Estos dibujos silenciosos de Leopoldo López, primero encarcelado sin causa y posteriormente enjaulado en su domicilio a la discreción de un autócrata retrotraen la memoria a la figura más internacionalmente conocida del periodista argentino Jacobo Timerman (judío ucraniano), chupado (desaparecido), por la dictadura militar más aberrante del Cono Sur, y autor de «Preso sin nombre, celda sin número». Gran periodista y fundador de revistas y diarios influyentes, entre ellos «La Razón» (Argentina) y «La Opinión», firmando diariamente en el primero la columna Balcárce 50 (la dirección postal de la Casa Rosada) por la que fue considerado protagonista de la vida política rioplatense. Recién parida la primera Junta Militar fue secuestrado de su casa a las tres de la madrugada por la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), a las órdenes del Gobernador militar de la provincia bonaerense, Ramón Camps, por mal nombre «El carnicero de Buenos Aires», que lo convirtió durante tres años en su preso-perro personal, sujeto de toda arbitrariedad y aberración. Los lobbies judíos y la presión internacional consiguieron su liberación en 1.980, exiliándose en Israel y Estados Unidos regresando a Argentina tras el fallecimiento de Camps por cáncer; «pobre cáncer» escribieron en su necrológica. Timerman nunca quiso hablarme de las torturas recibidas más allá de lo somero expuesto en su libro, condición extensible a supliciados que entrevisté como el general uruguayo Líber Seregni o un librero criollo al que faltaba media lengua por habérsela mordido en una sesión de picana, o corriente alterna, en sus gónadas. La desaparición, y lo que conlleva quedar aislado en el espacio, no se puede narrar.
Fuente: La Razón