Guerra abierta en el congreso anual de los «tories»

El Partido Conservador comenzó ayer en Birmingham su congreso anual, el último antes del Brexit. Y en los corrillos todos se hacían la misma pregunta: ¿será el último para Theresa May como líder de la formación? Lo cierto es que la primera ministra afronta el cónclave más cuestionada que nunca.

Cuando apenas quedan seis meses para ratificar el divorcio con el bloque, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, ha dejado claro que el «Plan Chequers» –la propuesta del Gobierno británico para crear un marco común sólo para bienes con la UE– no es viable. Por su parte, la oposición laborista de Jeremy Corbyn ha adelantado que rechazará cualquier acuerdo de salida cuando se presente en Westminster y, si no se convocan elecciones generales, hará campaña por un segundo referéndum.

Y, por si los problemas fueran pocos, la guerra civil que se libra en las filas tories –entre euroescépticos y pro UE– no dan a la «premier» margen de maniobra para resolver el principal obstáculo que se plantea en las negociaciones con Bruselas: encontrar la solución para evitar una frontera dura entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte, la única frontera física que existirá tras el divorcio con la UE.

Tanto euroescépticos como pro UE amenazan con rebelión si no se garantizan sus respectivos intereses y no son pocos los que aprovecharán la cita en Birmingham para posicionarse como futuros líderes. Entre ellos, Boris Johnson.

Desde que presentara su dimisión como ministro de Exteriores el pasado mes de julio en protesta al denominado «Plan Chequers» no han cesado los rumores sobre un posible reto a la inquilina de Downing Street. Aunque no se espera que vaya a mover la ficha definitiva durante la conferencia, el carismático político sí está haciendo una clara campaña para las primarias que podrían convocarse en primavera, una vez se ha superado la barrera del 29 de marzo de 2019, fecha marcada en el calendario para el Brexit.

El pasado viernes, Johnson ya calentó motores publicando un artículo donde tachaba la propuesta de divorcio de May de «humillación moral e intelectual» para el Reino Unido y, en su lugar, planteaba su Plan B, que pasa por llegar a un acuerdo con la UE de libre comercio al estilo de Canadá, que se traduzca en una política de «cero aranceles».

El ex ministro volvió ayer a la carga concediendo una serie de entrevistas en las que no sólo hablaba de políticas domésticas –claro manifiesto de que se postula como futuro candidato a líder del Patido Conservador– sino que repetía por activa y pasiva que, a diferencia de May, él sí hizo campaña por la salida del bloque en el referéndum de 2016 y cree realmente en el Brexit.

La réplica de May no se hizo esperar. Sin dar nombres, la «premier» acusó a los diputados que están criticando su plan de estar «jugando» con el futuro del Reino Unido y de «socavar el interés nacional». Asimismo, la líder «tory» afirmó que confía en que el Brexit será un éxito, «independientemente» del resultado de las negociaciones con la UE a la que instó a presentar una «contrapropuestas» a su plan de Chequers que, a su juicio, es el único que puede evitar una frontera dura en Irlanda.

May –que ofrecerá su esperado discurso el miércoles– reconoció en la BBC que los meses finales de las negociaciones con Bruselas van a ser «los más duros», pero que su Ejecutivo seguirá centrándose en «llegar a un buen acuerdo». En este sentido recordó que sí que cree en el Brexit pero que «principalmente creo en materializar la salida del Reino Unido de la Unión Europea de una manera que, respetándose la voluntad de los votantes y lo que se decidió en el referéndum, al mismo tiempo se proteja nuestra unión, nuestros trabajos, y se llegue a un éxito para el futuro del país».

Fuente: La Razón

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