«Aquí vivía Lina de Consiglio, arrestada en 1944, deportada a Auschwitz, asesinada». «Franco De Consiglio, asesinado en las Fosas Ardeatinas». Son algunas de las placas doradas que, a modo de adoquín, recuerdan en el suelo de Roma a las familias judías víctimas del Holocausto. Hace un par de semanas, una veintena de estas inscripciones –las de la familia De Consigilio, junto con las de los Di Castro– fueron arrancadas y sustraídas del céntrico barrio de Monti. En su lugar quedó un boquete en el suelo, que rápidamente fue decorado con flores, para rellenar un dolor agravado por el reciente 80 aniversario de la promulgación de las «leyes raciales» con las que Mussolini criminalizó a esta comunidad.
Silvana Ajò tiene ahora 91 años, pero cuando el dictador impulsó estas normas era sólo una niña que acudía al mismo colegio que el resto del vecindario. «Nunca hasta ese momento me había preguntado si era judía o cristiana, pero recuerdo que un día llegué a la escuela y la maestra me dijo, apenada, que yo no podía volver», rememora. El decreto limitaba o prohibía a la comunidad hebrea estudiar o trabajar en lugares reservados para el resto de italianos, lo que provocó la expulsión de médicos, banqueros, abogados y todo tipo de profesionales liberales de un colectivo siempre dinámico.
Quedaba vetada también la compra de terrenos para estos ciudadanos, controlar empresas con más de 100 empleados o los matrimonios mixtos entre judíos y cristianos. Silvana asegura que nunca llegó a entender lo sucedido, pero sí encontró consuelo «entre el resto de familias del barrio, que nunca hicieron suyo ese racismo, ya que en aquella Italia, y en la de hoy, era muy importante el sentido de comunidad».
Acomplejado por su colega alemán Adolf Hitler, o desesperado por pertenecer a un frente común, las leyes de Mussolini plagiaron las que ya había adoptado el Tercer Reich. La diferencia, según el director Giorgio Treves, judío y autor del documental «1938. Diversi» (distintos), «es que la intención de Italia era liberarse de los judíos, no llegó nunca a hablar de la llamada Solución Final» por la que millones de miembros de esta comunidad fueron ejecutados. Sin embargo, lo que se propone Treves con su película es mostrar «cómo manipuló a la sociedad un régimen fascista que fue racista desde el inicio». Y para ello se remonta a la campaña de la guerra en Etiopía, que Italia había invadido en 1935, en la que desde el poder se fue inculcando a la población que ellos eran superiores a los habitantes de esos países.
En esta tarea fue fundamental el papel de intelectuales como Indro Montanelli, uno de los periodistas más amados para los italianos y convencido fascista, que se enroló como voluntario para poder ver la batalla con sus propios ojos. Desde allí concluyó que «no habrá nunca dominadores hasta que no tengamos la consciencia exacta de nuestra superioridad». «Con los negros no se fraterniza. No se puede, no se debe. Al menos hasta que sean civilizados por nosotros», es uno de sus conocidos aforismos. Poco después, un grupo de académicos firmaron junto a jerarcas fascistas un decálogo en el que se proclamaba la existencia de una «raza aria italiana», distinguiendo entre europeos mediterráneos y orientales, que a su vez estarían muy por encima de los africanos.
Las leyes raciales fueron abolidas en 1944 y desde entonces la tradición judeo-cristiana, muy presente en Italia, ha favorecido que el antisemitismo sea algo residual en este país. Sin embargo, durante la última campaña electoral, el candidato a la presidencia de la región de Lombardia, Attilio Fontana, de la ultraderechista Liga, dijo que ahora más que nunca era necesaria una defensa de la «raza blanca» contra la invasión migratoria. Las declaraciones causaron una fuerte polémica, pero Fontana fue elegido por amplia mayoría.
Mientras, el líder de su partido y vicepresidente del Gobierno, Matteo Salvini, ha ido escalando hasta convertirse «de facto» en el máximo mandatario italiano impulsado por una campaña de criminalización de los inmigrantes. Giorgio Treves, que termina su documental con una frase de Umberto Eco en la que afirma que «es necesario estar atentos para que no se repita», asegura que «la realidad nos ha superado, con un ambiente amenazante que no podíamos imaginar».
Uno de los efectos de las «leyes raciales» fue la deportación a campos de concentración alemanes de cientos de judíos italianos. La mayoría murieron allí, aunque una de las pocas que consiguió sobrevivir fue la actual senadora vitalicia Liliana Segre. Convertida en una de las voces de la conciencia en Italia, Segre se abstuvo en la investidura del Gobierno de Giuseppe Conte defendiendo «con todas las energías» que le quedan su oposición a nuevas leyes discriminatorias contra cualquier minoría, que es, a juicio de muchos colectivos italianos, la postura que ha adoptado el Ejecutivo italiano en su política migratoria.
Fuente: La Razón