[wp_ad_camp_2]Tal día como hoy del año 1481, la Diputación del Reino de Valencia, encargó a Nicolau Anglesola y a Nadal Davo las primeras mazas de plata labrada que se usaron por los maceros de la Generalitat Valenciana durante la visita del rey Fernando “el Católico” a Valencia.
La maza es un símbolo; en su día constituyó un arma defensiva, que utilizaban los caballeros en sus aparejos en la Edad Media.
El uniforme de macero está compuesto por un tabardo, muy parecido a una dalmática, generalmente bordado con las armas de la institución a la pertenece, gorra o boina de terciopelo con pluma y maza de plata.
El macero a un funcionario español que encabeza las comitivas municipales o de otras corporaciones luciendo un tabardo, uniforme de antiguo origen y llevando en su mano una maza. Antiguamente los maceros disponían de dos tipos de uniformes: digamos que el original y uno de luto que era usado en los entierros de personalidades en los que estaba representado el ayuntamiento.
La presencia del macero en determinadas solemnidades y comitivas municipales es una tradición antigua que simboliza el poder de la autoridad. Antiguamente antecedían los desfiles de los reyes pero posteriormente se extendió a otras instituciones bien por delegación real, bien por representación propia, como los ayuntamientos. Luego, se extendió a otras corporaciones como figura representativa de su autoridad y han llegado a nuestros días en muchos pueblos y ciudades de España. Actualmente hay maceros, entre otras instituciones, en el Congreso de los Diputados y en el Senado.
Para las entradas reales en las distintas ciudades que componían el reino de Aragón, se organizaban verdaderas competiciones para ver quien engalanaba mejor su ciudad, quien organizaba mejor esa visita real y qué ciudad era capaz de llenar sus calles para presenciar la comitiva. Todo ello redundaba en unos mayores beneficios políticos.
El Consell valenciano al iniciar los preparativos para la entrada de Fernando I dijo: “…e hajen sabut e sien certificats (los jurados) que en qualsevol ciutat solenne, on es estat, li han feta solenne festa e senyaladament en la ciutat de Barchenona, on molt bella festa li es estada feta e moltes belles entrameses e argent presentat, e fos digna cosa que en la seua benhayrada venguda e entrada en aquesta cutat li fos feta solenne festa…”
Hay que tener en cuenta que, al no existir una única capital en la Corona de Aragón, Barcelona, Zaragoza y Valencia pugnaban por conseguir que el monarca residiese el mayor tiempo posible en la Ciudad, debido a los beneficios políticos que ello reportaba.
A través de la entrada en procesión se trataba de presentar al monarca una imagen ideal de la estructura social que se exhibía a través de sus diferentes estamentos. Bajo la aparente imagen de concordia y participación colectiva se escondían las aspiraciones de particulares y grupos por ocupar un lugar de relieve en la procesión. Era éste un motivo de rivalidad entre los diferentes oficios, rivalidad que tenían que zanjar los jurados estableciendo un orden de prelación, y asignando colores distintivos y libreas «…per ço que de la graduació daquells no sia quistió…».
El Consell secret, en quien se delegaba la organización de la fiesta, es decir Jurados, abogados, Racional y Síndico, decidía también a quién correspondía el máximo honor, el de llevar los bordones del palio del rey y acompañarlo en su entrada a la Ciudad. También elegía el Consell Secret a quienes debían participar en las justas y juegos ecuestres.
En las imágenes vemos un primer plano de una maza; maceros del Ayuntamiento de Valencia durante el acto de exaltación de la fallera Mayor y una instantánea del traslado de los restos de Blasco Ibáñez por las calles de Valencia con los maceros y el uniforme de luto.