Lo que era un secreto a voces lo ha puesto negro sobre blanco estos días la Prensa brasileña. Lula no está en su celda-suite de quince metros cuadrados de Curitiba mirando al techo. Él está dirigiendo la campaña de su delfín, Fernando Haddad. Recibe emisarios, habla con quien quiere, da las órdenes oportunas, contacta con otros partidos y organiza el día después de la presunta victoria del PT en las presidenciales. Haddad al Gobierno y Lula al poder, parece ser la consigna. Y si Haddad gana, Lula sale de la cárcel.
El cuartel general «petista» no está en Sao Paulo ni en Rio ni en Brasilia. Está en la cárcel de Curitiba, donde el ex presidente lleva ingresado los seis primeros meses de su condena de doce años. La revista «Istoé» relata esta semana con pelos y señales sus contactos con diputados, candidatos, gobernadores, e incluso los nombres de su equipo de trabajo, encabezado por su jefe de gabinete, un abogado y un diputado del PT.
Su principal objetivo es incrementar el apoyo a quienes unos y otros consideran su marioneta, Fernando Haddad, principalmente en el norte y nordeste de Brasil, donde Lula ejerce un reinado total sobre más de 50 millones de electores. Y a tenor de las encuestas, ese trabajo está dando resultado, pues el candidato «petista» le pisa ya los talones al ultra Bolsonaro, tras pasar del 4 al 22% en los sondeos en apenas unas semanas. Nada importante si se compara con el crecimiento de Haddad en el Estado de Marañao (del 4 al 36%), o en Alagoas (del 2 al 28%).
El Norte y Nordeste de Brasil son como la Andalucía del PSOE, solo que siete veces más grande. Allí siempre gana el PT. En las anteriores presidenciales el Norte fue decisivo para la ajustadísima victoria de Dilma Rousseff. Y ahora Lula pretende repetir la jugada desde su celda de Curitiba.
La cuestión es que cada vez se da más por seguro que quien puede ganar de verdad las elecciones es Fernando Haddad. Bolsonaro va por delante, pero en la segunda vuelta nadie apuesta por su victoria. Y Haddad tampoco es un centrista moderado. Bajo su aspecto de intelectual tranquilo y moderno se esconde un especialista en el marxismo y el sistema soviético. O sea, un comunista en toda regla, que jamás ha condenado a los regímenes de Cuba o Venezuela, por ejemplo. Por eso la gente moderada de verdad, los centristas como Cardoso o Temer, y los «tucanos» de Alckymd, están más que preocupados. El destino aparente de Brasil no es la moderación sino el radicalismo en uno u otro sentido. Tanto si gana Haddad como si se produce un giro imprevisible hacia la ultraderecha con Bolsonaro.
¿Quién es el candidato-florero Haddad? A Lula sin duda le gustaría que Haddad fuese como él, populista, cercano al pueblo, forjado en el sindicalismo y la militancia de base. La realidad es que Haddad es todo lo contrario: es un tipo más bien elegante, un intelectual aburguesado, marxista de salón, hombre de la élite académica licenciado en Derecho y máster en Economía, autor de cinco libros de erudición, de esos que venden poco.
Haddad es lo contrario de Lula, y su paso por la política, primero como ministro «lulopetista», y después como alcalde de Sao Paulo, ha sido decepcionante. Como alcalde, su mayor logro fue llenar de carriles bici (400 kilómetros) las calles de su ciudad. Tenía más popularidad entre las élites que en las favelas, motivo por el que sin duda obtuvo una desastrosa derrota cuando quiso repetir como alcalde, dado que le dieron la espalda los barrios populares. Apenas sacó 900.000 votos, cuando la suma de los nulos y blancos fue de 1,1 millón.
Aunque el peor estigma de Haddad es el de la corrupción que envuelve a su partido tras catorce años en el poder. El propio candidato está acusado por la Fiscalía de irregularidades en unos pagos relativos a su campaña electoral en 2012. Y el otro estigma es el de la ineficacia. Su gestión municipal fue manifiestamente mejorable. Y su partido, el PT, responsable de la mayor crisis económica que ha sufrido Brasil en los últimos tiempos. Bien es verdad que la responsable de la debacle fue Dilma Rousseff, con quien se lleva fatal. Pero al final era el PT quien gobernaba, y Haddad es el PT.
No parece probable que el candidato «lulopetista» vaya a tener problema con los otros dos aspirantes de la izquierda que le persiguen. Tanto Ciro Gomes, alcalde de Fortaleza, como Marina Silva, líder ecologista, proceden del PT y fueron ministros de Lula. Pero no tienen la bendición de quien, desde su sala-celda de Curitiba, maneja los hijos de la campaña de su delfín Haddad. Las encuestas tienen casi descartado a los primeros con respecto al último. Ya se verá.
Fuente: La Razón