Valencianos y valencianas, falleros y falleras, gente de todo el mundo, ya estamos en fallas. Y si hay alguien que no me crea, que salga a la calle y lo vea. Verá como el sol ya tiñe de luz nuestra tierra, verá como nuestras calles ya se ajustan su precioso traje de luces. Notará como sus pulmones se encharcan de pólvora y comprobará que tenemos razón cuando decimos que no hay mayor belleza que la que un traje de fallera otorga.
Quien no me crea, que abra el corazón y sienta. Que note como la emoción eriza nuestro vello, que se deje contagiar por aquello que llamamos fiesta, tradición y sentimiento. Que baje a la calle, que baje a la calle y vea la sonrisa en nuestros rostros, que vea como nuestras cabezas lucen bien altas apuntando al cielo, diciendo a aquellos que ya no están, que en nuestros corazones continúa creciendo su orgullo fallero.
Y sí: “senyor pirotécnic, ja pot començar la mascletà”. Ya puede empezar a temblar el mundo, ya puede arder nuestra ciudad. Ya podemos sacar a pasear nuestros pañuelos y blusones, ya podemos dar a nuestros estandartes su ansiada libertad. Ya tenemos marzo a la vuelta de la esquina, es momento de levantar nuestra Real Senyera hasta la eternidad.
Falleros y falleras, este año tenemos una misión, tenemos que demostrar. Debemos demostrar por qué nos dieron ese galardón. Debemos demostrar porque las fallas son Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Este año, más que nunca, tenemos que vibrar. Vibrar al unísono, disfrutar nuestra fiesta juntos, ya que las fallas son de Valencia y no de uno solo. Debemos hacer de nuestra ciudad una única casa en la que, estés donde estés, solo importe de dónde vienes y de quien eres.
Por ello, dejemos las diferencias en el banquillo, y salgamos a brindar por Valencia y su brillo. Brindemos por ese cielo azul que nos cobija, por esa sangre que, por nuestras venas, luce tan roja y por ese sol que nos ampara tan amarillo. Llevemos nuestros colores hasta dónde merecen estar y no dejemos que otros hagan de nuestro pasado un tablero donde divertirse y jugar.
Riamos, bebamos, bailemos y que sigan llamándonos borrachos y festeros. Que sigan diciendo que solo sabemos hacer ruido, que nos tachen de descerebrados por dormir, en días, cuestión de minutos. Sigamos sintiendo y llorando cuando nuestro corazón lo pida, continuemos haciendo magia con la pólvora. Demostremos que nuestros monumentos no son sólo de corcho, cartón y madera, sino de esfuerzo, sacrificio y vida.
Ya están aquí, ya es una realidad. Aún recuerdo el año pasado, en el día de la cremà, mi cabeza pensaba que, para las siguientes fallas, quedaba una eternidad. Y hoy mi cuerpo dice que no quiere descansar más, mi mente dice que: basta de pensar ya. Y mi corazón solo busca un lugar por donde escapar. Porque así somos nosotros, personas que creen en una fiesta con todo su ser. Desde la cabeza hasta los píes, todo un año preparándose para en cuatro días dejarse la vida y la piel.
Y todo, ¿por qué? Porque soy valenciano y desde que nací, en mi interior algo enorme comenzó a crecer. Porque soy fallero y es el mayor regalo que, mis padres, me pudieron hacer.
VIXCA VALÈNCIA Y VIQUEN LES FALLES!