La crisis de los «chalecos amarillos» se ha cobrado su primera cabeza en el Elíseo. Y no una menor, sino la pluma de los discursos del presidente. Su consejero de comunicación, Sylvain Fort, ha anunciado que dejará el cargo a finales de mes después de más de dos años al lado del primero candidato y luego presidente Macron. Fort se unió al equipo del Elíseo como redactor de los discursos presidenciales, pero asumió aún más responsabilidades como asesor en relaciones con los medios en julio, en plena tormenta por el escándalo del «caso Benalla», el ex asesor de seguridad de Macron filmado mientras golpeaba a manifestantes el 1 de mayo suplantando a la autoridad policial.
La gestión de aquel caso ha sido ampliamente criticada y no son pocos los dedos que han señalado a Sylvain Fort y la mala relación que cultiva con los periodistas. «Simplemente Fort detesta a los periodistas», decía este miércoles en la radio Europe 1 Michaël Darmon, uno de los editorialistas más influyentes de Francia, que además se atreve a anunciar que la marcha de Fort es la primera de una lista de nombres que abandonará el círculo del presidente en las próximas semanas.
El siguiente en hacerlo podría ser Ismaël Emelien, el consejero especial del presidente, un puesto que en el pasado ocuparon Jacques Attali con François Mitterrand o Henri Guaino con Nicolas Sarkozy, y que tiene una notable influencia sobre el hombre que dirige Francia. Emelien también estaba marcado desde la crisis del «caso Benalla». Varios diarios, entre ellos «Le Monde», apuntan que fue el primero en tener en sus manos las imágenes del escándalo. Todos estos cambios afectan al círculo más cercano de Macron y podrían incluso llegar hasta Alexis Kohler, secretario general del Elíseo. Una remodelación de la máquina presidencial con la que se pretende dar un nuevo impulso al resto de un quinquenio lleno de incertidumbres y que se produce cuando Macron intenta pasar página a unos meses difíciles en los que ha visto caer sus índices de popularidad a su nivel más bajo desde que asumiera el poder.
La dimisión de Fort se produce tras un cambio radical en el perfil público del presidente en plena crisis de los «chalecos amarillos». El «presidente Júpiter» que acostumbraba a sus golpes de efectos de comunicación y sus discursos barrocos plagados de referencias literarias daban paso a un perfil bajo, casi desaparecido en combate, dejando a su primer ministro, Édouard Philippe, en primera línea de batalla. El discurso del 10 de diciembre en el que Macron anunció las medidas con las que pretende aplacar las movilizaciones de la calle, contaba con un tono social y una retórica mucho más sencilla que en el pasado.
«La cólera que hoy se expresa es justa en muchos aspectos», dijo entonces el presidente, algo impensable hace tan solo un par de meses. Macron es consciente de que una parte de la sociedad francesa siente hacia él un rechazo casi visceral. Una percepción sobre la que ya le alertaron algunos de sus colaboradores más veteranos, como el ex ministro del Interior, Gérard Collomb, que terminó dejando el barco para volverse a su feudo de Lyon.
El giro en el perfil de Macron coincide con un retroceso, al menos cuantitativo, en el número de manifestantes que sábado a sábado salen a las calles de Francia. El Gobierno intenta cuidar hasta el milímetro todas sus intervenciones para calmar los ánimos y que la pausa navideña permita una tregua continuada. Sin embargo, la detención el miércoles por la noche de Eric Drouet, uno de los líderes del movimiento, por organizar una manifestación no autorizada cerca de la Plaza de la Concordia en París, podría volver a agitar la situación. Drouet se presentaba ayer, tras su puesta en libertad, como un mártir de la política.
«Todo esto es política. Intentan cargarnos con una responsabilidad que no es la nuestra», dijo Drouet, respondiendo a varios ministros que durante el día de ayer habían remarcado que el no respeto al Estado de derecho tiene consecuencias.
La estrategia del Gobierno pasa por mantener una posición de firmeza en cuanto al orden, mientras Macron ensaya un tono más social. La controvertida figura de Drouet, camionero de porfesión, ha sido alabada por el líder de la izquierda radical, Jean Luc Mélenchon, que intenta disputar simpatías dentro del movimiento a la ultraderechista Marine Le Pen. Ambos se acusan de intentar capitalizar las protestas. La fuerza de las próximas movilizaciones será el mejor termómetro para dilucidar si la nueva estrategia de Macron ha hecho efecto o si, por lo contrario, los chalecos se consolidan como la gran oposición del quinquenio.
Fuente: La Razón