Arróspide Sarasola, Santi Potros, había enviado un comando a Madrid para que preparara atentados. Según un documento que se encontró en su poder en su detención, había planeado colocar un coche bomba al paso de un autobús de la Guardia Civil en el que iban «al menos 30 agentes» en la calle Joaquín Costa. Potros estaba obsesionado con los autobuses del Instituto Armado y quería reeditar el atentado de República Dominicana. Los terroristas habían seguido al autobús y conocían su itinerario. Años después, en este lugar, se cometió una acción criminal que costó la vida a siete militares y un civil, el 21 de junio de 1993.
Otro de los documentos demuestra que Potros se responsabilizaba de los cursillos para la formación de nuevos terroristas, a los que enseñaba a fabricar explosivos. Su imprudencia y fanatismo le debe mucho la lucha antiterrorista. El jefe del «aparato militar» de ETA fue arrestado en Anglet en 1987 con todo su archivo de «comandos». Semejante falta de seguridad propició la detención de más de 100 miembros de la banda. La cara de algunos de los arrestados era de incredulidad absoluta, según recuerda un agente operativo en aquellos tiempos.
Fuente: La Razón