? Desde la historia: Más de tres siglos de conflictos
Gibraltar ha sido y es un punto de primordial importancia estratégica internacional y, desde hace tres siglos, constituye una grave fuente de conflictos para España, dueña de la plaza después del ocaso árabe. El gran cambio se produjo en el año 1704, durante la Guerra de Sucesión, cuando una flota anglo-holandesa se apoderó de Gibraltar en nombre del archiduque Carlos, luego Carlos VI de Austria. El disimulo británico fue breve: quería el Peñón y se quedó con él; expulsó a la población y a los soldados extranjeros, lo proclamó puerto franco y la reina Ana nombró gobernador.
En el Tratado de Utrecht, 1713, los Borbones, agotados por la guerra que continuaba en la Península, aceptaron la posesión británica, aunque tratarían de recuperarlo en guerras que se prolongaron durante todo el siglo. Pese a que le costó sangre y dinero, sus enormes ventajas –estratégicas, logísticas y comerciales– hicieron que Inglaterra se aferrara al Peñón convirtiéndolo en su mejor baza para dominar el Mediterráneo hasta la Segunda Guerra Mundial y, de paso, empobrecer España con el contrabando y la ruina de su industria textil.
Gibraltar ha perdido relevancia, pero sólo aparentemente, pues constituye uno de los tentáculos del poder británico: allí cuenta con una base aeronaval importante, que es clave para sus submarinos nucleares, sus comunicaciones y su logística.
? Desde la geopolítica: Uno de los tentáculos del poder británico
Con los gibraltareños no ha funcionado nada a la hora de convencerlos de que la soberanía del Peñon debe volver a España. Ni la mano dura de la verja cerrada, ni la apertura de Morán, ni la oferta generosa de Matutes y Piqué de que mantuvieran la nacionalidad británica y a medio plazo hubiera una cosoberanía hispano británica, ni el infantilismo de Moratinos de sentarlos en pie de igualdad con Londres y Madrid a la hora de negociar. Están en el mejor de los mundos, les pirra creerse británicos, vivir en España, aprovecharse del contrabando y montar miles de empresas, vidriosas algunas, para operaciones financieras.
Londres no ceja. Encontró una coartada ante España: ha de respetar la voluntad de los gibraltareños y estos no quieren ser españoles.
La justificación tiene mucho de camelo: no respetaron la voluntad de Hong Kong donde 6 millones no querían ser chinos –Pekin es mal enemigo– y se inclinan ante 40.000 llanitos. Las razones son otras, antes las militares, Gibraltar tenía una excepcional situación estratégica, decreciente ahora, en caso de conflicto. Ahora prima, de un lado, tener una baza negociadora de calibre para cualquier trueque futuro con España. De otro, capital, su opinión pública. Un Gobierno conservador, con un país polarizado con el Brexit, no quiere excitar a la franja conservadora de electores, muchos de los cuales votaron el abandono de Europa. May no quiere matar el último sueño imperialista de esa gente.
? Desde la economía: Resolver la incertidumbre
El Brexit replantea la necesidad de que el Campo de Gibraltar, en general, y la Línea de la Concepción, en particular, tengan una atención y consideración especial por parte de las administraciones en cuanto coexisten diferencias de renta profundas y con ellas, situaciones de desigualdad social relevantes. Hablamos de una renta per cápita muy alta coexistiendo en un territorio tradicionalmente castigado, que tiene una tasa de paro del 42% y una serie de problemas suficientemente conocidos, agravados, además, en los últimos meses como hemos podido ver. Es aquí, donde la libre circulación de personas y mercancías quedará en suspenso a partir del 30 de marzo de 2019 si no se alcanzan acuerdos al respecto que despejen las incertidumbres creadas.
Dichos acuerdos deberían resolver, en primer lugar, el paso de personas y mercancías buscando la colaboración y cooperación para mitigar las consecuencias de una decisión política británica en la que empresas y trabajadores españoles se verían directamente afectados. Con tales acuerdos, en segundo lugar, aprobar un régimen económico y fiscal especial para la zona y, concretamente para La Línea, que facilite y reimpulse la actividad económica y empresarial, así como planes especiales que reflejen esta atención urgente que necesita el Campo de Gibraltar. Se trata de resolver la incertidumbre y defender los intereses de las empresas y los trabajadores españoles, que son los intereses de España.
Fuente: La Razón