La ultraderecha tiene la llave del futuro Gobierno de Suecia

Hasta el último voto. Los partidos suecos seguían ayer en la calle haciendo campaña para convencer al 25% de indecisos que aún no había decidido a quién apoyar en las elecciones más reñida que se recuerdan. Según los últimos sondeos, a la izquierda y a la derecha les separan menos de dos puntos, lo que impedirá a ambos bloques gobernar. El culpable es un tercer actor político, la ultraderecha de los Demócratas Suecos (DS), que entró por primera vez en el Riksdag en 2010 y que aspira ahora a ser llave del nuevo Gobierno e imponer su agenda xenófoba (expulsión de los refugiados) y eurófoba (un referéndum sobre la UE).

Lo más inquietante es que los sondeos no se ponen de acuerdo sobre el respaldo que pueda sumar este partido de origen neonazi. La mayoría lo coloca como segundo partido tras los socialdemócratas, con entre el 16% y el 20%. Pero YouGov les otorga incluso la primera posición con más del 25%. Víctima de este nerviosismo es Silvia, hija de chilenos huidos a Suecia durante el régimen de Pinochet y militante de las juventudes socialdemócratas. Nos confiesa en el metro que «hace días que no puedo dormir ante un resultado tan abierto». Lamenta que todas las formaciones, incluida la suya, hayan sucumbido a la extrema derecha para «endurecer su política migratoria». A la salida de la estación, sin embargo, Sven no comparte los lamentos de la joven. Este antiguo trabajador de una fábrica metalúrgica ya cerrada en Escania (el sur de Suecia y feudo electoral de la extrema derecha) invierte su tiempo de jubilado como voluntario de DS. Justifica su apoyo a los ultras porque «quieren mejorar el cuidado a los ancianos, la sociedad y la infancia. Volver a la vieja Suecia», explica con nostalgia. A pocos metros del poco concurrido puesto electoral, Amineh, una joven siria que se instaló en Suecia al comienzo de la guerra en su país, vende perritos calientes en un quiosco sin poder evitar criticar a sus vecinos de plaza. «No entienden que nosotros también somos suecos. Que trabajamos y pagamos nuestros impuestos», lamenta en perfecto inglés.

Esta polarización se refleja en la campaña. Por una parte, los socialdemócratas, que han dominado la vida política del país nórdico durante el último siglo, ven la cita en las urnas como un plebiscito sobre el Estado del Bienestar, amenazado, según el primer ministro, Stefan Löfven, por la oposición conservadora y la ultraderecha. «Éste es un referéndum sobre bienestar y decencia en la democracia sueca. No podemos tener un partido que ataca a las minorías y a los medios con influencia decisiva», aseguró el líder socialdemócrata, que hoy tiene previstos varios mítines en el extrarradio para dar la vuelta a unas encuestas que conceden al SAP su peor resultado desde l912.

Por el contrario, para Jimmie Akesson, líder de DS, los suecos deciden hoy si acabar con un bipartidismo que ha abierto las puertas del país a 400.000 refugiados desde 2012, lo que ha colapsado los servicios públicos y aumentado la criminalidad. «Se nota que retamos de verdad a los socialdemócratas y los moderados en la cuestión de cuál es el partido más grande del país», se jactaba ayer en Malmö, donde hace unos días tuvo que interrumpir un mitin por culpa de una lluvia de huevos.

Akesson es protagonista también de la última polémica de la campaña tras criticar a la televisión pública SVT por ser replicado uno de sus comentarios xenófobos por la moderadora del último debate. «Hemos aumentado la población en Suecia en un millón de personas durante los últimos diez años por culpa de políticas de inmigración irresponsables. No es razonable que recibas asistencia sanitaria completa tan pronto como llegas, deberían atenderse solo los casos graves», espetó.

Con inteligencia, Akesson, que tomó las riendas del partido en 2005 y ha conseguido que doble sus votos cada elección, ha sabido captar ese malestar de los que se sienten perdedores de la globalización y abrazaron el populismo votando el Brexit o a Trump. Para Sverker Gustavsson, politólogo de la Universidad de Uppsala, «la economía sueca está funcionando muy bien y el paro es menor que en la mayoría de los demás países». «Tiene que ver con el descontento y el aumento de las expectativas de que la política no da lo que la gente piensa que debería dar», dice.

Fuente: La Razón

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