El “saco de mentiras históricas” (como don Antonio Ubieto solía definír a los «nazionalismos» separatistas españoles) era la perfecta denominación de aquellas entidades medievales cuya paupérrima realidad histórica y humilde pasado no correspondían a la desbocada ambición presente de ser “nació” o “pais independent”. Por eso inventan y mienten su pasado.
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Históricamente, la Cataluña actual no existió como entidad hasta la unificación de sus 8 condados por el emperador Carlos I en 1521.
Según el ordenamiento político internacional y su jurisprudencia, los condados catalanes fueron territorio francés, feudatario de los reyes francos y así fue hasta el 16 de julio de 1258, fecha de l,Tratado de Corbeil . En el mapa que se adjunta de la Biblioteca Nacional de Paris (1235) se puede observar que Cataluña ni tan siquiera existe: los ocho condados feudales de lo que hoy es Cataluña pagaban vasallaje a los reyes francos.
Durante toda la Edad Media Cataluña era solo una “Marca Hispánica” tributaria de los Reyes Carolingios hasta que en dicho tratado de Corbeil ,1258, entre San Luis Rey de Francia y Jaime I el Conquistador , acordaron que los Condados al sur de los Pirineos tributarían a la Corona de Aragón y los condados del norte a Francia.
Los 8 condados de la Marca Hispánica tuvieron plena jurisdicción hasta el siglo XV .
La única excepción fue el Condado de Barcelona que, por el matrimonio del Conde Ramón Belenguer IV en 1137 con D.ª Petronila de Aragón , Barcelona quedó entonces incorporado a la Corona de Aragón pero sin variar su condición de condado.
Los 7 restantes condados (Besalú, Vallespir, Peralada, Ausona, Ampurias, Urgel y Cerdanya) mantuvieron su independencia hasta 1521, cuando el Rey de España Carlos I nombró Virrey al Arzobispo de Tarragona, don Pedro Folch de Cardona. Por lo tanto Cataluña no existió como región hasta esa fecha y, por lo tanto, no pudo actuar nunca antes como entidad histórica unificada.
Más aún, el Reino de Aragón estaba integrado por los territorios que hoy lo forman, más todo lo que es la actual provincia de Lérida, más una franja grande del río Ebro hasta el mar, que incluía a Tortosa como ciudad costera. Por lo tanto, podríamos decir que las ciudades importantes del Reino de Aragón eran Jaca (la primera capital que tuvo cuando aún era Condado), Huesca, Lérida, Zaragoza, Tortosa y Teruel. Todo eso era el territorio auténtico del reino cuya corona tenía don Jaime «el Conquistador».
El Tratado de Corbeil (1258) , escrito en latín y comienza con las palabras : “Es universalmente conocido que existen desavenencias entre el señor rey de Francia y el señor de Aragón , de las Mallorcas y de Valencia, Conde de Barcelona y Urgel , señor de Montpellier; por lo que el señor rey de Francia dice que los condados de Barcelona, Besalú, Urgel, etc… son feudos suyos ; y el señor rey de Aragón dice que tiene derechos en Carcasona , Tolosa, Narbona, etc….”.
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Por el Tratado de Corbeil, y siguiendo los consejos de alguno “hombres buenos”, el rey francés Luis IX cede a Jaime I de Aragón los condados de la parte española y Jaime I le cede a Luis IX los condados de la parte francesa. Esa es la síntesis de lo firmado en el documento cuya importancia radica en que se firmó 29 años después de la reconquista de Mallorca y 20 años después de la del Reino de Valencia.
De esa fecha y tratado es fácil sacar dos conclusiones:
a) Si Cataluña no existía como tal era imposible que algo que no existe conquistase ni Valencia (1238) ni Mallorca (1229).
b) Si carecía de unidad política, jurídica y geográfica ¿cómo iba a tener unidad lingüística si lo que allí se hablaba era un mosaico de dialectos procedentes del PROVENZAL?
Lo dicho: hay que reinventar un pasado inexistente, echando mano de la ciencia ficción, para cuadrar ese saco de mentiras que ahora aspira a ser recetado “nació”.
Aut. : Pedro Fuentes Caballero