Más de la mitad de su vida dedicada a las Fuerzas Armadas. Desde que entró en la Academia de Zaragoza en 1966, Fulgencio Coll Bucher (Palma de Mallorca, 1948), se labró una carrera envidiable para muchos. Ha sido jefe de la Brigada «Extremadura XI», comandante militar de la Provincia de Badajoz, responsable de la División «Brunete nº1», primer jefe de la UME y Jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra (JEME) entre 2008 y 2012, cuando el general Julio Rodríguez (ahora secretario general de Podemos en la Comunidad de Madrid) era Jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD). Ahora, a sus 70 años, este general retirado afronta una nueva batalla. De la mano de la coalición Actúa-Vox es el candidato a la Alcaldía de Palma. «Hay que apoyar a cualquier partido que defienda con claridad la Constitución, la democracia, la libertad y la convivencia», asegura tajante.
Y es que el general Coll tiene claro que uno de los grandes problemas de España, que se acentúa aún más en Cataluña, es la «falta de cohesión». Y hace hincapié en que tiene su origen en la educación y en la inmersión lingüística, «que muchos han usado para crear barreras». Pero, sobre todo, reconoce que ha dado el paso porque no quiere que en Baleares ocurra lo mismo que en Cataluña: «El Gobierno balear sigue, desde el punto de vista educativo y lingüístico, la misma dirección que el independentismo catalán. Una dirección de absoluto fracaso». Habla de los líderes catalanes sin tapujos y dice que «viven en un mundo de fantasía», pero confía en que haya una solución, que pasa por «respetar la Constitución y la Ley. Es imposible dialogar con quien sólo quiere imponer». Pese a su perfil castrense, cree que la intervención del Ejército en Cataluña no sería la mejor solución: «Hay un Gobierno, la reactivación del 155… Las Fuerzas Armadas hacen lo que se les ordena, pero esperemos que se arregle de otro modo».
Se sumó al proyecto de Actúa-Vox «porque ha ocupado un espacio que otros han abandonado y está defendiendo y diciendo lo que a otros les daba vergüenza. Este partido ha retomado los valores y no sigue el mal procedimiento de lo políticamente correcto». Según dice, «parece que la cohesión del país, la estabilidad y la defensa de nuestros valores han pasado a un segundo lugar». «No podía estar viendo lo que pasa sin ayudar a los que quieren evitar que se rompa España». Y si bien critica a quienes dicen que Vox es extrema derecha, intenta no darle demasiada importancia, porque «se lo han llamado a Rajoy, a Rivera y a todos los que no piensan igual».
Él ha entrado en la política rodeado del mismo protagonismo que tuvo el general Rodríguez cuando fichó por Podemos, algo que para él no debería ser noticia: «No debería llamar la atención que un militar retirado entre en política. No es extraño que un servidor del Estado, con preparación, dedicación, concepto de lealtad, disciplina y sacrificio, entre. Es bueno», dice mientras recalca que «lo extraño es que no haya más».
Eso sí, confiesa que sus aspiraciones, por el momento, no van más allá de la Alcaldía de Palma, negando cualquier intención de, por ejemplo, llegar a ministro de Defensa. «No hay más», afirma, y añade que, «hace seis años, cuando pasé a la reserva, me preguntaron si tenía intereses políticos y dije que no. Pero hoy, tengamos 20 o 70 años, debemos empujar y apoyar a los partidos que defienden a España». Eso sí, puso dos condiciones: «Lo haría sin sueldo y si el resultado no es brillante, aceptaré la responsabilidad del fracaso».
En el plano más militar, reconoce que «hace mucho que no teníamos unas Fuerzas Armadas tan preparadas y capaces», aunque reconoce que los años de crisis pasaron factura. Cree que habría que invertir, «al menos, el 1,5% del PIB en Defensa», pero, sobre todo, recalca la necesidad de contar con un presupuesto estable. No ve mal, «si así se decide, recuperar una mili más corta para crear un mayor sentido de Estado» y, sobre la retirada de las tropas de Irak en 2004, en cuyo repliegue participó, cree que fue «legítimo», pero que se hizo «muy rápido y sin respetar el compromiso con los plazos».
Fuente: La Razón