Bruselas vivió ayer una jornada de infarto con sucesivas reuniones que apuntaban a la fumata blanca en el acuerdo de divorcio entre Reino Unido y Bruselas. Todo indica que, aunque en las últimas semanas se haya avanzado en las negociaciones, nada está atado y bien atado. Por el momento, habrá que conformarse con una precaria fumata gris a la espera de la cena que se celebrará este miércoles en Bruselas con los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete y la previsible presencia de la «premier» británica, Theresa May. Nadie se aventura todavía en la capital comunitaria a hacer pronósticos. Tras el esfuerzo de las últimas jornadas, en las que las negociaciones han sido continuas día y noche, fuentes diplomáticas aseguraban ayer a LA RAZÓN que los contactos quedan interrumpidos hasta el encuentro del próximo miércoles, con el propósito de que las dos partes analicen la situación con calma. «Seguimos preparados para cualquier escenario», aseguran las mismas fuentes, que no descartan que Reino Unido pueda consumar el divorcio el próximo 29 de marzo sin acuerdo.
Aunque los contactos entre las dos delegaciones durante el fin de semana estaban previstos de antemano, ayer la jornada vivió un vuelco cuando el negociador jefe británico, Dominic Raab, se desplazó a Bruselas para mantener una reunión con su homólogo europeo, Michel Barnier. El encuentro no estaba previsto: comenzó a las cuatro de la tarde y se convocó a los embajadores permanentes de los Veintisiete a una reunión para las seis y media, y en la que Barnier tuvo la oportunidad de informarles de primera mano sobre su cita con Raab.
La presencia del negociador británico en la capital comunitaria fue interpretada como un signo de la buena marcha de las negociaciones, incluso hubo rumores de que el acuerdo estaba hecho. Todo en el mismo día en que la «premier» británica volvía a atravesar grandes problemas en su propia bancada que vuelven a amenazar su permanencia en Downing Street. Falsa alarma. «Con varias grandes cuestiones todavía por resolver, incluida la solución para la frontera de Irlanda del Norte, se ha acordado conjuntamente que se necesitaban negociaciones cara a cara antes del Consejo Europeo de octubre de esta semana», aseguró ayer el Ministerio de Exteriores británico en un comunicado.
La necesidad de evitar una frontera dura en Irlanda del Norte sigue siendo el gran escollo de las negociaciones, tal y como confirmó Barnier vía redes sociales, pese a que en los últimos días el optimismo se había apoderado de las dos delegaciones, después del encuentro bronco que supuso la Cumbre de Salzburgo a mediados del mes de septiembre.
La prensa británica ha dado por hecho en la última semana la capitulación de May al aceptar la permanencia de Reino Unido en la unión aduanera una vez consumado el Brexit y terminado el periodo de transición. Aunque esta posibilidad en ningún momento ha sido confirmada, ha causado una verdadera tormenta en el seno de los «tories».
Pero la permanencia en la unión aduanera parece ahora mismo la única solución a la que puede aferrarse Theresa May para no poner en peligro la integridad territorial de Reino Unido y perder el apoyo de los unionistas británicos, en los que debe sujetarse para permanecer como primera ministra. La oferta de los Veintiese en más que conocida y parece invariable, solo sujeta a algunos matices en su aplicación. Piden que Irlanda del Norte quede alineada normativamente con el bloque comunitario, por lo que se convertiría de facto en una suerte de protectorado europeo, y que haya controles en la frontera del Mar del Norte para la vigilancia del flujo de bienes y mercancías desde territorio británico. Como modo de no levantar ampollas, Barnier ha prometido utilizar toda la tecnología al alcance para que los controles físicos sean una excepción y no la regla. Hasta se ha citado el ejemplo de las islas Canarias para ellos. Pero es una promesa que no satisface ni mucho menos a los «tories» más euroescépticos.
Fuente: La Razón