Miles de personas aplauden a la Policía Nacional y al himno mientras Ribó y los miembros del Consell sufren insultos
[wp_ad_camp_2]Aplausos e insultos, pero por encima de todo un mensaje en favor de la unidad de España. Esa podría ser la síntesis de la multitudinaria procesión cívica vivida ayer en Valencia con motivo del 9 d’Octubre, donde la situación convulsa en Cataluña afectó mucho al ambiente a lo largo de todo el itinerario, como reconoció el mismo alcalde Joan Ribó. Eso sí, por encima de los improperios prevalecieron los mensajes de apoyo a la Policía Nacional y a la Guardia Civi prácticamente desde antes de que saliera la marcha festiva.
Tres cuartos de hora ante de que apareciera la abanderada de este año, la portavoz de València en Comú, María Oliver, la plaza del Ayuntamiento ya era escenarios de gritos a favor de España. Hasta algún ‘Vixca la Mare de Déu’ se escapó de un público que cada vez entraba más en situación, enardecido por el calor y con la imagen todavía en la retina de la histórica manifestación del domingo en Barcelona a favor de la unidad nacional y contra el independentismo.
La Policía Nacional había desplegado sus efectivos mucho antes, 900 agentes en total a lo largo de toda la jornada, en las calles del entorno con furgonetas atravesadas en la calzada para evitar atentados por atropellos. Máxima seguridad por la alerta yihadista y la preocupación de que las algaradas en Barcelona de estos días pudieran contagiar de alguna manera a los asistentes.
Sí que lo hizo indudablemente pero dentro de unos cauces de normalidad donde se escucharon mucho los gritos y cánticos en favor de la unidad de España. La fila de las autoridades política se llevó una buena ración de insultos, más intensos que otros años, que escuchaban con una sonrisa algo impostada. Los escoltas llevaban en los extremos paraguas plegados para prevenir el lanzamiento de objetos, que finalmente no se produjo.
Hubo varios lugares ‘calientes’ a lo largo del recorrido, empezando por la misma plaza del Ayuntamiento. A la izquierda de la Senyera, a la altura de la calle de la Sangre, se situó un grupo de simpatizantes de Compromís, mientras que al otro lado, en la fuente, los de Som Valencians se habían adueñado del espacio. Fue llegar el presidente Puig, la vicepresidenta Oltra, el alcalde Joan Ribó, el presidente de Les Corts, Enric Morera, y el delegado del Gobierno, Juan Carlos Moragues, y subir la temperatura de manera instantánea como si se hubiera abierto la caja de los truenos.
Los decibelios no bajaban y eso se debía en parte a que María Oliver iba tomando cada vez más distancia, con lo que los asistentes podían aplaudir tranquilamente al paso de la Real Senyera y cambiar el gesto cuando llegaban los demás, para tornar las sonrisas en gritos. «Traidor, traidor», «Mónica, mira tu bandera» y «Ribó dimisión» eran los preferidos del público.
El retraso en el inicio de la procesión cívica tampoco ayudó. La enseña fue descolgada por el balcón municipal a las doce en punto como establece el protocolo, aunque la marcha no empezó hasta 22 minutos más tarde, con una demora añadida incluso a lo ocurrido el pasado año para desesperación del público. Antes de la primera hora, los asistentes al Te Deum de la Catedral habían hecho acto de aparición en la plaza, con homenaje por parte de Lo Rat Penat en la estatua de Francesc de Vinatea.
La Banda Municipal, con Fernando Bonete en la dirección, interpretaba tres marchas para aliviar la tensión. Este año las elegidas fueron ‘Nou d’Octubre’ y ‘Jardins del Turia’ del mismo director, mientras que también se pudo escuchar ‘Triunfo’, una pieza de principios del siglo XX. Por la megafonía del balcón municipal, el público escuchó en los descansos de la banda ‘Vent de ponent’ o ‘El Cant a la Senyera’, entre otras composiciones. Es reseñable que cada vez que sonaba el Himno Regional y el Himno de España, después de la interpretación de este último arreciaba un aplauso atronador. Sin duda era el día de reivindicar la unidad de España.
A medio recorrido, el alcalde Ribó hizo una primera valoración: «Es una procesión normal, sometida a los hechos de Cataluña, que se nota un poco como estaba previsto, con gritos y aplausos como pasa todos los años, no tiene más importancia», para recordar que el incremento de seguridad, cien agentes más por parte de la Policía Nacional y 83 de la Policía Local sobre 2016, tenía el propósito de prevenir cualquier incidente. El primer edil comentó de la festividad y lo que representa que «este pueblo quiere trabajar unido y no ser más que ninguno pero tampoco estar detrás de todos».
Antes del inicio el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, indicó que en la Comunitat «no hay un problema de independentismo, lo que sí que hay es la ambición de ser como mínimo igual que los demás, tener una financiación justa, que se respete la singularidad y que la igualdad entre ciudadanos sea una realidad», según recogió Efe.
Manifestó que en Les Corts «no existe ninguna fuerza política que esté en ese proyecto» de los Países Catalanes. «Somos valencianos, eso no es objeto de debate».
La portavoz socialista y del gobierno municipal, Sandra Gómez, señaló que «hoy celebramos el día en que todos los valencianos nos sentimos unidos a nuestra comunidad, y en años como estos adquiere más importancia esa unión porque todos a una voz debemos reivindicar un trato justo al Estado que nos permita tener los mismos derechos que en otros territorios». La concejal añadió que por ese motivo «no es día para dejarnos contagiar por la crispación de otros territorios. Debemos tener voz y política propia».
El final de la plaza del Ayuntamiento, antes de embocar la calle San Vicente Mártir, fue uno de los momentos más comprometidos del dispositivo policial. La calzada se estrechaba y en un lado esperaban a los políticos decenas de personas con ánimo de dejar bien clara su rechazo a las políticas del actual Consell. Algunos iban con banderas del Valencia y el asunto fue a peor por una parada que hicieron los timbaleros que anuncian la llegada de la Real Senyera.
Pero todo pasó con más o menos calma, igual que tramo de San Vicente. A las 12.36 horas hacía su entrada la concejal María Oliver en la calle de la Paz, donde se impusieron los aplausos tanto a la Policía Nacional como al estandarte. Tras alguna parada, doce minutos más tarde se iniciaban las ofrendas florales a los pies de la estatua del Rey Jaume I, ahogadas en algunos instantes por gritos contra el grupo de simpatizantes de Compromís que accedía en ese momento por el lateral.
El Delegado del Gobierno, Juan Carlos Moragues, destacó que después de lo sucedido desde el 1 de octubre en Cataluña «es muy importante el respaldo público a la Guardia Civil y la Policía Nacional, reconociendo su trabajo y profesionalidad, garantizando los derechos, libertad y seguridad de todos». En su opinión los valencianos «nos reivindicamos como pueblo con autogobierno y después de lo sucedido la unanimidad en el apoyo es de agradecer. Hoy es día de fiesta y de libertad de expresión, respetamos todas las ideologías y sensibilidades y hay que poner el punto en el reconocimiento de nuestro gobierno porque no ha habido incidentes, más allá de los gritos y chillidos pero dentro de la total normalidad».
Tras los homenajes, la procesión cívica emprendió la marcha y siete minutos después de la una de la tarde ya pisaba la calle Pintor Sorolla. A diferencia de otros años, donde se hacía prácticamente en familia, en esta ocasión fue diferente por dos motivos. El primero es que había más público de lo habitual y el otro por la colocación de las vallas para la posterior mascletà en la plaza. Se trataba de una nueva vía de evacuación con un pasillo de cinco metros de anchura que podría repetirse las próximas Fallas.
Eso hizo que el público estuviera más cerca de la comitiva y, por lo tanto, resonaban mucho más los aplausos y los gritos, que de todo hubo. Junto al teatro Principal, en la calle Poeta Querol, el mismo grupo de simpatizantes de Compromís que había en la plaza del Ayuntamiento y en el Parterre empezaron a corear mensajes de apoyo a Ribó, lo que fue animado por el concejal de esta formación Giuseppe Grezzi, con gestos de apoyo alzando los brazos cual director de orquesta.
De nada sirvió que el concejal popular Cristóbal Grau le pidiera que cesara en los gestos en favor de la moderación. La respuesta fue una recriminación del edil de Movilidad, que se giró rápidamente. Fue una tormenta en un vaso de agua porque ambos fueron calmados por los ediles que tenían alrededor.
A las 13.20, María Oliver entraba en la plaza del Ayuntamiento, donde todavía esperaba mucho público para asistir al emocionante momento del izado de la Senyera. Igual que había ocurrido antes, el Himno Regional fue aplaudido pero mucho más después de que sonaran los acordes del español.
Con las 21 salvas protocolarias, realizadas con carcasas en la zona de la mascletà al igual que en el inicio de la procesión cívica, una hora y dos minutos después de ser bajada volvió a la vitrina del Museo Histórico, donde fue recibida por los funcionarios del servicio de Patrimonio Histórico, con guantes blancos para no dejar la más mínima huella en el preciado estandarte, elaborado en 1928 y que desde entonces ha sido restaurado en dos ocasiones.
Alrededor de la Senyera se colocaron todos los concejales que habían asistido a la procesión cívica. Muchos del PP lucían la bandera española en la solapa y cuando todos esperaban que el alcalde Ribó les dirigiera unas palabras, lo que suele se tradicional en estos casos, se limitó a decir que el acto había acabado y que a continuación se iba a proceder al disparo de una mascletà. Caras de estupefacción en muchos de los ediles, que poco a poco salieron de la estancia para dirigirse al balcón y escuchar el atronador disparo de tres minutos de la Pirotecnia Caballer FX, que dejó a todos con buen sabor de boca y oídos.