El conflicto de las Germanías, fundamentalmente un movimiento de carácter antiseñorial que representó en el reino de Valencia un acontecimiento de tal importancia en el paso de la Edad Media a la «modernidad» que los especialistas disienten a la hora de clasificarlo como revuelta o revolución. Estalló y se resolvió en unos pocos años a finales del primer cuarto del siglo XVI.
La palabra Germanía procede de la forma de llamarse los miembros pertenecientes a una cofradía: germáns (en valenciano hermanos)
¿Qué fue?
Las Germanías comenzaron con un enfrentamiento entre los gremios (asociaciones obligatorias de personas con un mismo oficio), parte de los artistas (que era como se denominaban los profesionales liberales como notarios, mercaderes, cirujanos, etc.) y los labradores de la ciudad de Valencia, contra la nobleza que detentaba el poder efectivo en la ciudad a través del Consell Secret.
En este Consell los gremios no estaban representados, aunque sí que estaban presentes en otro consejo, el Consell general que era fundamentalmente de carácter consultivo en aquella época.
Posteriormente el movimiento agermanado se extendió por todo el reino e incluso influyó en gran manera en las Germanías de Mallorca con cuyos dirigentes mantuvieron una comunicación muy fluida. No así con los Comuneros de Castilla aunque coincidiesen en el tiempo
Entorno histórico
Recordemos los dos grandes acontecimientos de la segunda mitad del siglo XV que incidieron en la crisis económica del XVI en Valencia.
Por un lado la caída de Constantinopla a manos de los turcos otomanos en 1453 originó una gran inestabilidad en el tráfico comercial del Mediterráneo y por otro lado, el descubrimiento de América en 1492 supuso un desplazamiento hacia el Atlántico de gran parte de la actividad mercantil en detrimento del Mediterráneo
Causas
El conflicto se gestó por la suma de diversos factores de tipo económico, social, político y religioso.
Nos situamos en la Valencia de principios del siglo XVI inmediatamente después del gran siglo de oro en términos culturales, económicos y sociales que representó para Valencia el siglo XV. En aquel periodo se generó una sociedad enriquecida por el gran auge del comercio mediterráneo del que Valencia fue protagonista destacada.
En esos momentos en Valencia se estaban pagando los créditos de tipo censal (especie de deuda hipotecaria, con un tipo de interés alrededor del 7/9%), contraídos a finales del siglo XV como consecuencia en parte de la política expansiva llevada a cabo por los Reyes Católicos.
El pago de estos créditos en esos tiempos de comienzo de decadencia suponía un gran esfuerzo económico y los gremios estaban sufriendo estos problemas. Ademas no tenían poder efectivo en el gobierno de Valencia para defender sus reivindicaciones como ya hemos dicho.
Otro factor que ayudó a la insurrección fue que la administración de justicia por parte de los oficiales reales era muy parcial y favorecía claramente a la clase nobiliaria, lo que suscitaba continuas quejas. Hay que recordar que Valencia era una ciudad de Realengo, es decir, sujeta directamente a la autoridad del rey. Se enviaron sin mucho éxito embajadas a Carlos I protestando por la parcialidad y las injusticias cometidas en la aplicación de las leyes.
Debido a la epidemia de peste declarada en 1519, las autoridades, los oficiales reales y la mayoría de los nobles abandonaron la ciudad, lo que contribuyó a acrecentar el caos en la administración de la justicia. En Valencia se quedó la población perteneciente a los gremios y los labradores.
Por otro lado el franciscano Francesc Eiximenis publicó en 1399, impreso en 1499 (la imprenta fue «inventada» a mediados del siglo XV) el libro «Regiment de la cosa pública» que tuvo una grandísima influencia en la Valencia de principios del XVI. Este libro influyó también en la revuelta ya que defendía el origen popular del poder y su base en la ciudad, inspirándose en los modelos de las ciudades-estado italianas es decir, repúblicas con un Príncipe al frente al que el pueblo le «puede» retirar el poder.
El imperante carácter milenarista del clero se añadió a los componentes anteriores. Por ejemplo el dominico Lluis de Castelloli en un sermón en 1519 en la catedral, proclamó que la sodomía era uno de los principales motivos por los que Dios enviaba castigos a los valencianos, castigos como la carestía alimentaria de principios de siglo, la riada de 1517, las epidemias de peste de 1508 y de 1519, los ataques de piratas berberiscos a las costas valencianas, etc.
En este ambiente a primeros de agosto un sodomita perseguido por la multitud, un flequer ( un panadero), se refugió en la catedral que era teóricamente, un refugio inviolable. La multitud irrumpió en el templo y prendió al sodomita (pese a estar absolutamente prohibido) para castigarlo en la hoguera. Este episodio es conocido como el «Avalot de la Seu».
El gobernador de Valencia, que estaba en Morvedre (actual Sagunto) huyendo de la peste, volvió a la ciudad para castigar a los responsables. Dictó una Crida (un bando) y la abandonó rápidamente para regresar a Sagunto. En la crida se exigía a los gremios su desarme y se les prohibía reunirse, aumentando el malestar de los gremios que perdían capacidad de defensa ya que se les imposibilitaba defenderse en caso de ataque berberisco.
Otro factor importante fue el hecho de que Carlos I no había jurado los fueros valencianos, cuando esa jura era imperativa para reconocerlo como nuevo rey (Fernando el Católico había fallecido en 1516). Este nuevo elemento de inestabilidad, como luego veremos también tuvo importancia en el desencadenamiento armado de la crisis que se estaba gestando.
Se suponía que Carlos I que ya había jurado en Castilla, en Aragón y en Cataluña, iba a acudir a jurar los fueros a Valencia, pero recibió la noticia de la muerte de su abuelo Maximiliano I, emperador del Sacro imperio Romano Germánico y decidió partir a Aquisgrán para su coronación imperial en su lugar.
Los Gremios:
Los trabajadores manuales y pequeños comerciantes estaban encuadrados en gremios que eran asociaciones obligatorias, como ya hemos indicado, por cada tipo de oficio. Su función era controlar a través de la formación, mediante contratos de aprendizaje, la calidad del acabado final del producto y al mismo tiempo garantizar que existía trabajo para los componentes del gremio así como regular los precios de los artículos.
Los gremios estaban perdiendo su férreo control sobre los artículos fabricados, sobre el circuito de fabricación y sobre los precios de comercialización a causa de la crisis. Estaba proliferando propiciado por algunos mercaderes oportunistas, el trabajo libre que escapaba a su control y se traducía en productos de inferior calidad, con el perjuicio consiguiente para la reputación y los precios de los, hasta entonces, muy afamados paños valencianos. Y el descontento de los gremios iba aumentando.
Recordemos que los gremios estaban armados por un permiso del rey Fernando el Católico de 1515 para poder defender Valencia de un eventual ataque de los piratas berberiscos ( existía entonces una numerosa población musulmana que podía colaborar con los piratas). Los labradores distribuidos en cuatro distritos, estaban al cargo de la defensa de la huerta de Valencia.
Resumiendo, los gremios estaban molestos a causa de la parcialidad de la justicia, padecían una importante crisis económica, tenían competencia desleal, debían pagar censales, estaban armados -en aquella época no habían ejércitos regulares acantonados- y además le concedían gran importancia a tener representantes en el órgano de control político de Valencia, el Consell Secret.
El pelaire (gremio de cardadores de la lana) Juan Llorens constituyó la «Junta Dels Tretze»en Valencia y posteriormente en las ciudades que se iban sumando al movimiento agermanado para su organización y dirección. Cada gremio nominó un representante (participaban 47 gremios) y se eligieron a trece síndicos de entre ellos.
El número de componentes (trece) se inspiró en Cristo y los doce apóstoles, revelando su marcado carácter religioso y milenarista (creencia según la cual habría una época de catástrofes y guerras que precederían a la segunda venida de Cristo y el comienzo del milenio de paz con Cristo mismo como rey). Otra muestra de su carácter religioso fue el pago por la junta del rescate para redimir cautivos cristianos en poder musulmán en alguna ocasión.
Desarrollo del conflicto
Estando todavía Carlos I en Molins de Rey, después de haber convocado Cortes y jurado en Cataluña, los agermanados, con Juan Llorens, Guillem Sorolla y otros (aunque quizás solo fue Guillem Sorolla el único embajador de los Tretze ante Carlos I), fueron a su encuentro para pedirle apoyo después de la crida dictada por el gobernador.
Carlos accedió a ello a cambio de que los agermanados aceptasen la jura de los Fueros del Reino de Valencia por delegación en la persona de Adriano de Utrecht, preceptor real, en esos momentos obispo de Tortosa y luego Papa con el nombre de Adriano VI.
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Según los Fueros del Reino de Valencia la jura debía ser efectuada por el rey en persona, ya que era el único con competencia para convocar las Cortes que era donde se juraban los fueros. Aun así, los agermanados lo aceptaron a cambio de la autorización de Carlos I a los gremios para conservar las armas y poder seguir reuniéndose.
Esta fue la primera de las varias embajadas enviadas por los valencianos, bien por los agermanados bien por la nobleza, de forma alternativa, para pedir apoyo a Carlos I. El monarca no dudaba en jugar a dos bandas, revocando continuamente sus decisiones anteriores, lo que incrementaba la confusión y el malestar en Valencia.
En 1520, Carlos I envía a Valencia a Adriano de Utrecht para jurar los fueros por delegación, un tipo de juramento que no fue aceptado por ninguno de los tres estamentos, el militar, el eclesiástico y el real, que formaban las cortes. El militar fue el que se opuso más firmemente, argumentando que únicamente el rey en persona podía realizar el juramento, como efectivamente prescribían los fueros.
Ante la oposición de los tres estamentos, Adriano de Utrecht manifiesta que la Germanía sí que le reconoce como representante de Carlos I, organizando los agermanados un desfile militar en su honor, al final del cual Adriano los recibe. Todo esto claro está, con gran disgusto de la nobleza.
Entonces Carlos I de camino a Aquisgrán para su coronación como emperador, nombra a un militar, el castellano Diego Hurtado de Mendoza conde de Mélito (titulo concedido por Fernando el Católico en 1506 por su destacado comportamiento en la toma de Mélito, ciudad cerca de Nápoles) y segundo hijo del Cardenal Mendoza, como virrey de Valencia. Este cargo según los fueros tenía que recaer en un valenciano y no es por tanto aceptado de buen grado al haber nacido en la localidad castellana de Manzanares.
El nuevo virrey, que con la experiencia que había tenido Adriano de Utrecht, traía instrucciones concretas y poderes muy amplios, no tuvo un buen comienzo con los agermanados. Después de entrar en Valencia por las torres de Quart, debía seguir hacia la catedral por la calle Caballeros, sin embargo en la plaza del Tossal los agermanados le «invitaron» a cambiar de recorrido tras haber armado a todos los componentes de los gremios.
El virrey recorrió la calle Bolseria pasando por delante de la Lonja y plaza del mercado. En este desvío «forzado» encontró desplegados a los distintos batallones de los gremios, armados y con banderas, en un intento de impresionarle militarmente. Prosiguió luego con su comitiva camino hacia la Catedral por la calle San Vicente.
Destaquemos que los agermanados habían tratado sin conseguirlo, que la nobleza rechazase al virrey ya que era extranjero en la España de aquella época (era castellano) y no valenciano en contra de lo establecido por los fueros, pero los nobles prefirieron aceptarlo y sacrificar los fueros momentáneamente en un intento de volver a la normalidad (posición justo al contrario que con Adriano de Utrecht, tanto de unos como de los otros).
En las elecciones anuales a jurados, representantes del poder real en Valencia, en las que los agermanados querían tener representantes para defender sus reivindicaciones, era privilegio del rey hacer la lista de la Ceda, de la cual saldrían los nuevos jurados. El día de la elección, 25 de mayo de 1520 al poco de llegar el nuevo virrey, los agermanados consiguieron nombrar a dos representantes (de un total de seis) tal como querían. Estos representantes no estaban en la Ceda enviada por el rey, por tanto su elección no era legal.
Como era de esperar, Carlos I declaró nula la elección aunque a pesar de ello se mantuvo por un año. No contribuyó este hecho a disminuir las diferencias entre la nobleza y el virrey por un lado y los agermanados por otro.
Junto al agravamiento de la situación, se empieza a producir una división entre los agermanados es decir, los moderados liderados por Juan Llorens que habiendo puesto todo el interés y esfuerzo en conseguir sus objetivos no querían ir a mayores y los más radicales, partidarios de llegar hasta las últimas consecuencias para conseguir sus reivindicaciones y que contaban entre sus filas al líder velluter (gremio de la seda) Vicente Peris.
Acrecentamiento de la tensión
Esta tensa situación se inflama el 30 de mayo de 1520. En esta fecha el virrey trató de ajusticiar de manera irregular a gente del pueblo que ya estaba sentenciada y provoca disturbios de los agermanados dentro de Valencia para impedirlo, reactivando la unidad del movimiento. El 4 de junio otro gran tumulto provoca la huida del virrey que se refugia momentáneamente en Xátiva. Igualmente la nobleza abandona Valencia.
Los agermanados, dueños de la ciudad, ocupan todos los cargos municipales y toman medidas como la supresión de impuestos tanto reales como municipales, aunque con el caos consiguiente deben reintroducirlos. Como curiosidad, en las elecciones a juraduría del año siguiente 1521, los seis jurados pertenecen a los agermanados.
La muerte de Juan Llorens líder moderado de las Germanías, facilitó que el radical Vicente Peris tomase el timón de la revuelta. El movimiento se extendió posteriormente por casi todo el reino, quedando ciudades como Jérica, Onda, Morella, Bocairente y Denia favorables a Carlos I y el resto de grandes ciudades a los agermanados.
El virrey llama a la nobleza a «host y cabalgada» a finales de agosto, en preparación de la guerra abierta que estallaría en el verano de 1521.
Todavía Carlos I hace un esfuerzo por controlar pacíficamente la situación enviando un negociador con cinco condiciones, pero los agermanados las rechazan
Desenlace
Las tropas agermanadas mandadas por Vicente Peris, fueron desde Xátiva al encuentro de las tropas del conde de Mélito. Las tropas del virrey y de los nobles leales que habían llegado a Gandía, salieron de esta para enfrentarse a los agermanados el 25 de Julio de 1521, día de Santiago patrón de España, con unos 500 caballos, 4.000 infantes, algunos de ellos manchegos a sueldo que pensaban más en el botín que en pelear, y artillería. Fueron vencedores los agermanados.
Después de la derrota el virrey y muchos nobles, entre ellos Juan de Borja, III duque de Gandía y padre de San Francisco de Borja, partieron por mar hacia Peñíscola, mientras los agermanados bautizaban a la fuerza a los mudéjares en acequias utilizando ramas para esparcir el agua sobre las cabezas. Los convirtieron en moriscos. Eso es otra historia.
Han habido intentos a posteriori de ocultar los hechos en algunos lugares para tratar de evitar represalias. Por ejemplo en Burriana el historiador coetáneo con las germanías Rafael de Viciana nacido en Burriana, intentó silenciar el movimiento agermanado en ella.
Como consecuencia de una investigación de Vicente García Edo en los archivos municipales de Castellón, se ha podido comprobar que a primeros de julio de 1520, se había constituido en Burriana una junta dels Tretze, jurando el agermanamiento sobre libros sagrados y llevando libro registro de todos sus actos.
Consta que en junio de 1520 el virrey desde Xátiva envió carta al Consell municipal de Burriana exhortándolos a seguir fieles a la corona, cosa que aunque el Consell hizo, no fue así en todo el pueblo como hemos visto.
Curiosamente, coincidió que en esas fechas, ya constituida la germanía, hubo un intento de desembarco berberisco en la costa al sur de Burriana, impidiendolo los agermanados
Al igual que los agermanados de Castellón y Villarreal, los de Burriana fueron derrotados en Benicassim por el duque de Segorbe el 4 de julio de 1521, acabando con la insurrección en la zona.
Tras las diversas alternativas militares y la intervención de las tropas imperiales, poco a poco los agermanados son derrotados. Primero volvió Valencia a la obediencia al virrey, donde fue muerto Vicente Peris, el líder radical que había vuelto a la ciudad. Xátiva y Alzira quedaron como último reducto de ciudades agermanadas. Un enviado de Adriano de Utrecht ahora ya Papa Adriano VI hizo un intento de mediación.
El intento no tiene éxito y el conde de Mélito prepara el ataque final. Xátiva cae en septiembre y Alzira en diciembre de 1522, con lo que finaliza definitivamente la guerra.
Posteriormente, en 1524 mediante una bula del Papa Clemente VII, este liberó a Carlos I de cualquier juramento previo que pudiese haber hecho comprometiéndose a respetar la religión de los todavía mudéjares.
En 1525 se dictó un decreto de expulsión de los mudéjares que no quisieran bautizarse, que provocó en las tierras del duque de Segorbe la única rebelión mudéjar de importancia sobre el bautismo. Ya era virreina de Valencia Germana de Foix.
Dicha rebelión empezó en Benaguacil, donde el ejercito les venció utilizando artillería en febrero de 1526, huyendo y refugiándose en la sierra de Espadán los más recalcitrantes, animando en su marcha a los musulmanes de los pueblos de Vall de Almonacid, Vall de Uixó, etc., a unirse a la rebelión.
Los musulmanes rebelados, eligieron rey a un vecino de Algar, que tomó el nombre de Almanzor
Después de unos seis meses de gran resistencia, saqueo de Xilxes y robo del sagrario incluido, y con la ayuda de tres mil lansquenetes alemanes camino de Italia, en septiembre fue sofocada la rebelión, indultando Carlos I a los que quisieron bautizarse. Ya no habían musulmanes (nominales) en el reino de Valencia
Curiosidades
Hubo muchos elementos interesantes en este apasionante episodio de la historia valenciana. Uno de ellos fue que después de las primeras victorias Agermanadas al sur de Valencia, los agermanados obligaron al bautismo forzoso de los musulmanes en las zonas de la Ribera y La Safor, algunas veces en el río, salpicándoles el agua del bautismo con ramas, escobas y demás utensilios.
Hay que tener en cuenta que los musulmanes eran en general agricultores en los señoríos de los nobles y peleaban a favor de estos. Además debido a la mentalidad milenarista de las Germanías, los musulmanes eran parte del problema a erradicar y la lucha contra ellos revestía la forma de una cruzada religiosa.
Una vez acabada la guerra tuvo lugar una reunión eclesiástica para decidir la validez de dichos bautizos forzosos, que fueron declarados válidos, no por la voluntad de los bautizados, sino porque el sacramento se consideraba dispensado «correctamente». También se obligó al bautizo del resto de musulmanes del reino.
Este bautismo tuvo consecuencias colaterales. Los musulmanes o mudéjares no estaban instruidos en el catolicismo, hablaban y vestían de modo diferente de los cristianos, etc., así que le presentaron a Carlos I varias reivindicaciones, como poder mantener sus atuendos, sobre todo los de las mujeres, seguir hablando algarabía (lengua que utilizaban los mudéjares, derivación de Al Arabilla), enterrar a sus muertos alrededor de las mezquitas (aunque estas estuviesen ya consagradas), la dispensa del impedimento de consanguinidad en los matrimonios ya efectuados y en los ya concertados (admitida por el Islam), mantener a los alfaquíes (sabios de la ley musulmana) con las rentas de las nuevas iglesias, etc.
Pero sobre todo se produjeron dos grandes consecuencias para los mudéjares: la primera era que hasta ese momento pagaban impuestos mayores que los cristianos «viejos» entre cuatro y cinco veces más- y ahora al haber sido cristianizados, reclamaban pagar menos.
Ante esta reclamación, el rey aceptó que siguiesen con sus costumbres, forma de vestir, etc., por un periodo de cuarenta años a cambio de una determinada cantidad de dinero, pero, en referencia a los impuestos, su decisión fue «que se les trate como a cristianos sin perjuicio de parte».
La otra gran consecuencia fue que a partir del momento en que fueron cristianos, la Santa Inquisición tenía competencia sobre ellos (anteriormente, al ser infieles, pero no herejes, la Inquisición no los podía procesar). También este punto se resolvió retrasando la actuación de la inquisición mediante la entrega de dinero al rey.
Otra curiosidad, fue que una vez perdida Valencia y con los agermanados en horas bajas, apareció en Xátiva una figura mítica llamada L’encobert (el milenario emperador de los Últimos Tiempos que precederían a la venida de Cristo), presuntamente hijo del príncipe Juan (segundo hijo de los Reyes Católicos, que murió en 1497 estando casado), o sea, al L’encobert se le consideraba nieto de los RRCC y por lo tanto tendría legitimidad dinástica.
Se trató de utilizar esta figura para relanzar el movimiento agermanado, pero este estaba ya sentenciado. L’encobert fue muerto en Burjassot. Más tarde, aparecieron más «encoberts» pero sin más trascendencia.
Respecto a la represión posterior a la guerra, la inmediata posterior practicada por el virrey, el conde de Mélito, no fue especialmente dura. No así la de su sucesora en el cargo, Germana de Foix, que si que la endureció, contándose por decenas las ejecuciones de antiguos agermanados.
Germana de Foix, había sido la segunda mujer de Fernando el Católico, y seguramente amante temporal del rey Carlos I, que la nombró para el cargo de virreina.
Otra consecuencia muy importante fue que al haber tenido que intervenir las tropas imperiales, ya que los agermanados habían derrotado en el sur de Valencia a las tropas nobiliarias, el control por parte de la nobleza de la estructura de poder en Valencia fue decreciendo y sustituyéndose por el poder de la realeza.