Más de dos años después del triunfo del Brexit, el Gobierno británico publicó ayer finalmente su propuesta sobre la relación que quiere que exista entre Reino Unido y la UE una vez tenga lugar el histórico divorcio. La «premier» Theresa May plantea una ruptura suave que incluye un mercado común de bienes, cooperación en defensa y facilidades para la movilidad de los ciudadanos de los Veintisiete.
Aunque se cierra la puerta a la libre circulación de personas tal y como existe en la actualidad, Downing Street propone que los comunitarios puedan viajar sin visado al suelo británico, siempre que sea por turismo o para trabajos temporales, que los jóvenes europeos puedan estudiar en las aulas británicas y que «la gente con talento» de las empresas pueda moverse libremente del país a la UE y viceversa.
Presentar un detallado documento de 100 páginas no ha sido tarea fácil para la líder «tory». La guerra civil en la que está inmerso su Gabinete obligó en varias ocasiones a posponer su publicación y el hecho de que finalmente no se apueste por romper por completo los lazos con Bruselas provocó a principios de esta semana la dimisión de dos de los ministros con más peso, los euroescépticos Davis Davis y Boris Johnson.
Los «brexiters» continúan con su batalla, y tal y como amenazó ayer su cabecilla, Jacob Rees-Mogg, no aprobarán el plan a menos que se modifique, una vez se debata en el Parlamento. Como anticipó, el diputado ha presentado varias enmiendas al proyecto de aduanas que se discutirá la próxima semana en la Cámara de los Comunes. Ninguna tiene posibilidades de salir adelante, pero sus votaciones serán un buen indicador para saber el número de rebeldes que existen en unas filas «tories» completamente divididas.
El plena crisis de Ejecutivo, el presidente Donald Trump echó ayer más leña al fuego, y horas antes de comenzar su polémica visita de trabajo a Reino Unido aseguró que no cree que el Brexit que esté negociando May sea el Brexit por el que votaron los británicos.
Con semejante panorama en Westminster, será crucial la respuesta que ofrece ahora Bruselas a la propuesta presentada por Londres. El negociador jefe comunitario, Michel Barnier, avanzó ayer en Twitter que «analizará» el documento siguiendo las «directrices» europeas y expresó sus ganas de sentarse a negociar la semana próxima. En caso de que la UE reclame más concesiones, la ya débil situación de May se tornaría aún más difícil, incrementando las posibilidades de una rebelión interna con batalla por el liderazgo de la formación.
Como adelantaba el resumen aprobado en la reunión del Gabinete que tuvo lugar la semana pasada en Chequers, el Libro Blanco presentado ayer de manera oficial detalla el Marco Futuro, complementario al Acuerdo de Retirada que también se negocia ahora en Bruselas, con la creación de «un área de libre comercio para bienes» –sólo para bienes y no servicios–, con equivalencia normativa y un «dispositivo facilitado de aduanas», que haría que Reino Unido y los Veintisiete funcionaran como «un territorio aduanero combinado».
Esto evitaría la imposición de una frontera dura entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte, la única física que existirá tras el Brexit (si se esceptúa la Verja que divide la colonia británica de Gibraltal y la Línea de la Concepción). En cualquier caso, se evita en todo momento hablar de «una unión aduanera», una línea roja clarísima del sector euroescéptico.
Fuente: La Razón