Los leones que causaron el terror por las calles de Valencia en enero de 1900

Año 1900. Valencia vivía, por entonces, un año llenó de anécdotas e historias que contar.

Historias como que aquel año Benlliure y Sorolla eran nombrados hijos predilectos de Valencia en julio; como que Valencia vivía, de nuevo, un nuevo Estado de Guerra (años antes en 1896 vivió otro); curiosidades como la desaparición, ese año y sin haberse aclarado el misterio, de la espuela del rey Don Jaime; que en enero circulaba el primer tranvía de tracción eléctrica desde Valencia al Grao y al Cabañal sustituyendo la antigua línea movida por tracción a vapor conocida popularmente por ‘el Ravachol’; que la plaza de San Francisco pasó a llamarse de “Emilio Castelar” (la hoy llamada del ayuntamiento); o que Blasco Ibáñez se retó en duelo con Fernández Arias, director, por entonces, del diario La Correspondencia Militar, por varios artículos muy ofensivos hacia Blasco, quedando herido en una pierna.

[wp_ad_camp_1]

Sin embargo, de entre todos estos sucesos aparece uno de manera muy especial que causó terror y pánico entre los ciudadanos durante los primeros días del año, en la feria de Navidad del año 1900.

El suceso ocurrió un 12 de enero. Aquel día se incendió “el circo Feijoo”, situado en los solares de San Francisco (todavía llamada plaza de San Francisco, donde ese año pasaría a llamarse de Emilio Castelar hasta 1939), donde se hallaba la feria también, que actuaba en Valencia. Aquel hecho, quizás, no hubiera pasado de anécdota si no hubiera sido porque se escaparon dos leones protagonizando escenas de pánico por las calles de Valencia.

Los dos leones, de nombre Fortuny y Conde, se escaparon por las calles causando el pánico e hiriendo a tres personas con las garras. Los disparos de revolver y la pericia de Malleu, redujeron a los pupilos para devolveros a sus jaulas.

Cuando ocurrió el incendio, las luces de la feria quedaron apagadas, quedando solamente los focos eléctricos adosados a la Casa Ayuntamiento y el fuego que consumía parte del circo, escuchándose el toque de campanas insistente por toda la ciudad que anunciaba fuego a los vecinos de Valencia (antaño, los toques de campanas relataban hechos a los ciudadanos para una rápida comunicación).

De aquella hazaña, de la que gozó de gran popularidad el domador Félix Malleu durante un gran tiempo en Valencia por su valor, relatamos a continuación los hechos recogidos en algunos diarios de época, dando todo lujo de detalles los aparecidos en “El defensor de Córdoba: diario católico, 15 de enero de 1900”:

Poco antes de las nueve de la noche, y cuando más numerosa era la concurrencia en la feria, sonaron los gritos de alarma.

  • ¡Fuego en el barracón de las fieras!

Efectivamente. Las llamas prendieron en el toldo de lona. Las fieras, á la vista del incendio, comenzaron á rugir de un modo espantosos.

  • ¡Que se escapan los leones! – fue el grito general.

El público que se encontraba paseando se precipitó al interior de los barracones. Los dueños de éstos sacaban las tablas para cerrar; pero la gente, acometida de horroroso pánico, saltaba sobre las maderas, lo destruía todo y lo destrozaba todo.

De un barracón inmediato, al del señor Malleu, domador, salió una joven con el traje de trabajo. Vimos varios payasos corriendo hacia el lugar de la catástrofe para prestar auxilio. En el circo, afortunadamente, se había suspendido la función.

En cuando estalló el incendio, los toros irlandeses con que trabaja el señor Feijóo salieron escapados por entre los barracones de la feria, propinando algunos revolcones antes de que fuesen sujetados.

Estaba el Sr. Malleu en la jaula central terminando uno de los ejercicios que con las fieras practica, cuando se apercibió del incendio. Dicho señor vio como las llamas penetraban en su barracón por junto al sitio en que trabajaba, y en el acto salióse de la jaula, procurando ante todo asegurar la puerta de ésta para evitar que se escaparan los leones.
Sin duda la precipitación y el sobresalto, justificadísimos en situación tan difícil, el Sr. Malleu no cerrería bien aquél, y los leones, enfurecidos por el espectáculo del fuego, lograron escapar, aunque no todos.

Saltando por entre la gente que quedaba en el circo, salieron los leones Conde y Fortuny, que asustados corrieron por los andenes de la feria, llegando uno de ellos hasta el estanco de la esquina de los solares.

El otro, metiéndose por entre los barracones del teatro Polichinela y teatro de la Risa, se refugió en la parte de atrás de éstos. Los demás leones, entre los que quedaba el llamado Regardé, que es el más bravo, no salieron de la jaula, merced al inconcebible arrojo de José Sánchez Agudo, dependiente que era del señor Malleu y que desde hace unos días había dejado su servicio.

Este bravo, que merece una buena recompensa y la gratitud de Valencia, penetró en el circo, y al ver abierta la jaula de los leones y éstos á punto de seguir el camino de los toros, entró resueltamente en aquella, y, luchando con las fieras, logró encerrarlas en sus respectivos departamentos, evitando muchísimas desgracias.

El Sr. Malleu, cuando se encontró con este muchacho, abrazóse llorando a él y le dijo:

  • “Pepe, eres mi hermano. Tú me has salvado”.

El otro león fue cogido por el señor Malleu y encerrado en el portal de la casa que habita, Ribera nº7, de donde fue trasladado á su jaula, con grandes precauciones, á las once de la noche próximamente. El que se refugió detrás de los barracones fue encerrado también en una jaula y trasladado al circo.

Cuando los leones recorrían la feria, los guardas municipales y algunos transeúntes le dispararon varios tiros, aunque el dueño de aquellos iba detrás corriendo para detenerlos, gritando que no los matasen.

Encerrados por fin los dos fugitivos, se restableció la tranquilidad y cesó la alarma del público. El Sr. Malleu sufrió más moral que materialmente, pues daba compasión verle corriendo desolado por todas partes, tratando de evitar que causasen desgracias los leones y buscando á su esposa y á su hija, que, como él, lloraban sin consuelo al ver su desgracia.

Debemos consignar también que el Sr. Malleu se portó valerosamente, pues para encerrar luego en la jaula al león Fortuny, que había metido en su casa, hubo de subir por los balcones hasta el tejado, y luego, desde lo alto de la escalera, donde se había refugiado el león, le obligó á bajar hasta el portal, y allí hizo poner por la parte de afuera una jaula y metió en ella á aquel, cumpliendo así la palabra que dio al gobernador de que respondía del león que tenía encerrado en su casa.

Los heridos curados en la farmacia de San Francisco son:

  • José Rodríguez Flor, á quien un león le dio un zarpazo en la mejilla derecha, causándole graves heridas. Está además herido en una pierna.
  • Conrado Pérez tiene también las uñas del león o leona señaladas en la nalga derecha, no son importantes. Poco después de curados estos, trajeron a un pobre hombre llamado Ricardo Sociats, cabo de la ronda ó empleado. Su estado nos dio verdadera lástima. El buen hombre había trabajado con ahínco, prestando auxilios desde el primer momento. Estaba casi asfixiado. Los médicos franceses, auxiliados por el señor Barberá, que puso á su disposición la farmacia, realizaron un verdadero prodigio. A uno de ellos vimos cómo movía la cabeza con desesperación; pero vimos también como trabajaba con ardor para salvar una vida. Media hora después aquél héroe, que había expuesto su existencia para salvar quizás intereses ajenos, recobrar el sentido.
  • Junto a la tómbola de Porta Coeli, una mujer llamada Josefa López Martínez de cuarenta y un años de edad, fue acometida por el león, que la derribó a zarpazos, destrozándole la ropa y causándole ligeras contusiones. El domador, detrás de la fiera con una lanza, dióla algunos golpes. Un caballero sacó un revólver; pero no quiso disparar sobre la fiera por temer á herir á la mujer, que, presa del mayor espanto, gritaba pidiendo auxilio.

Detalles cómicos sobre el suceso:

Un joven muy conocido, Pascualito Cervera, que tiene puesto de refrescos en la feria, azorado por las noticias alarmantes que circulaban y por las carreras de la gente, dirigióse á un bulto que vió cerca, preguntándole su habitual finura:

  • Diga usted ¿es verdad que se han escapado los leones?

Y cuál sería su sorpresa al observar que su interlocutor era un león en persona que, levantado sobre las patas traseras, arañaba sobre el barracón inmediato del “hombre gordo”.

Pascualito se dio en el acto á la fuga con la velocidad del viento, llegando de un tirón á la plaza de la Pelota.

Miren ustedes – nos decía horas después con deliciosa ingenuidad; – creí llegado el fin de mi vida. Porque la fiera me miró de un modo espantable, pero no me dijo nada. Yo, al pronto me quedé inmóvil y helado; pero á los pocos instantes emprendí la corrida, gritando al paso:
“¡Los leones se han fugado!”.

Las últimas noticias, Valencia, 13 de enero:

Durante todo el día se ha hablado del suceso de anoche, comentándose los muchos incidentes ocurridos. El Sr. Malleu se halla en cama, de resultas  de los golpes y emociones que sufrió durante la persecución de los dos leones fugitivos.

El fuego destruyó las ropas y los aparatos del circo de Ferroni, y también las ropas y los enseres del barracón de Malleu.

Ha sido muy elogiada la conducta del domador para apoderarse de los leones y librar de sus garras á dos de las personas heridas por las fieras. Los dos hombres heridos gravemente, que anoche ingresaron en el Hospital, se hayan relativamente bien.

Otros dos fueron heridos por el león Conde, á tiempo de ser perseguido a tiros por los guardias municipales y los vecinos.
Dicho animal tiene un balazo en el cuarto trasero, y otros dos en la cara, leves los últimos. El león Fortuny salió mejor librado, pues sólo tiene una rozadura de bala en la parte derecha del cuarto trasero. Algunos rateros se aprovecharon de la confusión que produjo el suceso, para apoderarse de varios efectos en algunas casetas de feriantes y en un barracón cercano al lugar del incendio.