Las Fallas se enfrentan a su revisión

Valencia se llena hasta los topes en la cremà pero se mantienen los problemas de suciedad, vandalismo y quejas por el bajo gasto de los turistas
El primer año de Patrimonio de la Humanidad no logra elevar la excelencia que pide la Unesco

«La excelencia de la fiesta y la mejora constante» es lo que exige la Unesco después de distinguir a las Fallas con el título de Patrimonio de la Humanidad, utilizando una de las frases del concejal de Cultura Festiva, Pere Fuset, el pasado diciembre cuando la fiesta logró dicho reconocimiento. Pero eso está muy lejos de conseguirse a tenor de lo ocurrido el primer año.

La cremà anoche del pirulí de 41 metros de Manolo García también supone el inicio de un debate sobre el modelo que debe perseguir la fiesta de las Fallas. En el horizonte está el anunciado congreso fallero en 2018, donde habrá muchas cosas que discutir y modificar para avanzar.

Como presagió el artista, la antena se deshizo en apenas unos minutos, precedido por un brillante espectáculo pirotécnico de Hermanos Caballer. El aumento del perímetro de seguridad en la plaza del Ayuntamiento, con un radio de 60 metros, impidió el aforo habitual en los aledaños de la falla municipal, titulada ‘Valencia, Ca La Trava’ y dedicada a proyectos que han encontrado dificultades para ser una realidad en la Comunitat. Las patas, elemento principal de un peso que llegó a las diez toneladas de madera, se consumieron lentamente, sin humo negro al carecer de corcho o pintura.
Eso fue a la una de la madrugada, dos horas después de que sucediera lo mismo con la falla infantil municipal, cuya cremà no incluyó por segundo año consecutivo la interpretación del himno nacional. En ambos casos, han sido innumerables los comentarios, memes en redes sociales y críticas hacia los proyectos, elegidos por primera vez por sendos comités de especialistas en lugar de los grupos municipales. Y así seguirá siendo, como subrayó ayer el alcalde Joan Ribó, al destacar que quiere propuestas innovadoras para la plaza.

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Este año han sido las fiestas de las multitudes como era previsible. Es lo que tiene un calendario cambiante donde con meses de antelación se sabe con seguridad lo que pasará. Hoy la ciudad seguirá llena de turistas mientras se terminan de recoger los últimos rescoldos de las 700 fallas grandes y pequeñas que ardieron anoche. Se habla de un millón de visitantes y los responsables políticos, el presidente Puig, el alcalde Ribó y la concejal de Turismo, Sandra Gómez, se apresuraron ayer a hablar de «Fallas históricas».

Pero en el reverso se encuentran situaciones que no se han desterrado, pese a lo que obliga el título de la Unesco. Macrobotellones, vandalismo en los jardines y el mobiliario urbano, suciedad en unas calles que los barrenderos no tienen tiempo de limpiar antes de que vuelvan a ser una manta de basura.

Todo eso se ha mantenido, por fortuna sin incidentes de importancia y con servicios de seguridad que han funcionado a la perfección. Las cenizas del pirulí de Manolo García, el monumento ‘Valencia Ca La Trava’, ya es historia, pero quedará en la pequeña historia municipal como el icono desconocido, dado que la práctica totalidad de los visitantes no sabían que se trataba de una antena fallida que debía levantarse en el actual Palau de les Arts.

Las falleras mayores de Valencia, Raquel Alario y Clara Parejo, presidieron la cremà de ambos monumentos con sus cortes de honor. Las infantiles se llevaron unos pequeños ninots elaborados por ellas mismas en el taller de los artistas, mientras que la primera ya había dejado hace unos días un mensaje grabado en la vareta: «Las Fallas, alegría de Valencia» con su nombre y una referencia a su corte de honor.

Antes de que todo eso ocurriera, ya habían sido pasto de las llamas el resto de los monumentos. La última, salvo las que ardieron de madrugada esperando a los bomberos, fue la ganadora del primer premio de la sección Especial, obra de Julio Monterrubio para la comisión de l’Antiga. El artista de Alzira ha vuelto por la puerta grande aunque su decisión de no firmar ningún proyecto en 2018 inició todo un baile de nombres de los que no repiten para tomarse un descanso o lo que, sencillamente, buscarán el triunfo en otras categorías.

Buena parte de esto último se ha debido a un nuevo experimento fallido en la elección de jurados en la sección Especial, que no ha dejado contento prácticamente a nadie, salvo lógicamente a los falleros de la comisión de Campanar.

En la sección infantil, con un concurso más tranquilo, la obra de José Gallego para Convento ardió a las diez y media de la noche. El artista repetirá en 2018 en la misma demarcación, donde ya había firmado la víspera de conocerse los premios.

La búsqueda de novedades también han supuesto varias rectificaciones por parte del Ayuntamiento, que este año ha practicado el sistema de «prueba y error» en algunas iniciativas. Primero fue la decisión de no realizar un espectáculo pirotécnico en la terraza del Micalet, tras haberlo anunciado, debido a problemas en la seguridad.

Pero después fue algo más serio, como fue la celebración de tres actuaciones musicales junto a la falla municipal, que no estaban incluidas en el protocolo de Fallas. La concejal de Protección Ciudadana, Anaïs Menguzzato, se negó al no poder garantizar la seguridad del público y el delegado de Cultura Festiva, Pere Fuset, tuvo que suspenderlos.

En cuanto a los cortes de tráfico, se han producido los habituales colapsos, agravados por los botellones en zonas como la Gran Vía Marqués del Turia, donde resultó víctima del vandalismo hasta la Feria del Libro. Como refleja este caso, una fiesta aún lejos de la excelencia.