Mi abuelo me dijo: «Eres un Mandela, la gente espera algo de ti»

Con once años, Ndaba se fue a vivir con su abuelo, un hombre que estuvo más de 30 años en prisión por desafiar las leyes de segregación racial bajo las que vivía Suráfrica y por su afiliación al Congreso Nacional Africano (CNA), una organización política de izquierdas que tenía como misión derribar el régimen racista de su país. Sólo le había visto una vez antes, durante una visita con sus padres a la cárcel. Inevitablemente, la sombra de su abuelo le persigue allí donde va: “Eres un Mandela, la gente espera algo de ti”, le decía. Esa visibilidad la ha proyectado en la Fundación Africa Rising, que dirige desde 2009, con la intención de promocionar los valores africanos en todo el mundo y apoyar el desarrollo juvenil. Durante su visita a Madrid para participar en Cumbre de Economía Circular, organizada por Advanced Leadeship Foundation, LA RAZÓN pudo conversar con él sobre el legado de su abuelo, que este miércoles 18 de julio cumpliría 100 años.

– ¿Qué supone apellidarse Mandela?

Como siempre ha dicho mi abuelo es ser un líder. ¿Y qué significa ser un líder? No se trata de ser perfecto ni ser el que más tiene, si no una persona que sirve a la comunidad. Eso es un líder, una persona al servicio de los demás que ayuda a quienes no tienen privilegios, a los que no tienen voz y a quienes no pueden actuar por sí mismos. Un líder es una persona que no tiene miedo de alzar su voz y romper el silencio cuando ve algo que no funciona en la sociedad.

– Desde pequeño vivió con su abuelo. ¿Qué lecciones le enseñó?

A su lado aprendí muchas cosas. Quizás la más importante es la humildad. Me enseñó a vivir con pasión y no abandonar la lucha por las causas en las que crees. Para ello, la clave es amar lo que haces. Me enseñó que es importante tener un guía en tu vida, que crea en ti y camine a tu lado para conseguir los objetivos que te propongas en tu camino. También lo importante que es el respeto a las personas, independientemente de la raza, el sexo o las raíces.

– Mandela fue un gran hombre, rodeado de grandes personajes. ¿Cómo eran las visitas a su casa?

En casa no paraba de entrar gente. No importaba quién nos visitase, mi abuelo siempre trataba a todos por igual. Mami (Winnie, la segunda esposa del presidente) preparaba la comida. Mi abuelo entendía que todo el mundo tenía el potencial de alcanzar la grandeza, por eso daba igual si la visita era de Fidel Castro, George Bush o Michael Jackson… Trataba a todos por igual.

– Cuando naciste, tu abuelo ya estaba encarcelado. ¿Cómo fue tu el primer día que os mirasteis a los ojos?

El primer recuerdo que tengo fue el día que mis padres me dijeron que íbamos a la cárcel a visitar a mi abuelo porque le iban a liberar pronto. No fuimos a la de máxima seguridad de Robben Island si no a una casa normal, sin seguridad ni rejas. Entramos y me pareció una casa muy bonita ¡que tenía piscina! Comimos todos juntos y me pareció un hombre cálido y cercano. Era la primera vez que veía a sus nietos y nos preguntó a cada uno cuál era nuestro nombre, qué estudiábamos y cuál era nuestra asignatura favorita. Ese día, supe que quería ser de mayor… ¡Quería ir a a la cárcel!

– Y el día que le liberaron… ¿Lo recuerdas?

El día que salió de la cárcel fue una día de júbilo y celebración. Todo el mundo salió a la calle a celebrarlo y bailar. Los niños, los abuelos.. incluso los perros bailaron en las calles.

Fuente: La Razón

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