La actriz con más obras en la cabeza
Un libro recoge la carrera de Isabel Tortajada, intérprete que estrenó una función diferente cada semana en el Talia de Valencia durante tres décadas de dictadura, con obras insólitas en el teatro de la época
Hubo un tiempo en Valencia en que el teatro era Isabel Tortajada. Cada semana, entre mediados de los cincuenta y hasta que despuntó la democracia, la actriz aparecía en dos sesiones cada domingo en el Teatre Talia, entonces Casa de los Obreros. «Sobre todo en la década negra del teatro valenciano, en los sesenta, cuando en las demás salas solo se podía ver revista. La Casa de los Obreros ofrecía obras de Shakespeare o de Tennesee Williams en contra de lo que mucha gente piensa: que era solo teatro de evasión», cuenta el catedrático Josep Lluís Sirera.
Él y Remei Miralles se han dedicado a recopilar todo el material bibliográfico sobre la actriz más prolífica de las tablas valencianas: cada semana, durante tres décadas, Tortajada aparecía junto a sus compañeros con una obra nueva. «Era tiránica a la hora de ensayar, lo cual no es malo en el teatro», comenta Sirera, devoto de una mujer con la que él mismo descubrió muchas obras de las que, siendo un chiquillo, no sabía ni siquiera el nombre. Por eso, tras un homenaje del Consell Valencià de Cultura a la actriz, en 2008, se decidió a documentar su carrera. Hablaron con ella, retirada desde los años ochenta „ahora tiene 85 años„ y buscaron cada línea de un diario en el que apareciera su nombre. El resultado es El Teatro Talía. Un escenario para Isabel Tortajada, un libro en el que los autores han conseguido trazar un relato que pone de relieve no solo la figura de la actriz, sino la labor de la Casa de los Obreros como reducto independiente ante la banalidad del teatro de la dictadura.
«La capacidad de trabajo de Isabel era increible: por las mañanas tenía el programa matinal de Radio Nacional y las tardes las pasaba en el teatro. Allí cenaban, antes de volver a ensayar por las noches», relata Sirera. Hoy se presenta este libro, como no podía ser de otra manera, en el Teatre Talia. Respecto a Tortajada y el final de la Casa de los Obreros, fueron devorados por la escena que ellos mismos impulsaron: «En los ochenta nacen compañías jóvenes y nuevas formas de teatro, así que la gente dejó de interesarse por la Casa de los Obreros». Tortajada, en una función junto a una de estas nuevas compañías, cedería el testigo sobre las tablas.
Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 31 de marzo de 1984
Cada domingo, desde hace 30 años, estrena una obra distinta en el teatro Talía de Valencia.
Isabel Tortajada estrena cada domingo, desde 1954, una obra distinta en el escenario del Teatro Talía de Valencia. Entre las candilejas de este recinto todo tiene años. Ese color especial del paso del tiempo incrustado en los objetos y la decoración. De todos modos, para esta actriz, y también locutora de Radio Nacional de España, el estreno dominical, según dice, parece siempre el primero.
De edad que no confiesa, perroo a pocos años del listón de la jubilación, Isabel despierta a los oyentes de RNE con las temperaturas. Ese madrugón de las seis y media de la mañana imprime un empuje al resto del día. Más de 2.000 piezas teatrales diferentes bullen en su cabeza y se entrecruzan. Es un público fiel, de abonados, el que la obliga a un permanente cambio de textos y del que ella dice que «le va el clásico y que no le repitan títulos con mucha frecuencia». De su primera época, 1954, «quedan sólo dos señoras. Venían entonces y siguen viniendo ahora».La pieza que está ensayando, «El canto de la cigarra» de Alfonso Paso, la representó por primera vez en una fecha que no recuerda, tal vez hace 20 años. Cuando la compañía revive alguna de esas 2.000 piezas, aplica un aire actual al montaje, «porque ya no nos acordamos de cómo la hicimos entonces».Ese dilatado tiempo del Teatro Talía, propiedad de la sociedad Casa de los Obreros de San Vicente Ferrer y situado en la calle Caballeros, en el centro histórico de la ciudad, lo destilan los decorados. «Conforme se han ido muriendo los pintores, hemos comprado los decorados y guardamos un surtido. Si no, no tendríamos para cada semana», reconoce Isabel. «Estudiamos como enanos. Trabajamos con apuntador, porque no podemos permitirnos el lujo de no tenerlo». El lunes, la compañia -son veinte actores en total- lee la obra; de martes a sábado, ensaya y el domingo, a las 16:15 y 19:00 horas, estrena. Así cada semana. «En verano», afirma, «el director y yo leemos 100 obras cada uno para seleccionar las 45 o 50 de la temporada».
El maratón teatral tiene en esta actriz otra faceta. En el mismo teatro, dirige una escuela en la que es la única profesora de fonética, gestos, mimo, expresión corporal, historias del teatro y del traje, maquillaje, interpretación e improvisación. Antes, convalidó su pasión teatral en la Escuela de Arte Dramático, porque cuando presidía el sindicato vertical del espectáculo había luchado contra el intrusismo. «Fuí autodidacta. No estudié en ninguna parte, pero me planteé que no podía dar clase si no tenía un título. Me daba mucha vergüenza, porque todos eran jóvenes.
«Me gusta representarlo todo. Aunque sea malo, siempre hay una escena, un pasaje que está bien», confiesa, aunque no oculta sus preferencias. «El papel trágico me encanta, me encuentro muy en mi centro. Lo paso muy mal, porque lo vivo mucho. Pero aquí lo hacemos todo, trágicos, normales, de costumbre, de capa y espada, de lo que sea». Una vez, allá por el comienzo, se metió tanto en el papel de una madre -escrito por el italiano Giovanni Cenzatto- que no quiere perder a su hijo, que perdió el conocimiento en escena. «El hijo parecía que era mío».
La historia de esta aventura escénica empezó por casualidad. Isabel leía teatro dramático en la emisora y la fichó un director de entonces. Tras las pruebas, vino la oferta y el compromiso. «Yo pienso que no me debo retirar. Le quitaría algo a este teatro. Que sea el teatro quien me quite a mí. Que deciden tranformarlo en un cine o un garaje, pues yo me voy. Quiero morirme en el escenario».
Fallece Isabel Tortajada, la primera actriz del Teatro Talía cuando era la Casa de los Obreros (23/06/2016)
Fue protagonista en más de 1.500 funciones y representó a los principales autores nacionales y extranjeros, además de ser locutora de Radio Nacional de España
La primera actriz del escenario del centenario Teatro Talía cuando se llamaba la Casa de los Obreros, Isabel Tortajada, ha fallecido en Valencia a los 86 años.
Tortajada fue también la primera voz femenina de Radio Nacional de España en la emisora de Valencia, además de la memoria teatral de una época en la que era la diva de aquel emblemático teatro de la calle Caballeros que, por fortuna, se rehabilitó en los años noventa y hoy sigue siendo escenario de representaciones.
En la década de los cincuenta y los sesenta era un teatro de artistas aficionados con un público muy fiel de fin de semana, pero sobre sus tablas trabajaron extraordinarios actores que por diversas razones, generalmente familiares, no quisieron irse a Madrid a triunfar, ya que en aquellos años sólo se podía triunfar en el teatro desde la capital. No fue el caso de Isabel Tortajada, esposa entonces del también actor valenciano Antonio Iranzo, que en un momento de su vida tomó la decisión de compartir tablas con los grandes de la escena madrileña. Y lo hizo con enorme éxito pero prefirió regresar a su teatro de toda la vida y aprovechar aquella oportunidad creativa que le brindaba la Casa de los Obreros.
Hace ocho años, Isabel Tortajada estuvo en la celebración del aniversario del Talía y en el particular homenaje que el Consell Valencià de Cultura quiso rendir a su trayectoria artística. La actriz valenciana, que debutó a principios de los años 50, afirmó entonces: «La escena valenciana de ahora es muy pobre. Sólo existe el Principal y el Olympia, el resto de teatros han desaparecido, antes había ocho o nueve». Tortajada, que siempre tuvo una espléndida dicción y una voz envidiable para el teatro, añadió: «Entonces iban familias completas al teatro. Era un teatro que vivía de abonos. Yo habré hecho más de 1.500 funciones. Las que más me gustaban eran las tragedias griegas: Electra, Antígona y Medea. También me gustaba La Malquerida, de Benavente. Cada domingo que volvía a casa guardaba el programa en un cajón».
En efecto, la Casa de los Obreros dio a conocer a autores destacados de la época como Muñoz Seca, Arniches, los Álvarez Quintero, José María Pemán, Enrique Jardiel Poncela o Jacinto Benavente.
Las obras se representaban durante los fines de semana y los actores ensayaban los restantes cinco días por la noche, cuando terminaban en sus trabajos cotidianos. Y el local era capaz de competir con llenos absolutos con ocho teatros que había entonces en la ciudad
La de Isabel Tortajada ha sido una vida dedicada a un público fiel, amante de la cultura teatral, de las representaciones y de los intérpretes que ofrecen los gestos y las voces del teatro. Ese escenario sabe de la fidelidad de Isabel Tortajada porque ella jamás dejó de acudir a las dos citas dominicales, la de la tarde y la de la noche, en las que se levantaba el telón para que hubiese función.
«Un domingo, durante una de las actuaciones, vemos que de repente desaparece el apuntador de la concha. Fue angustioso, porque nos sacaba de muchos apuros. Al terminar la representación nos contó que una gata que se había criado en el teatro, había entrado en el foso y se sentó sobre sus piernas para dar a luz. Claro, el hombre tuvo que salir de la concha y dejar los animalitos en un lado», contaba Isabel Tortajada.