Jurat en Cap Joan Pallarés


Tal día como hoy del año 1626, el Jurat en Cap Joan Pallarés, fue atacado por el pueblo cuando hacía su entrada por la puerta de Serranos, proveniente de las Cortes de Monzón. Este ataque se produjo bajo la acusación de no defender adecuadamente los intereses del Reino de Valencia. Se salvó de morir gracias a la ayuda que le prestó el virrey don Enrique Dávila, que lo acogió en el palacio del Real.
Joan Pallarés fue el único representante del poder popular que no tomó la palabra en las Cortes de Monzón a pesar de las graves dificultades por las que pasaba el Reino de Valencia.
El virrey de Valencia era la más alta magistratura delegada de la Corona de la Monarquía Hispánica en el reino de Valencia, constituyendo una especie de alter ego del monarca, quien lo nombraba entre los miembros de la alta nobleza.
En las Cortes participaban el rey, que las convocaba y presidía, junto a representantes de los tres estamentos del Reino: el eclesiástico, el militar y el real o popular. Los miembros de los tres brazos tenían el derecho y la obligación de asistir a las reuniones de la Asamblea, pudiendo elegir o nombrar síndicos o procuradores que los representaran. El rey tenía la obligación de convocar Cortes al inicio de su mandato para jurar los privilegios del Reino.
Respecto al brazo eclesiástico, su núcleo fundamental estaba formado por dignatarios que ejercían en su jurisdicción como el Arzobispo de Zaragoza, los Obispos de Valencia, Tortosa y Segorbe, Maestres de las Ordenes de Montesa y Calatrava, Comendador de Montalbán (Orden de Santiago), abades de los monasterios de Poblet, Benifaçá y Valldigna y Cabildo de la Catedral de Valencia.
Los integrantes del brazo militar se dividían en tres grandes grupos: nobles, caballeros (milites) y géneros (incluidos doncells), aunque su actuación en Cortes eran como bloque común.
Los representantes del brazo real eran los más variables, ya que el mismo estaba compuesto por el conjunto de síndicos enviados por las ciudades y villas de realengo convocadas para asistir a Cortes.
El protocolo para el comienzo de las Cortes siempre era el mismo: en primer lugar una misa solemne y a continuación el rey leía la proposición real o discurso de la Corona, donde se exponía el motivo de la convocatoria y se explicaban las necesidades de la corona y del reino, los problemas políticos internos y los derivados de relaciones internacionales, finalizando, siempre, con una petición de ayuda económica. Fuera cual fuese el motivo de la convocatoria, el monarca solía aprovechar el discurso para recordar la finalidad de las Cortes:

“Déu tot poderós creà lo món en lo començ e, ordenà que cascuna gent o provincia hagués son Rey e sobirà; e segons a XXVII capítols de l’Ecclesiàstich, per tal que.l rey fós ley animada e regís son regne en iusticia, pau e tranquilitat — per les quals los regnes e senyories són conservats e crexen— . E certament per iusticia regna lo rey, e lo fruyt / de la iusticia és pau. E lo senyor rey entenent sobiranament en aquella, la qual és fundament e firmament del soli reyal, convocà e celebrà la present Cort per reduhïr a iusticia los greuges que li fossem offerts e sanctir ordinacions e furs salutifers en lo regne e donar manera de recobrar iustament e quitar (lo) seu patrimoni reyal .”

En las imágenes vemos la catedral de Santa María del Romeral de Monzón, en la que, acondicionada previamente, se celebraron Cortes durante el reinado de Felipe III.

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