Casa Blanca explicó que estábamos ante una respuesta conjunta «con nuestros aliados y socios de la OTAN y alrededor del mundo en respuesta al uso de Rusia de un arma química militar en suelo del Reino Unido, la última en una serie de actividades desestabilizadoras por todo el mundo». Previamente, agosto del pasado año, EE UU decretaba el cierre del consulado de Rusia en San Francisco, y de centros anexos en Nueva York y Washington. Moscú respondió entonces expulsando al 50% del personal diplomático nortemaericano en su país. Nada menos 755 funcionarios de EE UU.
Entre tanto ayer mismo el Ministerio de Exteriores de Rusia acusaba a Londres de conspirar contra su país y de negarse a colaborar en la investigación. Karen Pierce, embajadora británica ante Naciones Unidas, replicó que «no reclutas a un pirómano para apagar un incendio, y especialmente cuando fue el causante del fuego». Su homólogo ruso, Vasili Nebenzia, respondió que Gran Bretaña apenas si dispone de un «cóctel de hechos infundado y mentiroso» al tiempo que trata de «desatar una histeria antirrusa asquerosa e implicar a otros países en dicha histeria». En opinión de Nebenzia, el relato del intento de asesinato de Skripal en Salisbury está «plagado de inconsistencias». El Gobierno británico de la primera ministra, Theresa May, obtuvo el jueves el apoyo de Estados Unidos, Francia, Alemania y Canadá, que suscribieron su tesis de que «casi con certeza» el presidente Vladimir Putin está detrás del ataque con Novichok.
Fuente: La Razón