Las elecciones catalanas ya no son un imposible. «Esto tiene toda la pinta de que no aguantará», afirman fuentes nacionalistas. Las luchas intestinas han llegado a las manos en el Parlament apenas cuatro días después del pacto «de sangre», anunciado con pomposidad en el Palau de la Generalitat, por el presidente, Joaquim Torra, y el vicepresidente, Pere Aragonés. El escenario ha roto las relaciones entre ERC y Junts Per Catalunya y amenaza la estabilidad de esta formación, porque el PDeCAT no está «dispuesto a comulgar con ruedas de molino», y amenaza con la ruptura ante el nuevo proyecto de Torra: la constitución de la Crida per Catalunya.
El enfrentamiento larvado y escondido entre ERC y Junts per Catalunya ha explosionado y ha roto la mayoría independentista en el Parlament. Lo anunciaba este periódico el miércoles de la pasada semana. Las relaciones entre los republicanos y los fieles de Puigdemont estaban bajo mínimos. Hoy han salido a la luz. «No hay respeto entre nosotros. No es que no haya confianza, es que hay desconfianza», reconocía un líder del PDeCAT. Las redes sociales estallaban con un hashtag impulsado entre otros, por la periodista de cabecera de Puigdemont, Pilar Rahola, con el epígrafe «Torrentdimisión», en referencia al presidente del Parlament que ha frenado el nuevo pulso de Junts per Catalunya.
«Con este patio, no llegaremos a la sentencia, como dijeron Torra y Aragonés el viernes. Ni tan siquiera llegaremos sin elecciones a las municipales», comentaba este dirigente del PDeCAT, poniendo voz a otra ruptura de costuras que se avecina en el independentismo catalán. En ERC son cautos a la hora de valorar la situación. Critican con dureza la actitud de Junts per Catalunya porque «el independentismo ha perdido la mayoría en el Parlament», pero son pragmáticos: «Si hemos de ir a elecciones anticipadas, iremos». Desde el mundo de Junts per Catalunya ahondan en este escepticismo, «es casi imposible rehacer puentes. Estamos a punto de saltar en pedazos». Los republicanos se sienten traicionados: «Nos están presionando permanentemente solo con fines electorales. Ahora no toca gesticular, toca hacer las cosas bien, gobernar y ampliar la base social del independentismo». Las fuentes de ERC se remiten constantemente a Oriol Junqueras, que hace unos días dijo en una carta que «la mitad de Cataluña no se puede imponer a la otra».
Las discrepancias se vivieron en la constitución del Ejecutivo. Quim Torra fue presidente casi por descarte y el reparto de competencias se convirtió en un calvario. Los enfrentamientos se han sucedido en estos meses de forma exponencial. Mientras ERC pretendía negociar con el Gobierno central –Pere Aragonés arrancó un acuerdo de 1.500 millones al Gobierno de Sánchez, con la oposición de Torra–, Junts per Catalunya pretendía tensar las relaciones de forma permanente. El estatus de los políticos presos y huidos ha sido la traca final. Mientras ERC no quiere que se agrave la situación de los inquilinos de Lledoners a Junts per Catalunya no le ha importado tensar la situación: «En el fondo, los presos les vienen muy bien». En los últimos días, la actuación de Torra posicionándose con los CDR y utilizando a la ANC para atacar a ERC, ha enrarecido todavía más unas relaciones que nunca fueron buenas. Ahora ya son directamente malas, y las elecciones servidas. Torra puede convocar a partir del 27 de octubre. «En un mismo día puede constituir la Crida, un partido claramente de derechas que hereda el espacio convergente y convocar elecciones», dice un independentista crítico con el presidente catalán. No le falta razón, porque Quim Torra más que un presidente es un activista. A ERC y a la CUP no se les espera en este experimento de Carles Puigdemont y Quim Torra.
Fuente: La Razón