El 12 de octubre de 2017, uno de los cazas Eurofighter del Ala 14 que participaron en el desfile aéreo en Madrid se estrelló cuando se disponía a aterrizar en la base aérea de Los Llanos (Albacete). Falleció el capitán Borja Aybar García ante los ojos de sus familiares y amigos, tiñiendo de luto una jornada festiva. Cinco días después, otro caza, en esta ocasión un F-18 del Ala 12, caía al poco de despegar en la madrileña base aérea de Torrejón de Ardoz. Su piloto, el teniente Fernando Pérez Serrano, falleció en el acto. Inmediatamente comenzaron las investigaciones y la Comisión para la Investigación Técnica de Accidentes de Aeronaves Militares (CITAAM) se hizo cargo de ellas. Pero a día de hoy, un año después, sigue sin saberse qué ocurrió en ambos casos.
«La investigación está todavía abierta», confirmaron a este periódico desde el Ejército del Aire, añadiendo que las pesquisas «podrían alargarse hasta dos años». Tal y como explicaron, el análisis de este tipo de accidentes es un procedimiento muy exhaustivo que incluye parámetros de todo tipo, «incluso estadísticos» y se estudia con detalle todo, como el mantenimiento previo, el nivel de combustible que llevaba el avión, la meteorología en ese momento o, incluso, el estado de ánimo de los pilotos a partir de los testimonios de sus compañeros. De hecho, las mismas fuentes aseguran que cualquier cosa que se haya dicho sobre la posible causa de estos accidentes son «meras suposiciones» y «hasta que no concluyan los expertos no se puede afirmar nada».
En el caso del capitán Aybar, su accidente se produjo cuando se disponía a aterrizar. Llegó acompañado de otros tres cazas y, tras la maniobra de rotura de formación para tomar tierra, su caza de desestabilizó y cayó a escasos metros de la base. «Iban en formación y uno de los aviones se invirtió y picó para abajo», aseguraron entonces los testigos, algo que confirmaron poco después algunas imágenes del siniestro, en las que se observaba su avión girado y sin posibilidad de que el piloto se eyectase.
Es el caso que más dudas suscita, ya que se habla de un fallo mecánico o un desvanecimiento del propio piloto.
Mientras, en el accidente del teniente Pérez cobró fuerza la pérdida de potencia de uno de los motores justo cuando comenzaba a elevarse. Pero la maniobra de despegue comenzó de forma extraña, ya que el F-18 necesitó toda la pista para despegar (algo poco habitual). Algunos testigos escucharon un ruido extraño y justo cuando el F-18 comenzaba a elevarse, el caza viró levemente hacia la derecha y acabó estrellándose contra el suelo, a pocos metros de un centro comercial. Él tampoco se eyectó.
En ambos casos se trataba de experimentados pilotos con más de 1.000 horas de vuelo cada uno y, según sus propios compañeros, eran «muy profesionales». De hecho, el teniente Pérez fue el primero de su promoción y sus compañeros y amigos del 121 escuadrón, «Los Poker», comentaron que «siempre fue el primero en todo, hasta para irse…».
Fuente: La Razón